La llegada del frío y también de las próximas vacaciones navideñas supone un riesgo añadido para los niños que padecen dermatitis atópica, una enfermedad que puede empeorar si su piel se ve expuesta a excesivo calor o todo lo contrario en un breve espacio de tiempo.
De hecho, los cambios bruscos de temperatura y las calefacciones agravan los síntomas de la dermatitis atópica, que sufren entre un 10 y un 20% de niños, según constata la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP).
La SEICAP recuerda a padres y tutores la importancia de un diagnóstico correcto de posibles causas alérgicas por parte de un pediatra alergólogo y de tratar de proteger la piel de agresiones externas como el frío, el viento y la sequedad.
La dermatitis atópica es la enfermedad crónica de la piel más frecuente en niños, caracterizada por sequedad de la piel, lesiones inflamatorias con enrojecimiento de la piel y prurito o picor, que a su vez puede causar inflamación y un agravamiento de las heridas debido al rascado. “Estos síntomas se incrementan y son más notables en los meses de otoño e invierno debido al frío y el uso de la calefacción”, comenta la doctora Mercedes Escarrer, coordinadora del Grupo de Trabajo de Dermatitis Atópica y Alergia Cutánea de la SEICAP. Esta patología se llama así porque aparece más fácilmente en personas atópicas, “que son aquellas con facilidad para desarrollar enfermedades alérgicas de cualquier tipo, aunque puede aparecer en cualquiera”, afirma.
En los niños más pequeños, los síntomas suelen aparecer de manera más frecuente “en las mejillas, el cuello, la parte externa de los brazos, las muñecas, el dorso de las manos, los muslos o los pies”, apunta la doctora Escarrer. A medida que crecen, añade, “se suelen concentrar en las flexuras de los codos y rodillas, el cuello, los pies y las manos”. Suelen ser bastante molestos, “ya que el picor puede producir desazón, irritabilidad, alteraciones del sueño o cambios en el carácter”, advierte. Por otro lado, las lesiones pueden llegar a ser extensas y profundas y causar dolor. Para su diagnóstico, “es conveniente visitar al pediatra alergólogo para que analice los síntomas, así como las posibles causas alérgicas y desencadenantes en base al historial completo del menor”, destaca.
Además de los síntomas físicos, esta especialista también destaca “el importante impacto psicológico que tiene puesto que en muchos casos provoca sentimientos de inferioridad y vergüenza, incluso rechazo por parte de los compañeros”. Un reciente estudio multicéntrico publicado en The Journal of Aesthetic Dermatology concluyó que las niñas con dermatitis atópica se sienten más avergonzadas, molestas y tristes debido a su enfermedad que los niños.
Evitar los desencadenantes
La dermatitis atópica se produce por un estado inflamatorio crónico que causa hiperreactividad de la piel. “Esto hace que responda con la aparición de lesiones y picor ante diferentes estímulos”, explica la doctora Escarrer. Los desencadenantes más frecuentes de los brotes “suelen ser artículos de aseo personal que irritan la piel si no son específicos para pieles atópicas. Así como, prendas de vestir de lana o acrílicas, la presencia de ácaros del polvo doméstico, los cambios bruscos de temperatura y el estrés”, subraya.
En ocasiones, algunos alimentos pueden producir brotes pero solo en aquellos niños que también tienen alguna alergia alimentaria. “Los alimentos más frecuentes en estos casos, sobre todo en lactantes, son la leche y el huevo”, indica.
Entre las recomendaciones para prevenir la aparición de brotes se encuentran “llevar ropa de tejidos naturales como algodón o lino, lavarla sin suavizante y con jabones no detergentes, utilizar jabones suaves, con pH ácido o neutro para el baño, hacer baños cortos o mantener la casa limpia de polvo”, enumera la doctora Escarrer.
Además, destaca, “es importante educar en estos cuidados a los niños para que mantengan su piel protegida de los agentes externos”. En ese sentido, la SEICAP, con el aval de la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y Latex (AEPNA), ha hecho una adaptación del cuento de Los tres cerditos y el viento feroz en el que transmiten a los pequeños la importancia de proteger la piel.
El tratamiento en caso de brote incluye la toma de antihistamínicos “para atajar cuanto antes el picor, frenar la inflamación y evitar la aparición de infección”, afirma la doctora Escarrer. También se utilizarán cremas con inmunomoduladores y corticoesteroides “e hidratantes ya que la piel atópica es seca y tiende a deshidratarse, por lo que incluso debe usarse de manera preventiva”, añade. En caso de niños con sintomatología muy severa o persistente, que no respondan a la medicación o que al terminarla vuelvan a sufrir los síntomas de manera rápida, “será necesario aplicar un tratamiento preventivo”, concluye.
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