No ha levantado grandes edificios como la arquitecta que le hubiera gustado ser, pero los pequeños compuestos químicos que guarda en su nevera con capaces de ‘diseñar’ un mundo nuevo para las millones de personas afectadas en el mundo por enfermedades tropicales. La catedrática de Química Farmacéutica de la Universidad de Salamanca, Esther del Olmo (Melgar de Fernamental, Burgos, 1961), trabaja en la actualidad en síntesis química para la creación de nuevos medicamentos contra el zika, el dengue o las tricostrongilidosis ovinas, pero también ha puesto su granito de arena, incluso con la obtención patentes, contra la tuberculosis o el cáncer.
Resultados destacados a lo largo de su dilatada carrera investigadora que ahora también se vislumbran con este proyecto consorciado con la Universidad de León y el Instituto de Ganadería de Montaña, con el que se pretende poner fin a un grave problema para la cabaña ganadera ovina, no sólo en Castilla y León, sino en toda España y en el resto del mundo. Tiene también “un compuesto muy interesante” para trabajar contra el párkinson, pero es imposible asumir tantos proyectos. Por eso, defiende a capa y espada una mayor financiación para la investigación, sobre todo para asegurar estabilidad de los equipos, “con más becas para jóvenes investigadores y nuevos contratos” que los retengan en la Universidad.
Aunque le da “mucha alegría” que las personas que forma acaben en grandes industrias farmacéuticas, la catedrática también considera necesario buscar fórmulas para que esas grandes inversiones privadas pudieran impulsar todo lo que se hace en la investigación universitaria y que está listo para ser transferido a la sociedad.
Esta entrevista finaliza ante una resonancia magnética nuclear donde Esther del Olmo analiza uno de sus compuestos químicos. Un no parar. Así es la carrera investigadora, donde no hay tiempos, ni fichas, ni horarios, sólo plazos “que, además, no pones tú”, sino la propia naturaleza o la propia química o la propia Administración.
Con la sección ‘Ellas investigan, sin género de dudas’ comprobamos cada semana la gran actividad de las mujeres científicas en la Universidad de Salamanca, hoy de forma especial en un caso como el suyo, porque investiga e investiga muchísimo, con varios proyectos entre manos ahora mismo en enfermedades como el dengue, el zika, la leishmania o las tricostrongilidosis ovinas; pero además gestiona equipos y dirige, y dirige muchísimo: el Máster Universitario en Enfermedades Tropicales, el Programa de Doctorado de Desarrollo y Salud en los Trópicos y hasta un centro pionero y de referencia nacional, el CIETUS. Con su ejemplo, no cabe duda, ellas investigan, pero ¿es usted un rara avis?
No, evidentemente no, porque por fortuna tengo a mi lado a gente que trabaja y que trabaja muy bien, aunque es cierto que yo dedico mucho tiempo. He sido también directora en funciones durante medio año del Departamento de Química Farmacéutica en la Facultad de Farmacia de la USAL hasta que hubo elecciones el pasado día 21 de noviembre. Con todo, es verdad que trabajo unas 10 horas al día, pero con la suerte de compartir mis tareas con personas también muy implicadas, y que me han ayudado a lo largo de mi carrera; desde las personas que me formaron, como es el profesor Arturo San Feliciano, con quien hice mi tesina, mi tesis y con el que he seguido trabajando todos estos años; el doctor José Luis López Pérez, compañero del grupo de investigación; muchos otros profesores de la USAL y otras instituciones, y hasta los post-doctorados, doctorandos y estudiantes que han trabajado en los diferentes proyectos de investigación.
¿Ya podemos decir que en Ciencias de la Salud la igualdad se ha alcanzado hace tiempo, más si hablamos de investigación?
La respuesta es que no lo sé con precisión, pero sí nos acercamos bastante. De hecho, hay algunas ramas en las cuales predominan las mujeres, pero la verdad es que es muy difícil compaginar este trabajo con la tarea familiar.
En el conjunto de la Ciencia, los datos son concluyentes sobre la desventaja de la mujer y, como consecuencia, sigue habiendo movimientos en favor de la igualdad, como la campaña #oCientíficasoMadres, o entrevistas en las que mujeres científicas relatan cómo esas cargas familiares han ralentizado su carrera.
Evidentemente. Alguna vez, leyendo entrevistas de mujeres científicas, me ha llamado la atención que en muchos casos eran solteras sin hijos, porque la verdad es que la maternidad es un compromiso muy grande en un momento dado de tu carrera. Cuando uno se hace esa reflexión, muchas veces no es el momento, y cuando lo es, se necesita mucha ayuda, tanto psicológica como económica.
¿Cuál ha sido su caso?
Yo no tengo hijos, por diferentes azares de la vida; pero si me hubiera hecho el planteamiento, seguro que no hubiera encontrado el momento adecuado, y esto ocurre mucho en la investigación. Primero te gradúas, en mi caso Licenciatura, luego haces el máster, después el doctorado, más tarde una estancia posdoctoral… Tengo amigas que planificaron los hijos al acabar una cosa y antes de empezar otra, pero luego está también toda la tarea de cuidarlos.
¿La investigación y la maternidad son dos carreras de fondo con muchas incompatibilidades?
Es muy difícil compaginar ambas cosas. Los resultados en la Ciencia son a largo plazo, a no ser que tengas un golpe de suerte, pero siempre es una carrera de fondo.
