Fruto de un vasto trabajo de investigación sociológica realizado en los últimos cinco años y en el que ha participado un equipo de más 90 expertos e investigadores de 30 universidades de nuestro país, el Informe Foessa (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) analiza de forma exhaustiva, a lo largo de casi 700 páginas, ocho capítulos y un anexo, cuestiones como el modelo social del país, la actual distribución de la renta, los procesos de exclusión social, el mercado de trabajo, el estado de bienestar, qué nueva sociedad surgirá tras las crisis, el capital social y cultural, y la situación de España en el entorno internacional.
Las constataciones del VII Informe FOESSA, cuyos principales contenidos han sido expuestos por el director ejecutivo de FOESSA y secretario general de Cáritas Española, Sebastián Mora, y por el coordinador del Informe y responsable de Estudios de Cáritas, Francisco Lorenzo, que ofrecen elementos para la preocupación, “dada la envergadura de los efectos que la crisis ha tenido en la estructura social del país, como razones para la esperanza, a la luz de las fortalezas que muestran ámbitos como la participación social, la solidaridad, el voluntariado y las redes familiares”, apuntan desde Cáritas.
El Informe entra en el análisis del modelo de desarrollo social, en el que destacan los altos niveles de desigualdad salarial, la limitada capacidad redistributiva del sistema de impuestos y un sistema de prestaciones reducido, “poco protector en el tiempo y que no se adecua a las necesidades de los hogares en función de sus características”.
Los responsables del informe creen que si el crecimiento era el «buque insignia» del modelo social antes de la crisis, “ahora estamos en un momento en el que son las necesidades de ajuste las que guían las decisiones políticas y las que construyen nuestro imaginario colectivo. De nuevo, se queda fuera del foco la necesaria incidencia sobre los elementos estructurales que están en la base de un modelo a reformar”.
Se señala cómo los efectos de la crisis en la renta en el país son preocupantes, ya que el porcentaje de hogares afectados simultáneamente por problemas de privación material y de pobreza monetaria ha aumentado casi un 50% en los últimos años. Además, la crisis no ha afectado a todos por igual, ya que se ha cebado con las rentas más bajas y ha afectado a la convergencia territorial entre Comunidades Autónomas, que se ha ralentizado. De hecho, se dan diferencias sustanciales en la incidencia de la exclusión social en territorios con niveles de riqueza similar.
Aumento de la exclusión social
De la envergadura del deterioro da cuenta el hecho de que el núcleo central de la sociedad española considerado en situación de integración social plena “es ya una estricta minoría y en la actualidad representa tan solo el 34,3%, mientras que en 2007 superaba el 50%”.
Esto significa que la población excluida en España asciende ya al 25% y afecta a más de 11.746.000 personas. De ellas, 5 millones se encuentran en exclusión severa. Además, hay que tener en cuenta que dos de cada tres personas excluidas ya estaban en esta situación antes de la crisis. La precariedad afecta a ámbitos como la vivienda y la salud. De los 11,7 millones de excluidos, el 77,1% sufren exclusión del empleo, el 61,7% de la vivienda y el 46% de la salud.
En cuanto al perfil sociológico, son las familias de mayor tamaño las que más afectadas se han visto, sobre todo familias en las que hay muchos niños y muchos jóvenes. Asimismo, se multiplica de forma generalizada la vulnerabilidad de la juventud. Por ejemplo, el 35% de los jóvenes vive en hogares excluidos y el 27% de los jóvenes desocupados está fuera del sistema educativo. Como se indica en el Informe, en cierto sentido puede hablarse de una “generación hipotecada”.
Nuevo modelo de relaciones sociales
La crisis ha impuesto también importantes cambios en el modelo de relaciones sociales, que en la actualidad se caracteriza por la “dualización” y la “polarización” social. Es decir, que los más vulnerables y más pobres disponen de menos recursos y sufren pérdida de centralidad en las decisiones, mientras los más ricos cuentan con más recursos y más centralidad en las decisiones.
De hecho, es posible afirmar “que se ha roto el contrato social que era la base de la estructura del bienestar y que la agenda reformista que se viene produciendo desde hace años está transformando, de forma simbólica, nuestro contrato social en un contrato mercantil”.
Situación del empleo
El VII Informe FOESSA señala la existencia de una “generación expulsada” de trabajadores para los que ha mermado el tipo de puesto que desempeñaban y cuya cualificación es escasamente aplicable en otros sectores. En la actualidad, la tasa de trabajadores excluidos se sitúa en el 15%. Y puede decirse que el trabajo deja de ser un espacio de consolidación de derechos para convertirse en un espacio de vulnerabilidad y de pérdida de capacidad económica, social y personal.
Políticas sociales y estado de bienestar
Al analizar los efectos de las políticas de austeridad tanto en España como en el conjunto de la Unión Europea, la investigación confirma que los recortes en servicios sociales y bienestar son incompatibles con la consecución del objetivo de reducción de la pobreza recogido en la Estrategia Europea 2020. Al mismo tiempo, otros derechos, como sanidad, educación, protección social y apoyo a la dependencia presentan condiciones de acceso cada vez más restrictivas.
