Quiero que me permitan utilizar la palabra enfermeras, evitando el lenguaje inclusivo (enfermeras-enfermeros) en este artículo, homenaje a la profesión, que cumple su centenario como tal, con la creación del Colegio profesional en Salamanca en el año 1917, porque la palabra enfermera sí me representa.
Las enfermeras tenemos una larga historia de lucha profesional, de reconocimiento de nuestro buen hacer, de reivindicaciones académicas, profesionales y laborales.
Las enfermeras hemos sido consultadas en muchas ocasiones, como fuerza importante en la solución de los problemas sanitarios; también hemos sido relegadas en otras. El patriarcado médico de dominio ha impedido nuestro crecimiento siempre que ha podido (lo último, el decreto de prescripción enfermera), pero nosotras nunca nos damos por vencidas.
Cuántas veces he oído decir que si estamos así de mal es porque mayoritariamente somos mujeres. NO. Si hemos conseguido todo lo que tenemos es gracias a que muchas mujeres enfermeras se han partido el pecho en la calle, en los hospitales y en los despachos. Muchas, con su triple carga bastante habitual (profesión-casa-hijos).
Las enfermeras somos lo que somos gracias a nosotras, nadie nos ha regalado nunca nada, todo ha sido a base de mucha lucha y esfuerzo.
Las enfermeras seremos lo que queramos llegar a ser, si somos perseverantes como hasta ahora, si las zancadillas que nos ponen otros las sorteamos con decisión, si encontramos como fin de nuestra existencia profesional la mejora de la salud de nuestros ciudadanos, si nuestra labor contribuye a no enfermar, si nuestras acciones enseñan al paciente a autocuidarse para un restablecimiento rápido de su salud.
Los campos incipientes en la investigación y la docencia abren un amplio camino para las nuevas generaciones de enfermeras, que no tendrán que olvidar nunca lo difícil que nos lo pusieron para poder llegar hasta aquí.
Siempre nos ha caracterizado nuestra generosidad con los pacientes, con nuestras supervisoras, directoras y jefes, con los políticos de turno, y muchas veces esa generosidad se ha confundido con debilidad. No somos débiles. Somos el colectivo más numeroso de profesionales de la salud. Nuestros cuidados son imprescindibles en la población sana y enferma.
Somos un colectivo profesional muy formado y competente, envidia del resto de los países de la Comunidad Europea, sólo nos resta sabernos vender bien a la sociedad para que el valor que tenemos sea realmente reconocido.
Si de algo me siento orgulloso es de ser enfermera.
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