¿Ya le gustaban los fármacos desde pequeña?
Me gustaba mucho la Bioquímica, pero tuve problemas para decidir a qué quería dedicarme. De hecho, al iniciar la investigación no sabía muy bien si decantarme por Farmacología, Bioquímica o Síntesis Orgánica. Es una elección que también depende de las posibilidades del departamento en cada momento y me puse en contacto con los catedráticos de esas disciplinas. Entonces, donde había mejor cabida era en Química Farmacéutica y estoy contenta de haberla elegido. Los investigadores dedicamos muchas horas, pero es porque nos gusta; trabajas sábados, domingos, vacaciones y a veces la gente de a pie no lo entiende, porque se necesita descansar y parece más cómodo tener un horario, pero nosotros no fichamos, planificamos nuestra vida a golpe de plazo, y los plazos no los ponemos nosotros.
No vea cómo la entiendo; los plazos en la actualidad son “SIEMPRE” o “TODO EL RATO”.
Como un médico dedicado a realizar trasplantes. Si la persona donante fallece a las dos de la mañana, hay que poner todo el operativo en marcha, aunque es verdad que los investigadores disponemos de una cierta programación. Tampoco hay que olvidar nuestros propios retos personales, te picas mucho. En mi caso, que se traduce en la obtención de compuestos químicos, a veces muy difíciles de conseguir, porque no salen incluso aplicando el protocolo, te ves obligada a innovar, y cuando lo consigues….
La satisfacción de una enorme vocación científica, que a veces viene incluso desde la más tierna infancia, ¿cuándo la descubrió?
En mi caso, no. Desde muy pequeña, yo lo que quería era ser arquitecta. Aunque no entendía nada, iba a la biblioteca de mi pueblo y sacaba libros de Arquitectura, me encantaba mirar los edificios. De hecho, yo elegí dibujo técnico en Secundaria porque quería hacer esa carrera. Cambié la elección por circunstancias familiares.
¿Las composiciones también tienen un poco de diseño?
Eso me decían, la química orgánica, con el 3D, tiene un poco de arquitectura; y sí, tiene bastante.
No ha sido como arquitecta, pero sí como miembro destacado que ha ido diseñando desde los cimientos lo que es hoy un centro pionero y de referencia estatal: el Centro de Investigación de Enfermedades Tropicales de la Universidad de Salamanca (CIETUS), que aglutina a profesores e investigadores de las áreas de Medicina, Parasitología, Microbiología y Química Farmacéutica, en su fundación, y ahora también de Salud Pública, Microbiología Médica y Antropología Médica…
Efectivamente, yo colaboro desde los inicios en este centro. En los 90 empecé a participar en proyectos de colaboración con diferentes redes latinoamericanas aglutinadas en el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). En una reunión que tuvo lugar en el año 2000 en Alicante, mi presentación sobre “compuestos con propiedades inmunomoduladoras” llamó la atención a un parasitólogo de la Universidad Complutense de Madrid, el Dr. Antonio Martínez, quien estaba empezando a colaborar con el Dr. Antonio Muro, de la USAL; ambos trabajaban en el desarrollo de diferentes vacunas antiparasitarias. Así iniciamos la colaboración en diferentes proyectos de investigación, que llevó a la elección de unos de mis compuestos en los protocolos de vacunación y dieron lugar a varias publicaciones científicas. Durante estos años de colaboración se gestó el Centro de Investigación en Enfermedades Tropicales –CIETUS-, que fue inaugurado en el año 2006, contando con la participación del Prof. Dr. Manuel Elkin Patarroyo, siendo el director el Dr. Antonio Muro; el subdirector, Miguel Cordero, y yo era la secretaria. Los cargos se han ido rotando, y con la jubilación del Dr. Cordero, pasé a ocupar la dirección del centro en febrero de este año.
“Para prevenir una enfermedad infecciosa,
lo mejor es tener una vacuna”
Fructíferas coincidencias, como ha demostrado el paso de los años…
Si, además coincidió con la creación de las redes de investigación a nivel nacional bajo el auspicio del Instituto Nacional de Salud Carlos III. Primeramente, nuestro grupo de investigación participó en la RIS (Red de Investigación en Sida) y después en la Red de Investigación Cooperativa en Enfermedades Tropicales (RICET). Posteriormente, el Ministerio publicó la ley de incompatibilidades y tuvimos que optar por permanecer en una de ellas. Decidimos continuar en la RICET porque teníamos más trabajos en ese campo y le veíamos más proyección de futuro.
Único en Castilla y León, pionero en España y parece más necesario que nunca con la aparición de enfermedades infecciosas emergentes, que incluso en España parecían erradicadas, como consecuencia de la globalización…
Globalización, movimientos de personas, movimientos de alimentos… También por el cambio climático. Mosquitos que no teníamos antes llegan a nuestra región y son portadores de estas enfermedades. Realmente es un centro de referencia en Castilla y León; existen otros centros en el país, como es el Centro Nacional de Medicina Tropical dependiente del ISCIII o el Instituto de Parasitología y Biomedicina López Neyra en Granada –IPBLN-.
¿Es tan grande la amenaza como parece en las enfermedades tropicales?
