Una de las complicaciones asociadas de la COVID-19 es el desarrollo de trombos en los pacientes. Algunos estudios relacionaban este fenómeno con unos anticuerpos, los antifosfolípidos, que causan un síndrome en el que la sangre tiende a coagularse. Un equipo de investigación liderado por la Universidad Complutense de Madrid y por el Hospital Universitario Gregorio Marañón. concluye que estos anticuerpos no se encuentran elevados en pacientes con el virus, descartando así su implicación en la generación de trombos.
Estos anticuerpos los genera el sistema inmunitario y tienden a que la sangre se coagule en lo que se conoce como síndrome antifosfolípido. En los primeros casos de COVID-19 y trombosis se describió como hallazgo frecuente la presencia de trombopenia (plaquetas bajas) y elevación del dímero D, un marcador de la coagulación.
“Como estos marcadores se encuentran también alterados en el síndrome antifosfolípido, se sugirió que esa podría ser la causa de trombosis en COVID-19. Nuestro estudio viene a demostrar que no, que los anticuerpos antifosfolípidos no están implicados”, resuelve Pablo Demelo Rodríguez, investigador del Departamento de Medicina de la UCM y médico de la Unidad de Enfermedad Tromboembólica Venosa del Hospital Universitario Gregorio Marañón.
El estudio se llevó a cabo durante el punto más álgido de la pandemia en nuestro país, de marzo a abril, en una muestra de 24 pacientes. “Seleccionamos a todas aquellas personas con diagnóstico de trombosis, ya sea trombosis venosa profunda o embolia pulmonar, confirmado por pruebas objetivas”, añade Demelo.
A pesar de limitaciones como el tamaño de la muestra o la falta de repetición de una segunda prueba a los tres meses, los resultados fueron unánimes en el descarte de los anticuerpos antifosfolípidos en el desarrollo de trombos. El siguiente paso en la investigación, según el investigador de la UCM, sería realizar el mismo análisis en pacientes que han sufrido una trombosis arterial, pues no se incluyeron en este estudio.
Anticoagulantes de acción directa para tratar el tromboembolismo pulmonar
Para trata esta enfermedad, agravada en pacientes con COVID-19, La Sociedad Española de Cardiología (SEC) apoya el uso de anticoagulantes de acción directa (ACOD) como tratamiento de elección para la enfermedad tromboembólica venosa (ETEV), siguiendo la línea de las Guías de práctica clínica para el diagnóstico y manejo del embolismo pulmonar agudo, publicadas en 2019 por la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) y la Sociedad Europea de Respiratorio (ERS).
La ETEV se posiciona como la tercera causa de síndrome cardiovascular agudo, tras el infarto de miocardio y el ictus. Esta enfermedad incluye la trombosis venosa profunda (un coágulo sanguíneo que se forma en una vena profunda del cuerpo, habitualmente en piernas o muslos) y el tromboembolismo pulmonar (causado por un coágulo que ocluye o tapona una parte del territorio arterial que va del corazón a los pulmones). La incidencia anual de la primera, según los registros europeos de 2019, es de entre 39-115 casos por cada 100.000 habitantes y la de la segunda se sitúa entre 53 y 162 casos por cada 100.000 habitantes.
“En los últimos años se había observado una tendencia al aumento progresivo de la incidencia de enfermedad tromboembólica venosa. Esta tendencia va a sufrir, con toda probabilidad, un incremento brusco en relación con la pandemia de la COVID-19, ya que se ha objetivado una asociación clara con un aumento de los eventos trombóticos”, apunta la Dra. María Lázaro Salvador, coordinadora del Grupo de Circulación Pulmonar de la SEC. Por ello es “todavía más importante y urgente ofrecer a los pacientes el tratamiento óptimo en cada caso”, concluye la especialista.
Las opciones terapéuticas disponibles a día de hoy son:
• Los antagonistas de la vitamina K (AVK), acenocumarol-Sintrom- o warfarina –Aldocumar-, requieren controles periódicos para ajustar las dosis, lo que obliga a los pacientes a desplazarse a los centros de atención primaria al menos una vez al mes.
• Las heparinas de bajo peso molecular (HBPM) se inyectan por vía subcutánea. El coste es de aproximadamente 300 € al mes, dependiendo del peso del paciente.
• Los ACODs (Rivaroxabán, Apixabán, Dabigatrán y Edoxabán) se administran vía oral, no requieren monitorización para el ajuste de dosis, presentan menos interacciones farmacológicas que los AVK y su precio es de unos 85 € al mes.
En el contexto actual de pandemia de la COVID-19, para evitar desplazamientos al realizar los controles de los AVK, en el sistema público de salud se ha priorizado el tratamiento con HBPM sobre los AVK. “Es importante resaltar que las heparinas suponen un gasto tres veces mayor que los anticoagulantes de acción directa, el paciente debe pincharse diariamente y pueden aumentar el riesgo hemorrágico en pacientes con comorbilidades”, explica el Dr. Antonio Castro, coordinador del Grupo de Circulación Pulmonar de la SEC.
“En comparación con las HBPM, los ACODs son más económicos, más seguros y pueden reducir la necesidad de hospitalización, ya que permiten el manejo domiciliario de pacientes con riesgo bajo-intermedio; además, no requieren monitorización, con lo que permiten evitar los desplazamientos a los centros de salud inherentes al tratamiento con AVK, con el potencial riesgo de contagio que conllevan durante la pandemia”, concluyen ambos expertos, una opinión con la que coinciden la Dra. Inmaculada Roldán y el Dr. José Luis Ferreiro, coordinadores del Grupo de Trabajo de Trombosis Cardiovascular de la SEC.
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