Para los autores, la conclusión es clara: las reformas en el sistema de bienestar social en España, especialmente las desarrolladas a partir de mayo de 2010, “han supuesto una regresión en las políticas sociales”.
Cooperación internacional e inmigración
En lo que atañe a la evolución de la política de cooperación, el Informe constata que esta ha tenido una evolución de crecimiento y desplome tan intensos que no tiene comparación posible con ninguna de las demás políticas de la administración, ni con el comportamiento de ningún otro país donante. La excepcional reducción del presupuesto de cooperación, con el consiguiente descalabro para muchos proyectos en curso, “ha conducido a esta política pública a la irrelevancia y ha dilapidado el modesto liderazgo internacional que nuestro país había conseguido en la pasada década”.
Vista en su conjunto, la política exterior española en los últimos años no parece haber contribuido positivamente a hacer de nuestro mundo un lugar más inclusivo y equitativo. “Sea el repliegue generado por la crisis, sea el cambio de orientación política, el hecho cierto es que España no está impulsando un cosmopolitismo solidario”.
En cuanto a la inmigración, se indica que el modelo vigente resulta rígido y atomizado. La gestión actual de los flujos migratorios, además de implicar una abusiva instrumentalización de seres humanos vulnerables, “genera ineficiencias económicas muy claras, como la pérdida de ingresos fiscales por la proliferación de la economía sumergida vinculada a la falta de documentación, la posibilidad de elevar la explotación laboral de los trabajadores irregulares y, de rebote, empeorar las condiciones del resto, o la imposibilidad para los países menos adelantados de aprovechar las oportunidades de la globalización”.
Se subraya, además, el estrabismo ético que caracteriza las políticas migratorias de la UE, que hace considerar, de una manera, “el peligro que amenaza la vida de las personas cuando son objeto de persecución política o armada y de otra, cuando sus existencias están igualmente amenazadas por el hambre, la pobreza económica severa o la imposibilidad de acceder a la atención médica”.
Familia, sociedad civil y participación
El Informe dedica una buena parte de sus análisis a poner en valor las fortalezas que muestran la sociedad española y las oportunidades que ese capital social ofrecen para la necesaria regeneración. Se identifican capitales sociales como las de la solidaridad familiar y las redes de ayuda, que, aunque con cierto riesgo de debilitamiento, “resisten a pesar del largo impacto de la crisis. Se trata de un reforzamiento que responde, en buena medida, a la retirada de los mecanismos de apoyo social basados en las políticas públicas”.
Dentro del sistema familiar, llama la atención el cambio del papel de las personas mayores que pasan de ser “cuidados” a reforzar su papel como cuidadores. Su apoyo al resto de la familias se ha convertido en fuente de seguridad, “por factores como la pensión, la vivienda en propiedad y la conservación de las relaciones familiares. Y se advierte de que todo lo que mine estos tres elementos pondrá en peligro una de las principales mallas de seguridad de nuestra sociedad”.
Sus propuestas
La Fundación FOESSA ha querido que el VII Informe, más allá del diagnóstico de la realidad social, pusiera sobre la mesa un repertorio de propuestas dirigidas al conjunto de la sociedad, de los poderes públicos y de los agentes sociales y económicos, que permitan atajar las causas estructurales de la exclusión social en España. Estas propuestas las estructuran en tres ejes, orientados al ámbito del desarrollo social, al de los efectos de la pobreza y al de la construcción del bien común:
– Considerarlos indicadores de desigualdad, pobreza, exclusión social y privación material como indicadores privilegiados que permitan un diagnóstico riguroso dedesarrollo social.
– Evaluar la acción política a la vista del impacto que tiene sobre estos indicadores, con especial atención las políticas que contribuyen al auténtico desarrollo: sanidad, educación, empleo, redistribución de la riqueza y garantía de ingresos.
– Conseguir que la protección social alcance estándares básicos en todo el territorio y que se haga operativa a través de un sistema de “garantía de mínimos”.
– Desarrollar una protección social basada en el fortalecimiento de los servicios sociales públicos, que no quede reducida a la mera gestión de las prestaciones económicas.
– Construir un compromiso redistributivo ético que nos acerque a la media europea. A este respecto, los impuestos no pueden quedar al margen de la obligada cohesión social, ya que no es posible mantener un sistema de servicios públicos equitativo y de calidad sin la aportación de todos los ciudadanos al mismo, cada uno en función de sus ingresos y su patrimonio.
– Considerar el gasto social como “inversión social”, dando prioridad a aquellos ámbitos que son más correctores en términos de desigualdad, como sanidad, educación, pensiones y rentas mínimas.
– Eliminar la sobrecarga que recae sobre los hogares, tanto por el debilitamiento de los servicios públicos como por el impacto de la crisis.
– Desarrollar políticas familiares eficaces y con recursos suficientes que contrarresten, entre otros, el riesgo actual que conlleva la presencia de menores en el hogar.
– Poner en marcha de una política eficaz que evite la transmisión intergeneracional de la pobreza, que es uno de los peligros latentes hoy y de especial gravedad para el futuro.
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