Son ciclos. Sí es cierto que hay mayor incidencia que antes de determinadas enfermedades tropicales. Pero malaria ya hubo en España, y se erradicó; hace años también era frecuente contraer tenia, la teniasis, y hoy en día, gracias a los controles sanitarios de los alimentos, está controlado. ¿Amenaza? Siempre hay amenazas nuevas. Cuando apareció el virus del sida en los 80 era totalmente nuevo, luego surgió el zika… Siempre hay algo que nos va a sorprender, pero afortunadamente la Ciencia avanza y buscaremos soluciones. No hay que estar aterrados.
Expertos de la talla internacional de Mariano García Blanco, que participó en el último congreso IPAP, hablaban de una pandemia global muy peligrosa que iba a llegar tarde o temprano.
Aparte de esa amenaza global que está ahí, hay otros factores importantes que debemos tener en cuenta, como es el abuso de los antibióticos. A principios del siglo XIX, en España y en otros muchos lugares no había estos fármacos, y la gente se moría de tuberculosis, por ejemplo. Ahora sigue habiendo bacterias y virus a nuestro alrededor, pero afortunadamente tenemos los medicamentos disponibles. Pero como se ha hecho un uso descontrolado de ellos, se han generado resistencias, y surge un problema nuevo.
“Hacemos maravillas con el dinero que conseguimos y el personal
que tenemos. Se necesitarían más investigadores,
más dinero para proyectos de investigación
y más becas para formar a estudiantes”
Recordando también a Miguel Cordero, en su última entrevista para la revista Salamanca Médica hablaba de que no estamos preparados para una pandemia así, no sólo porque haya muchas bacterias que se han hecho resistentes, sino porque no tenemos suficiente formación para actuar, ni tampoco suficientes medios. ¿Qué nos falta para hacer frente a ese reto de las enfermedades emergentes?
Pregunta complicada, pero medios es verdad que nos faltan bastantes. Si hablamos de investigación, para abordar algunas enfermedades necesitamos avanzar en técnicas de diagnóstico. En algunos casos tenemos pruebas rápidas y eficaces, pero en otros se requieren técnicas más adecuadas. En cuanto a tratamientos, también hay que mejorar, porque en algunas enfermedades, a pesar de todo lo que se investiga, se utiliza un arsenal terapéutico muy antiguo que produce muchos efectos secundarios. Hay muchas moléculas nuevas para poder desarrollar fármacos, pero que lleguen a la estantería de la oficina de farmacia es otra cuestión. Se investiga muchísimo, lo que pasa es que es muy difícil desarrollar el fármaco, a pesar de que en la actualidad existan muchísimas herramientas que antes no había, ordenadores, programas de diseño, ensayos virtuales… Muchas opciones complementarias.
Se investiga mucho, se avanza mucho, pero nos falta un salto cualitativo en el que nos perdemos para que haya más innovación y renovación en medicamentos.
Se debería dotar de más dinero a todo este proceso. Los investigadores nos esforzamos mucho en presentar proyectos nuevos y competitivos, pero muchos no se financian. Sin dinero, no vamos a ningún lado, por muchas ideas que tengamos. Es un problema importante; por un lado, la falta de financiación en investigación básica, que es fundamental, y luego, para el desarrollo de los fármacos, con nuevas técnicas y equipos adecuados.
Investigación básica que, en muchos casos, es inmediatamente aplicable y determinante, como el proyecto que se ha presentado recientemente en la USAL sobre el mayor estudio genómico de los gusanos, coordinado en España precisamente por Antonio Muro, y al que usted acompañó en la presentación.
Este proyecto es muy, muy importante y tendrá muchísima repercusión. Pero observa que estamos hablando de un largo proceso: Antonio Muro hizo su primer contacto para este proyecto durante su estancia en el Wellcome Sanger Institute de Cambridge en 2008, y ese estudio se publica ahora, fíjate cuánto tiempo y cuánta gente ha contribuido a esta investigación tan relevante.
¿No es lo más habitual?
Lo normal, con mucha suerte, es tener un proyecto de investigación a 3-4 años, y en ese tiempo tienes que haber realizado al menos una publicación por año, haber formado a un doctor y llevar la gestión al día. Y, por supuesto, realizar tareas docentes de grado, doctorado… Hacemos maravillas con el dinero que nos dan y el personal que tenemos. Se necesitarían más investigadores y más becas para estudiantes que se formen, porque hay mucha gente interesada, pero claro, sin dinero…
No hay repuesto, todas las investigadoras lo dicen, y no tienen tiempo para investigar todo lo que ustedes querrían, por no hablar de las tareas burocráticas. Es una situación grave para el futuro que invita a la reflexión a quien corresponda.
Yo doy prácticas, escribo proyectos, redacto publicaciones, realizo comunicaciones para congresos y muchísimas tareas de gestión. ¿Me ayuda alguien? Pues no todo lo que se necesitaría. Los estudiantes acaban y se van, como mucho consiguen una beca de doctorado, algo bastante complicado. No hay estabilización. Durante toda mi trayectoria, y fui titular relativamente joven, en el año 92, me he pasado formando a jóvenes, casi 30 años, y no tengo prácticamente a nadie estable conmigo. Con el paso de los años, físicamente no se tiene la capacidad de antes, y tienes que realizar muchas tareas.
