Lograr un adecuado aporte nutricional en la infancia, acorde con las necesidades específicas en esta etapa, es clave para garantizar un adecuado crecimiento, ya que las carencias de nutrientes críticos en este periodo, como el hierro, la vitamina D o los ácidos grasos Omega-3, pueden afectar negativamente al correcto desarrollo del niño.
Así se ha puesto de manifiesto en el III Curso de Avances en Nutrición Pediátrica de la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT), donde se ha recordado que la OMS recomienda la alimentación exclusiva con leche materna durante los seis primeros meses de vida y continuarla, junto con alimentación complementaria, hasta los dos años de edad. “Este periodo es crucial para el crecimiento y el desarrollo del niño y repercute claramente en el estado de salud futuro del adulto”, apunta el doctor José Maldonado Lozano, de la Unidad de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica del Hospital Materno-Infantil Virgen de las Nieves Complejo Hospitalario Universitario de Granada.
En el marco del curso, expertos pediatras han debatido acerca de todos estos temas, incluyendo la intolerancia a la lactosa, un trastorno que aparece de forma autolimitada como consecuencia de una lesión intestinal o por causas genéticas.
Además, tal y como indicó el doctor Jaime Dalmau, jefe de la Unidad de Nutrición y Metabolopatías del Hospital La Fe de Valencia, “algunos nutrientes, tales como el hierro, la vitamina D o los ácidos grasos poliinsaturados Omega-3, juegan un papel especialmente relevante en la etapa infantil, al intervenir directamente en el desarrollo de las funciones de tipo motor y cognitivo, así como en la agudeza visual”. Por esta razón, “en el caso de la vitamina D, es fundamental que las ingestas en los primeros años de vida sean las apropiadas, puesto que su carencia influye directamente en la salud futura del menor”. Además, añade, “dado el rol fundamental del Omega-3 DHA en el desarrollo del cerebro y la retina, los más pequeños deben ingerir al menos 100 miligramos al día de este nutriente”.
Intolerancia a la lactosa
Asimismo, hay que tener en cuenta que el sobrepeso y la obesidad afectan a más del 30% de la población pediátrica, las incidencias de alergia a alimentos se estiman en un 7-8% y la intolerancia a la lactosa incide sobre un alto porcentaje de la población. Aunque es difícil conocer la prevalencia real de los casos, se estima que más del 30% de la población española padece intolerancia a la lactosa.
En este sentido, el doctor Maldonado explica que la intolerancia a la lactosa “no se puede prevenir, pero sí se pueden evitar los síntomas al no consumir los alimentos que la contienen”. Por esta razón, los expertos reunidos en este curso han subrayado que se debe ofrecer al niño otro tipo de lácteos, como quesos, yogures y leches de crecimiento sin lactosa, en caso de que se identifique una intolerancia a este componente natural de la leche.
En cuanto a la leche materna, a corto plazo ofrece protección frente a infecciones y alergias. A largo plazo, sobre diferentes enfermedades, como obesidad, diabetes, hipercolesterolemia e hipertensión, y parece ejercer un efecto positivo sobre el desarrollo cognitivo. En este sentido, el doctor Maldonado Lozano afirma que la leche humana “es el alimento ideal para el lactante, no solo porque proporciona los nutrientes necesarios para el crecimiento, sino también un alto contenido en factores bioactivos y en bacterias probióticas”.
Beneficios de una dieta equilibrada
Según el doctor Maldonado, “los malos hábitos en la alimentación, los caprichos o que al niño no le guste algún alimento son factores de riesgo”. Por ejemplo, apunta, “la ingesta selectiva o elección excesivamente caprichosa de los alimentos que come, puede afectar al crecimiento, tanto por deficiencia como por exceso”.
Tal y como ha indicado el doctor José Manuel Moreno, presidente del Comité de Nutrición en la Asociación Española de Pediatría (AEP), “la dieta de los más pequeños debe incluir, entre otros alimentos, el consumo habitual de pescado azul, especialmente los pescados de pequeño tamaño (dos raciones a la semana), lácteos (dos o tres raciones diarias) y carnes rojas (una o dos raciones a la semana), principales fuentes de ácidos grasos Omega-3, vitamina D y hierro, respectivamente, así como hábitos saludables tales como una exposición solar moderada y una vida activa”.
Tal y como ha recordado el doctor Moreno, “en el caso de que se identifique una carencia nutricional en el niño, puede ser de interés recurrir a alimentos especialmente preparados para cubrir las necesidades infantiles en esta etapa, como las leches de crecimiento, especialmente aquellas enriquecidas en hierro, vitamina D y Omega-3”.
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