La hipertensión y la diabetes mal controladas pueden provocar un fallo renal, en especial en las edades medianas de la vida, en un momento en el que disminuye su funcionalidad, al igual que la de otros órganos, por el proceso de envejecimiento. Con motivo del Día Mundial del Riñón, que se celebra el segundo jueves de marzo, nos acercamos a la Unidad de Diálisis del Complejo Asistencial de Salamanca, donde acuden cada semana 120 personas repartidos en dos turnos, tres días a la semana.
El doctor José Antonio Menacho es uno de los nefrólogos de esta unidad, que repasa el trasfondo de la enfermedad renal, las causas, las medidas de prevención o lo que significa para estos pacientes tener que estar conectados a una máquina que hace la función del riñón durante 12 horas a la semana.
“El riñón va perdiendo funcionalidad conforme pasa el tiempo, a partir de las edades medianas, de los 40 o 50 años, se dice que disminuye su funcionamiento un 1% cada año”, detalla este nefrólogo. Este especialista aclara que es un aspecto fisiológico normal, porque envejece, como otros órganos, “pero si exige que cuando hay una enfermedad asociada, sobre todo la hipertensión y la diabetes, ese deterioro fisiológico o natural, se multiplica, se acrecienta a velocidad de deterioro”.
El doctor Menacho insiste en que lo normal es que la mayoría de la población tenga un fallo leve o moderado, “pero como no tiene síntomas, solo se descubre o bien buscándolo o que aparece en una analítica de forma casual”. A la hora de hablar de cómo cuidar el riñón, este nefrólogo prioriza el control de la hipertensión y la diabetes, “que entre las dos suman casi el 60% de los casos, y podemos decir, la diabetes un 35%, y la hipertensión, un 25%”. En esos casos tienen que tener un control mayor y cuidarse el riñón.
Beber dos litros de líquidos
Este nefrólogo indica otra serie de medidas generales, como beber mucho líquido, dos litros al día, “que no tiene que ser solo agua”, así como no tomar medicaciones tóxicos para el riñón. Y apunta al abuso de la automedicación del grupo de los antiinflamatorios (AINES), “que la gente toma con una facilidad aplastante, y existe un porcentaje de personas, aunque sea pequeño pero mucho más de lo que parece, que acaba en diálisis por tomar esos fármacos”. En este sentido, asegura que los antiinflamatorios son muy tóxicos para el riñón, “al igual que los antibióticos, que no deben de tomarse alegremente, aunque en este caso es una cuestión médica y no es normal que se automedique con este tipo de fármacos”. De hecho, José Antonio Menacho confirma muchos ingresos por tomar antiinflamatorios, “y cuando más actúan es cuando uno está deshidratado, y no bebe adecuadamente, como lo que les pasa a las personas mayores, que beben poco al perder el reflejo de la sed”.
Por otro lado, recomienda llevar una vida sana en general, “todo lo que es una dieta variada y una actividad física regular, porque el riñón es un órgano vascular muy importante, y muchas veces también es un órgano centinela, que cuando detectas en las analíticas un estado incipiente de que está mal, ese paciente tiene más riesgo de tener un infarto o un ictus”. El riñón es mucho más importante de lo que parece, y según precisa el doctor Menacho, “es una máquina muy perfecta, porque el riñón realiza dos funciones fundamentales: limpiar la sangre de todas las toxinas, y regular la cantidad de líquido en el organismo, porque todo lo que entra tiene que salir, porque sino nos hincharíamos”.
Y precisamente porque es un órgano tan perfecto, solo se nota sintomatología cuando está muy estropeado, “cuando llega a funcionar a menos del 10%”. La enfermedad es grave porque cuando deja de funcionar el riñón, existen dos opciones, o diálisis, “que es sustituir el riñón por una máquina, y luego el trasplante, que es sustituir el riñón por otro”.
Una población envejecida
En cuanto al perfil del paciente con enfermedad renal, como precisa el nefrólogo, es una población muy envejecida, “más de la mitad de los pacientes que tenemos en diálisis como en la consulta de Nefrología, tiene más de 65 años, y más de una tercera parte, más de 80”. También existen otras enfermedades renales, como los cólicos, la glomerulonefritis o la pielonefritis, que suponen entre un 25 y un 30% de los pacientes en esta unidad.
En la actualidad, 120 personas acuden a la Unidad de Diálisis en la capital, que se ha unificado en la novena planta del hospital Virgen de la Vega con 30 puestos. Y lo hacen en dos turnos (mañana y tarde), lunes, miércoles y viernes, o martes, jueves y sábado. Esos tres días permanecen conectados a una máquina durante cuatro horas que hace las funciones de un riñón. Cada enfermera de la unidad atiende a cuatro pacientes, que durante sus sesiones a veces sienten mareos y calambres. “Estos pacientes no orinan, y tienen que tener unos cuidados y muy restringido el líquido que consumen, a menos de un litro al día, porque todo lo que beban no lo van a eliminar hasta que no vengan a la máquina”, precisa el nefrólogo.
El doctor Menacho reconoce que es un tratamiento duro, “y la tecnología ha avanzado, tanto las máquinas como los filtros”, porque el riñón es un órgano que funciona las 24 horas del día, “y no se ha conseguido hacer un dispositivo portátil o qué funcione y sustituya al riñón esas 24 horas”. El problema que ve este especialista no es de calidad (que se ha conseguido avanzar mucho), sino de duración, “que no conseguimos que dure más allá de 48/72 horas”.
El tratamiento de la diálisis se ha universalizado mucho, y ahora puede ser tratado cualquier paciente. “Cuando empezó hace medio siglo, no entraban ni los diabéticos ni la gente mayor de 50 años, y se van avanzando criterios”, relata. En la actualidad, en la unidad atienden a personas de más de 90 años, y tienen el récord en uno de 102 años.
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