Como decía también Ana Rosa Delgado en la última entrevista de Ellas Investigan. Sin género de dudas, la pena que da, además, formar a jóvenes en la universidad pública, con dinero público y que se vayan…
En nuestro caso, se van a la industria farmacéutica, pero bueno, eso también supone una satisfacción para el profesor. El decir, a este investigador lo he formado yo y lo he formado bien; comprobar que han tenido un buen futuro nos alegra bastante a los profesores.
Gusanos y mosquitos que infectan al ser humano, en muchos casos generando enfermedades graves y mortales. Su actividad investigadora es de lo más necesaria…
Normalmente, yo sintetizo compuestos que podrían ser aplicados en el tratamiento de diferentes enfermedades tropicales y se los envío a los grupos de investigación que realizan ensayos in vitro y/o in vivo para probar su eficacia, como en el caso de la leishmania (“se estima que unos 12 millones de humanos padecen leishmaniasis hoy en día infectados por la picadura de un mosquito”), malaria (“con unos 500 millones de casos en el mundo”), chagas (“enfermedad también causada por un parásito y diseminada por insectos que se alimentan de sangre”), dengue, zika… No he participado directamente en este estudio de Antonio Muro sobre Strongyloides, ni en demasiados estudios sobre helmintos que infectan a los humanos; pero justo ahora sí tengo un proyecto nacional muy conectado; es de gusanos, pero que infectan a las ovejas.
“Los resultados en la ciencia normalmente son
a largo plazo, a no ser que tengas un golpe de suerte,
pero siempre es una carrera de fondo”
Control de las tricostrongilidosis ovinas: diseño, sintesis y ensayos clínicos de eficacia de nuevas moléculas de accion antihelmíntica, financiado, además, por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO).
Es un proyecto consorciado con la Universidad de León y el Instituto de Ganadería de la Montaña, que es donde se hacen los ensayos. Estos gusanos parasitan a las ovejas y, debido a las particularidades del estómago en rumiantes, se fijan a una de sus partes; en consecuencia, los animales no cogen peso, disminuye la producción de leche, la lana es de baja calidad y no se puede comercializar. La verdad es que se trata de un problema importante desde el punto de vista económico. No hay muchos fármacos disponibles en el arsenal terapéutico, y debido al mal uso se han generado resistencias incluso a los medicamentos más recientes, como la ivermectina o el monopantel, quedando pocas alternativas. Además, no es sólo un problema de Castilla y León, que es una pequeña representación de la cabaña ovina de todo el territorio nacional, también lo sufren en Europa y en todo el mundo, de forma especial en países de gran tradición lanar, como Argentina o Australia.
¿Cuál es su aportación?
En primer lugar, se hizo una prospección de actividad sobre compuestos de diferentes familias que teníamos en stock. De siete familias estructurales diferentes, dos compuestos pertenecientes a familias diferentes mostraron buenos resultados contra estos gusanos, incluso en cepas resistentes. Este es el hilo del que tiras para empezar a realizar modificaciones en varios puntos de la molécula; actualmente tenemos muy buenos candidatos. Estamos al final del segundo año, y se han enviado más de 80 compuestos para realizar ensayos de actividad.
¿Para poder tener un fármaco que solucione ese grave problema de la cabaña ovina?
Sí, pero teniendo siempre en cuenta que para desarrollar un fármaco probablemente haya que ensayar con 2.000 o con 6.000, por poner una cifra. Primero hay que ensayar in vitro, y si hay buenos resultados, se ensaya ya con las ovejas; en este caso, porque en otros se pasa antes por los ratones. Se está realizando en cepas in vitro sensibles al fármaco con los gusanos obtenidos de las ovejas, y también en cepas resistentes; ya hemos visto incluso algún caso de algún compuesto que funciona mejor en la cepa resistente que en la sensible, y eso está muy bien. Pero para llegar a un fármaco hay que pasar muchos filtros, hay que estudiar la toxicidad del compuesto, la forma de administrar, calcular la dosis, la posología… Ya son estudios que se escapan a la síntesis de las moléculas que yo hago, pero éste es el inicio…
Más que el inicio, diría yo: ya hay diseño, síntesis y ensayos…
Si, va todo casi de forma paralela. Cada cierto tiempo yo envío una remesa de compuestos a los grupos de León que hacen los ensayos y me dicen si la modificación que he hecho es favorable para tener una buena actividad o no; si no sirve, tengo que ir por otro lado. Es un trabajo continuo, pero también hay que poner un plazo máximo para llegar a un modelo estándar si observamos que el compuesto actúa sobre la forma de huevo o larva del gusano. Hay que llegar a un resultado óptimo, teniendo en cuenta, además, que puede haber compuestos muy potentes, pero que no son buenos fármacos, por ejemplo, porque no son estables vía oral, que es la vía de administración más frecuente. En definitiva, hay que pasar muchos filtros, llegar a un fármaco es un proceso muy complejo.
Da la sensación de que, en este caso, la investigación va por muy buen camino. En la actualidad trabaja también en el proyecto Aislamiento y síntesis de metabolitos de plantas medicinales de la península del Yucatán, y evaluación in vitro e in vivo de su actividad leishmanicida, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de México.
