Los hechos acontecidos en los últimos días en nuestro hospital, con la agresión a dos profesionales de Enfermería, hacen saltar las alarmas sobre la indefensión del personal sanitario ante las agresiones y, lo peor, la inoperancia del protocolo de agresiones, que no sirve de nada en lo referente a la prevención.
¿De que sirven los protocolos de agresiones cuando ya te han agredido? Eso quiere decir que el protocolo ha fallado. El objetivo es que éstas no se produzcan; por ello, el énfasis debe estar en la prevención, no en la curación, aunque sean bien recibidas las acciones después de la agresión.
Los puntos calientes de las agresiones son fundamentalmente dos: las Urgencias y Atención Primaria.
¿Por qué no se protegen estos puntos calientes con personal de seguridad de forma permanente?
¿Por qué no se limita el acceso al hospital y consultas a un acompañante por paciente?
¿Por qué no se controlan los accesos a las instalaciones del hospital, que están en un constante Puertas Abiertas?
¿Por qué no se instruye a los profesionales para detectar situaciones de riesgo y reaccionar frente a ellas?
¿Por qué la Administración no hace campañas de sensibilización contra las agresiones a sanitarios?
Hay que incidir en las medidas para evitar la agresión, aunque después se adopten las medidas oportunas frente al agresor y con el agredido.
Las cifras son muy esclarecedoras -el aumento del 37% de agresiones en el año 2016 respecto al anterior (siendo las mujeres las más agredidas), en un constante ascenso en los tres últimos años-, y tienen que hacer reflexionar a la Administración y plantearse muy seriamente este problema.
Los profesionales sanitarios no queremos formar parte de las estadísticas ni de los registros de agresiones, queremos que nadie nos agreda. Queremos realizar nuestro trabajo en libertad, sin coacciones ni miedo, con total profesionalidad y competencia.
Queremos salir cansados por el trabajo, no destrozados por un puñetazo.
Queremos atender a nuestros pacientes enfermos, no a nuestros compañeros heridos por una patada.
Queremos consolar a los familiares que sufren con la enfermedad de un ser querido, no a la compañera a la que han arrancado la mitad del pelo y tiene pánico a ir al trabajo.
Queremos escuchar un “gracias por vuestro esfuerzo”, no insultos o voces cuando no podemos más de agotamiento, e incluso así, seguimos.
Es hora de decir basta. Es el momento de exigir seguridad en nuestro trabajo. Tienen que dar soluciones a este problema ya. Nuestro trabajo ya tiene suficientes riesgos para nuestra salud; las agresiones no, gracias. No las queremos.
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