Lleva una época en la que canta poco. Pero Filadelfo Martín Cid, más conocido como Fila, suele entonar más de una canción durante sus sesiones de diálisis en el Complejo Asistencial de Salamanca. Y es todo un veterano en la unidad, ya que lleva con este tratamiento desde hace 40 años, cuando, en plena adolescencia, con 13 años, se le detectó una enfermedad renal.
Fila volverá a cantar como antes, pero ahora lo hace mucho menos, desde que hace tres meses falleció Ramón, algo que le afectó bastante. Los compañeros de diálisis son como una familia.
El nefrólogo de Fila le conoce bastante bien. No es complicado. Acude a diálisis tres días por semana, durante cuatro horas. “Da mucho ánimo y tira de los demás, ya lleva tanto tiempo que tiene un carácter muy especial, es muy positivo”, asegura el doctor José Antonio Menacho.
Pero Fila es todo humildad, y le cuesta reconocer que es un hombre extraordinario. Primero, por llevar 40 años en diálisis, y segundo, por toda su humanidad. Él cree que no por estar en un hospital hay que estar todo el día llorando. “Se trata de estar lo mejor posible”, dice. Y en esa unidad de diálisis asegura que la gente llora, canta, ríe y habla. Fila es consciente de que no es normal que una persona pueda estar tanto tiempo dependiendo de una máquina que haga las funciones de un riñón, “es muchísimo”.
Además, la enfermedad renal nunca le ha condicionado su vida; de hecho, la semana pasada cumplió 30 años en la misma empresa, que tiene una sensibilidad especial, ya que los socios han estado en diálisis. Todos los días se levanta a las siete de la mañana para acudir a su puesto de trabajo, y los días alternos que le corresponden, por la tarde, acude a la novena planta del Hospital Virgen de la Vega para la sesión de diálisis. Aunque es muy positivo, sí lamenta que los tratamientos hayan avanzado poco: “Cuando empecé en diálisis hace 40 años estaba cuatro horas en la máquina, y ahora sigo con el mismo tiempo, así que para mí los avances han sido pocos”, subraya.
Enfermo renal desde los 13 años
Su enfermedad renal se remonta a la edad de 13 años, momento en el que inició un tratamiento previo a la diálisis, a la que llegó dos años después. A los 18 fue trasplantado por primera vez, pero ese órgano solo cumplió su función durante un año y medio: “Empecé con un rechazo crónico que cada vez iba a peor, y al final volví a entrar en diálisis”, recuerda.
Tras otros cinco años con la máquina, de nuevo recibió un riñón trasplantado. Tampoco pudo ser, y los médicos comprobaron que su enfermedad renal de base “volvía al riñón trasplantado, una recidiva”. Desde entonces, Fila supo que no podría someterse a más trasplantes, algo que no suele suceder, ya que, de media, la duración de los mismos suele ser de entre 15 y 20 años. Fue en ese momento en el que Fila trató de hacer una vida más o menos normal, “y lo he conseguido, siendo positivo y teniendo mucha suerte”, admite. Además, repite a menudo lo de sentirse afortunado, porque en todo este tiempo no ha tenido ningún otro problema de salud grave.
Su nefrólogo insiste en que Fila no es un paciente tipo de la unidad, “es especial”. Por su parte, él considera que poder trabajar le ha ayudado, porque “te sientes útil, y eso es muy importante, porque puedes estar enfermo y ser útil a la sociedad, no eres un paciente que viene a diálisis y se va a casa, y eso me anima a tirar para adelante”. Otra de las lecciones que le ha dado la vida con esta enfermedad es a eliminar muchos problemas pequeños. “Soy una persona muy activa, que viaja mucho, he escrito un libro de relatos cortos, voy al cine cada semana, leo…”, confiesa.
Nunca ha sentido que su vida estuviese limitada por la enfermedad, ni por el hecho de tener que llevar un control estricto de la alimentación. “De mi Nefrología soy el que más sé, y sé cómo responde mi cuerpo”, admite. Fila comenta que a lo largo de estos 40 años se ha cuidado y ha hecho las cosas bien, “por eso llevo tanto tiempo”. Este veterano paciente de la unidad de diálisis no se centra en hablar mucho a la gente que entra nueva. “Yo no les digo nada, les canto, es una imagen, si ven que canto y estoy bien, por qué ellos no van a estarlo”, comenta.
Nueve años de diálisis en casa
En realidad, entre ellos hablan, y mucho, son como una familia. De hecho, Fila se enamoró de Paquita estando ambos con diálisis, y se casaron. “A ella la trasplantaron, y al año nos fuimos a casa con una máquina de diálisis. Estuvimos así nueve años”, relata. Pero Paquita falleció de un infarto cerebral y Fila no podía seguir con el tratamiento en su domicilio, así que volvió al hospital. El programa en el domicilio es minoritario, y, como precisa el nefrólogo, de los 120 pacientes actuales, solo tienen a un paciente con esta opción.
“La parte más triste es la gente que se queda en el camino; fallecen muchos, es lo más duro de venir al hospital, porque somos una familia, y que se muera parte de ella es terrible”, lamenta Fila. Durante las cuatro horas que dura cada sesión, se duerme un rato, escucha la radio, ve la televisión y charla con sus compañeros, además de cantar, claro. Y una de las mayores alegrías entre ellos es cuando a uno le trasplantan.
Y no es que Fila esté agradecido de estar en diálisis, pero gracias a ella asegura que ha conocido a gente increíble y especial, “además de eliminar problemas pequeños que surgen en la vida y que las personas se agobian por ellos”.
Se siente afortunado por la gente que le rodea, tanto en el hospital como en su trabajo y en su familia. Celebra que está vivo y, de forma especial, cada 5 de junio, que fue la fecha en la que inició la diálisis.
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