Es un proyecto destacado que se aborda, además, desde el producto natural del propio país contra una enfermedad, la leishmaniasis, con millones de afectados. Se trata de identificar el compuesto activo de estas plantas medicinales, que son utilizadas en la medicina tradicional del país y llegar a administrarlo adecuadamente en ratones. Uno de los investigadores de México realizó una estancia el año pasado en el Departamento de Ciencias Farmacéuticas, poniendo a punto la síntesis de uno de los compuestos activos para poder disponer de cantidades importantes del mismo cara a la realización de los ensayos en ratones.
Suena fantástico.
Se trata de aplicar a la parte de la planta objeto de estudio unos protocolos específicos para aislar las moléculas presentes, purificarlas, caracterizarlas fisicoquímicamente, luego ensayarlas y comprobar si tiene la misma actividad que el extracto inicial de la planta, más o menos, y saber exactamente cuál es el compuesto responsable de la actividad que estamos estudiando. Todo ese proceso ya está realizado; yo he colaborado poniendo a punto el proceso de obtención de uno de los compuestos activos. La leishmania necesita un mosquito vector, que en la Península Ibérica no existe, pero sí en África y en América, y genera diferentes tipos de enfermedad, desde la cutánea, más o menos molesta si tienes concomitancia con otras enfermedades; pero también hay otra variedad fatal, la leishmania visceral, con elevada mortalidad en países como India o Brasil.
¿Y no hay medicamentos para combatirla?
Hay muy pocos, son muy antiguos y tóxicos. El objetivo es mejorarlos.
Además, con la base de los productos naturales, sobre los que también tiene estudios y publicaciones. Los ha seguido de cerca desde el principio, desde la pulicania paludosa, la planta que eligió como base para su tesis.
Sí, mi tema de doctorado era precisamente el estudio de esa planta, que es endémica de Castilla y León, y concretamente de Salamanca. En aquel momento hacíamos fitoquímica pura, es decir, identificar los compuestos de la planta, antes de relacionarlos con su posible actividad. Ya en el postdoctorado, empecé con la síntesis química más a fondo y la mejora de la actividad de productos naturales; y a lo largo de mi carrera me he seguido formando en este ámbito, también por la relación constante que hemos tenido desde el Departamento con Latinoamérica, en numerosos países como México, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Argentina, Chile o Perú. Hemos estudiado plantas de todos esos países en el ámbito del CYTED, hemos participado en sus proyectos como expertos en Química Farmacéutica y hemos impartido cursos de formación en Química Médica y determinación estructural, a veces a lo largo de una semana maratoniana en la que conjugas las clases con la resolución de dudas, y las prácticas…
¿Los fármacos siempre están en la naturaleza?
No siempre, pero sí es una fuente importante en la obtención de fármacos. Aproximadamente el 50% de nuestro arsenal terapéutico es de origen natural, tal cual o mejorado químicamente. Por ejemplo, fármacos como el etopósido se utiliza para el tratamiento del cáncer por su capacidad para inhibir la multiplicación de las células tumorales, y es una podofilina semisintética derivada de la podofilotoxina obtenida de especies de Podophyllum. Muchas veces los productos naturales presentan diferentes limitaciones, como que no se absorben bien o se degrada el pH del estómago, y para eso está la química, para modificar algunas partes y soslayar esos problemas.
Eso es maravilloso, y con evidencia científica, porque luego está la otra parte de la llamada Medicina natural, no sólo los remedios tradicionales, como el eucalipto para la tos o el aguacate para el colesterol, sino los chamanes que te rocían con plantas. Ahí está la lucha de los profesionales sanitarios contra las pseudociencias…
Efectivamente, debemos ir a los hechos constatados. Pero en este conflicto con las pseudociencias hay que tener en cuenta que cuando una persona está desahuciada, por ejemplo por un cáncer, y te dicen que ya no se puede hacer nada, que no hay operación, que no es posible la quimioterapia, ni la radioterapia… si alguien te da un mínimo de esperanza, lo vas a intentar. Hablamos de situaciones al límite.
“Los investigadores dedicamos muchas horas a la investigación,
pero es porque nos gusta; nosotros no fichamos, pero tenemos
numerosos plazos que nos marcan el ritmo de trabajo”
La Ciencia como proceso antes de disponer de un resultado definitivo. ¿Dar el fármaco natural a mitad del proceso de modificación o adaptación no sirve?
Hay compuestos naturales que se pueden utilizar tal cual, y otros que hay que mejorarlos, eso depende. Ahí está el caso de la quinina contra la malaria, que incluso se sigue utilizando hoy en día de forma natural. Cuando los españoles llegaron a América, se morían de malaria; los nativos conocían la propiedades curativas de la corteza de los árboles de quina para salvarlos. Luego, gracias a los conocimientos de la medicina tradicional de allí y del trabajo de muchos científicos, se han logrado otros medicamentos sintéticos más eficaces.
No existe tampoco un tratamiento específico y definitivo para el dengue, que no es muy grave en la mayoría de los casos, pero sí puede derivar en fiebre hemorrágica y poner la vida en peligro. Actualmente también trabaja en el proyecto Antivirales para dengue. Evaluación de mecanismos de acción de productos semi-sintéticos activos empleando modelos in vitro, en este caso, financiado por COLCIENCIAS en Colombia.
También es producto de toda la relación previamente establecida con estos países latinoamericanos y, en especial, de un proyecto amplio del CYTED que yo coordiné, con participación también de Portugal y seis países americanos, para el hallazgo de nuevos compuestos eficaces para el tratamiento de la tuberculosis. En esta colaboración con Colombia, trabajamos varios investigadores del Departamento de Ciencias Farmacéuticas aportando compuestos de tipo lignano y de tipo quinónico, algunos estaban en stock y otros son compuestos nuevos. De las remesas enviadas, se han seleccionado dos compuestos, y actualmente estamos haciendo modificaciones de la estructura con ese fin de luchar contra el dengue. Es todavía muy preliminar. Otro proyecto similar a éste es uno para el zika que utiliza los mismos compuestos.
Para un ciudadano de a pie puede resultar increíble esta especie de milagro de la química que sucede cada día en los laboratorios de la Facultad de Farmacia de Salamanca, como en muchas otras de otros muchos lugares. ¿Cómo es el proceso?
En primer lugar, partimos de identificar o conocer la diana terapéutica a la queremos llegar y del mecanismo de acción del compuesto; es decir, dónde actúa ese compuesto y si llega realmente a esa diana, por ejemplo, una proteína, como es el caso del estudio de los gusanos en las ovejas. El taxol (“o taxanos obtenidos del tejo”) se utiliza para tratar determinados tipos de cáncer y actúa sobre una parte de la tubulina; se conocen varios compuestos que actúan sobre el sitio de colchicina. Cuando conoces la diana sobre la que quieres trabajar, haciendo docking y modelado molecular con programas de ordenador específicos, puedes diseñar cómo encajar los compuestos con ella. Con una herramienta específica, dibujas la molécula, la encajas en la diana y vas viendo si se adapta al espacio o no, estableciendo unos mínimos de tamaños, cargas positivas o negativas, interacciones… Luego tienes que establecer una estrategia de síntesis para obtener los compuestos y ver de qué reactivos comerciales puedes disponer.
“Existen numerosas bacterias y virus a nuestro alrededor,
pero afortunadamente tenemos medicamentos disponibles.
Su uso descontrolado ha generado resistencias, limitando la eficacia
de los medicamentos disponibles y generando un problema nuevo”
En definitiva, yo tengo una estructura determinada y tengo que ver qué compuestos comerciales puedo comprar para partir y hasta dónde tengo que llegar. Eso implica un diseño y una estrategia de síntesis para realizarla en el laboratorio, muchas veces con protocolos conocidos, pero que no funcionan adecuadamente y hay que ponerlos a punto, a veces tardas hasta un mes. Luego llegas a la molécula y la tienes que identificar adecuadamente, de manera inequívoca, con técnicas y herramientas para ello; en nuestro caso, la resonancia magnética nuclear es una herramienta muy valiosa. Cuando está pura, la enviamos a ensayar, y ya viene el primer filtro: si es activa vamos en la buena dirección. Pero claro, que funcione en vitro no significa que funcione en vivo. En el caso de los compuestos en el estudio de ovino, los resultados en principio son buenos, ojalá en los tres años de proyecto podamos tener algún compuesto excelente, sería muy gratificante para los grupos de investigación implicados, para las ovejas de Castilla y León y para el conjunto de la cabaña ovina.
A lo largo de su carrera ya conoce avances espectaculares, incluso con patentes, en agentes antituberculosos y en compuestos antineoplásicos, que se usan en quimioterapia contra el cáncer, pero también ha investigado en anti inflamatorios, asma….
En primer lugar, trabajé en agentes antiinflamatorios inhibidores de fosfoslipasas A2, durante mi estancia postdoctoral en la Escuela de Farmacia de Londres, y a mi regreso a la USAL, obtuvimos un proyecto europeo en este ámbito. Se hicieron ensayos en Valencia y se vio que algunos de los compuestos eran muy buenos para combatir la candidiasis en ratones. Variantes de estos compuestos son utilizadas por el Dr. Muro en sus protocolos de vacunación. De aquel proyecto derivaron compuestos con buenas propiedades para el tratamiento de la tuberculosis in vitro, y que fueron patentados. Participo también en el desarrollo de una patente sobre compuestos con aplicación en cáncer, en colaboración con la empresa PharmaMar.
¿La colaboración con empresas podría ser fundamental en un campo como el de la Bioquímica Farmacéutica?
Existen algunos convenios universidad-empresa, pero no suficientes. En nuestro caso, es un problema, porque en Salamanca no hay industrias farmacéuticas y tampoco muchas en Castilla y León. Hemos trabajado con BioMar, PharmaMar, tuvimos un proyecto para el desarrollo de compuestos con propiedades antiadrenérgicas con Faes-Farma…
Podría ser una buena vía para esa financiación tan necesaria, pero en España ¿sigue siendo una asignatura pendiente que haya más mecenazgo o más contratos con la empresa privada?
De hecho, en la Universidad existen diferentes tipos de proyectos; hay convocatorias públicas y convenios con empresas. Si hay una industria interesada en que obtengas algún compuesto para su uso, se llega a un acuerdo de confidencialidad y económico, con la financiación se costea los gastos de obtención de los compuestos y se puede pagar a una persona para que trabaje en ello. Además del prestigio para el científico, presenta ventaja la disposición del dinero mas flexiblemente, para el pago en una publicación científica, por ejemplo. Hay más flexibilidad que en los concursos públicos, donde hay que asignar muy específicamente las partidas.
Al final, los jóvenes que se han formado se los queda la industria, pero ¿la industria también podría contratar a la Universidad?
La diferencia es que la industria tiene que ir a objetivos concretos y en un tiempo récord, y para ello a veces se basan en resultados que obtenidos los investigadores de la Universidad. Nosotros hemos empleado un tiempo importante, y hemos avanzado mucho, pero, por ejemplo, si yo consigo contribuir a generar un fármaco para estos parásitos del ovino sería buenísimo para el grupo de investigación, para la Universidad, para el consorcio, para las ovejas y para los ganaderos, pero si no llego a nada, no he tenido suerte, no he ido en la dirección correcta y no pasa nada más. Eso la industria no se lo puede permitir.
Pero ese conocimiento a veces se aprovecha por otros que acaban ganando mucho dinero, cuando sería más ético invertir en esos investigadores para que continúen el proyecto y lo transfieran a la sociedad con el apoyo de la industria…
Siempre que sale el tema universidad-empresa, concluimos que hay un hueco, un espacio vacío donde hace falta tender puentes. Una frase que suena muy bien, pero la mentalidad de empresa es muy diferente a la mentalidad de universidad. Nosotros no tenemos mentalidad de empresa.
Y no la deben tener, son científicos… Pero alguien deberá tender esos puentes, que sí parecen necesarios.
La Universidad tiene sus mecanismos y sus agencias que dan apoyo a los investigadores. Por ejemplo, nosotros tenemos unas moléculas que son bastante buenas en ensayos preliminares in vitro para el tratamiento del párkinson; para ello nos ponemos en contacto con la OTRI de la Universidad, que a su vez nos pone en contacto con empresas interesadas en ese campo.
Me llama mucho la atención el hecho de que mencione que tiene moléculas por aquí y por allá y, además, tan valiosas, como una especie de muestrario listo para ofrecer. ¿Dónde las tiene?
(Risas) En la cabeza; en los 90, cuando se pusieron de moda las quimiotecas, algunos científicos iban con sus colecciones de compuestos ofertándolas para realizar ensayos…
Tiene también un papel relevante en la docencia, no sólo por las clases en la Facultad de Farmacia, también como directora del Máster Universitario en Enfermedades Tropicales y del Programa de Doctorado de Desarrollo y Salud en los Trópicos. ¿Tenemos asegurado el futuro investigador?
Sí, los jóvenes están muy preparados; los estudiantes están motivados y concienciados de que tienen que formarse, tienen iniciativa, pero volvemos al mismo problema que venimos señalando. El estudiante se gradúa, hace un máster y ahí se para. La cantidad de licenciados/graduados que tenemos haciendo cosas ajenas a su especialización es tremenda, porque no hay empleo, ni en la universidad, ni en la industria, ni en centros tecnológicos. Hoy más que nunca hay gente muy preparada, pero que no puede desarrollar su carrera.
Es muy relevante lo que dice, porque también se habla de un sistema educativo que está derivando a la universidad a jóvenes sin las competencias mínimas, como es leer y entender un texto científico.
Yo me refiero al final de la formación. Porque es verdad que hay mucha diferencia entre mi generación y los estudiantes de hoy en día. Antes se venía con una base más sólida, y eso es fundamental: con una base sólida, después ya te especializas en lo que consideres. Además, ahora con las enseñanzas on-line, hay ofertas de todo tipo de cursos, aunque haya que mirarlos con pinzas; los libros actuales… Hay unas herramientas increíbles, tanto bibliográficas como tecnológicas, para completar la formación.
Después de todo ese proceso, donde sí tenemos ya gente preparada, ¿qué hacemos para que ese repuesto sea real?
Actualmente, existen unas convocatorias tanto de la Junta de Castilla y León como del Ministerio sobre ayudas destinadas a financiar la contratación de personal técnico de apoyo a la investigación, que son muy valiosas. Están dirigidas a Graduados y técnicos para facilitar su entrada en universidades o industrias con un contrato dce dos años para seguir formándose mientras trabaja. Creo que es una alternativa muy buena, pero no hay muchas como éstas. Se necesita una infraestructura que genere más empleo.
“Hay compuestos naturales que han de utilizarse tal cual
se encuentran en la naturaleza y otros cuyas propiedades
físico-químicas es necesario mejorar antes de administrarlos”
Una estrategia más a largo plazo para crear un corpus de investigadores, porque a ustedes nos les da la vida con la investigación, la docencia, la gestión…
Como profesor universitario te pagan fundamentalmente para formar a estudiantes que ingresan en las diferentes carreras universitarias, que por supuesto, es una tarea muy importante, transmitir los conocimientos a los alumnos tanto a nivel de grado como de post-grado. Nuestra actividad principal es la docente propiamente dicha, pero yo destino mayor número de horas a la investigación, aparte de la gestión, claro.
Siendo catedrática desde mayo, ¿no baja un poco la presión docente?
La gente me dice eso, que como soy catedrática daré menos horas de clases, y les respondo con lo equivocados que están; sigo haciendo exactamente lo mismo, incluso más. En nuestro departamento éramos 13 profesores de plantilla, y ahora somos diez, mientras las asignaturas son las mismas y el número de alumnos más o menos los mismos.
Esto es un poco incomprensible.
En los últimos años ha fallado la tasa de reposición, se han jubilado cinco profesores en los últimos tiempos, y sólo se han dotado dos plazas de profesor ayudante recientemente.
¿Cómo surgió el Máster de enfermedades tropicales?
Ya había un programa de doctorado previo en enfermedades tropicales, con la adaptación de los estudios universitarios al espacio europeo de educación superior se implantaron los títulos de Máster, entre ellos el de Enfermedades Tropicales que comenzó a impartirse en el curso 2010-2011, donde además colaboran médicos, antropólogos y psicólogos. Algunos de los profesores han realizado trabajo de campo de Etiopia, Camerún, Brasil, etc.
¿Qué aceptación tiene?
Es el único de Castilla y León y tiene una gran acogida, aunque es verdad que se necesita un perfil determinado relacionado con las Ciencias de la Salud. Últimamente han surgido varios proyectos parecidos a éste en el territorio nacional, lo que puede, en principio, minimizar el número de alumnos que se matriculan. Nosotros tenemos un programa atractivo que combina la teoría, las prácticas y una buena parte de la investigación. Tenemos mucha demanda por parte de médicos y enfermeras en activo; la docencia es siempre en horario de tarde y presencial, y para compaginar el trabajo con la realización del máster, han de vivir cerca. Todos los años recibo llamadas de personas interesadas en cursar el Máster de forma semi-presencial, lo hemos valorado muchas veces, incluso hubo un proyecto de adaptación con grabaciones de clases incluidas, pero no está finalizado, estamos trabajando en ello. Hay que valorar que nosotros tenemos un componente importante de trabajo de laboratorio, con realización de ensayos, etc.
Para terminar, cuáles son los retos a nivel global ante los fármacos que se ponen en tela de juicio continuamente, desde los movimientos anti vacunas hasta la aparición de productos sanitarios con fallos, la retirada masiva de medicamentos por alertas o los efectos secundarios de muchos anticancerígenos que provocan rechazo incluso en algunos pacientes. Problemas que se pueden entender en un proceso tan complejo, pero que para la opinión pública suponen alarma y desconfianza.
Para la prevención de una enfermedad infecciosa, lo mejor es tener una vacuna. Cuando no es posible, tenemos que acudir a un medicamento y realmente en este sentido se ha avanzado enormemente: cuando te duele la cabeza, te tomas un paracetamol y se te quita, o si tienes una infección de garganta, te tomas un antibiótico para combatirla. Otra cosa es el abuso, o el mal uso que se hace de ellos; el médico dice: “Tómese amoxicilina siete días”, y al tercero, como te encuentras bien, lo dejas de tomar. No somos conscientes de los problemas que conlleva esta práctica. Sobre la retirada de medicamentos, lo más importante es saber que cuando un compuesto se pone en la oficina de farmacia tiene unos controles de calidad muy probados. Es cierto que en determinadas situaciones, por ejemplo ante una enfermedad rara, si no hay nada disponible, se pueden administrar fármacos que no han superado todas las fases de control, pero porque no hay nada más.
“La industria tiene que ir a objetivos claros y en un tiempo récord,
y para ello muchas veces se basan en los resultados que han obtenido
los investigadores de la Universidad”
Los medicamentos nos han alargado la vida y nos han mejorado la calidad de vida. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero en este caso hay que poner los términos en su justa medida. Es verdad que con cierta frecuencia, nos informan de la retirada de algún medicamento debido a algún efecto no deseado que no se conocía con anterioridad, pero como acabo de indicar, cuando un compuesto se pone en la oficina de farmacia tiene unos controles de calidad muy probados. Pongo un ejemplo: se retiraron algunos fármacos utilizados para reducir los niveles de colesterol en sangre porque producían fragilidad en los tendones, si la persona no los hubiera tomado quizá hubiera sufrido un problema cardiovascular importante.
Si hablamos de cáncer, estamos ganamos la batalla por la investigación y los continuos ensayos clínicos, pese a que sean fármacos con muchas contraindicaciones…
Hablar de cáncer es hablar de varias enfermedades con particularidades distintas. Llevamos muchos años investigando en este sentido y se han realizado logros muy importantes, también es cierto que ha aumentado considerablemente el número de personas afectadas por cáncer. Concretamente, en mi familia hay un índice muy elevado de cáncer de mama, vivimos este problema de modo muy cercano. Si alguna vez te dicen que te han detectado la enfermedad en un estadio avanzado y que sólo existe un medicamento en estudio a ver si funciona, te lo vas a tomar, y después ya se analizarán los efectos secundarios. Para conocerlos, además, hay que probarlos en muchas personas, porque no funcionarán en todas de la misma manera. Con los medicamentos biotecnológicos se están consiguiendo grandes logros en muchas áreas. Hay que pensar que en los años 80 la gente se moría de sida, todos estábamos asustados y nadie sabía exactamente cómo se contraía y cómo atacar al virus; después llegaron los antirretrovirales y ahora los jóvenes se creen que es una enfermedad de viejos. Pero, cuidado, de momento es una enfermedad crónica con medicamentos que tienen muchos efectos secundarios, aunque, por fortuna, nadie se muere, a no ser que tenga otras complicaciones, y se sigue buscando una vacuna a pesar de lo muchísimo que se ha investigado. Ahí está un ejemplo claro de la relación y la importancia de los fármacos.
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