El servicio de Otorrinolaringología del Complejo Asistencial de Salamanca realiza cada año una media de 50 implantes cocleares, una cifra que ha disminuido con la llegada de la crisis y la apertura de más centros en España donde se realiza este procedimiento. Así lo confirmó el doctor Santiago Santa Cruz durante el Programa de Actualización en Medicina que organiza el Colegio de Médicos de Salamanca. Antes de la crisis, el número de implantes anuales era de unos 70. “Hemos sido centro de referencia nacional, tenemos pacientes de toda España, pero se han ido abriendo centros en otras comunidades”, explicó.
El doctor Santiago Santa Cruz, especialista del servicio de Otorrinolaringología del Complejo Asistencial de Salamanca, califica de “pequeño milagro” el hecho de que un implante coclear devuelva a la audición en un caso de sordera profunda, “próximo a la normalidad”, cuando hace años no se podía hacer nada para evitarlo. Además, en Salamanca dentro del Sistema Nacional de Salud fue el primer centro acreditado para poner implantes cocleares, “aunque hoy en día en casi todas las comunidades ya lo hacen”.
“¿Y qué importancia tienen las ayudas auditivas?”, se plantea el doctor Santa Cruz, y lo tiene claro, “son fundamentales, porque la audición es un aspecto fundamental para la comunicación humana, y no interrumpir esa comunicación es importante, y en los niños es fundamental una buena audición para un desarrollo de las estructuras cerebrales, que influyen en el lenguaje”. La audición normal se sitúa hasta en 20 o 25 decibelios, pero a partir de los 55 ya hay problemas de comunicación. A los 90 decibelios, los audífonos “ya no son útiles”, el órgano está dañado y ese oído no tiene capacidad de recibir ni estimular el nervio auditivo. Y en ambiente ruidoso “el ruido nos va a dificultar la comunicación, se salta a la escala anterior, de un problema moderado a grave”, sentencia este especialista.
Uno de cada mil nacidos tiene sordera profunda
En cuanto a la estimación de la importancia de la hipoacusia, en la edad infantil, uno de cada mil nace con sordera profunda, “y si no tiene una actuación precoz, sería un futuro sordomudo, pero con un implante coclear, en el lenguaje verbal tendrá poca discapacidad”, determina. En los primeros años de vida, otro de cada mil va a perder la audición, se calculan unos 7.300 niños en España con sordera profunda, y unos 14.000 con ayuda escolar, y 35.000 para suplir su deficiencia auditiva. En los adultos, según aumenta la edad, “sobre todo a partir de los 60 años, con más de 35.000 con sordera profunda, “ya no valen los audífonos de alta gama, no hay receptor que recibe. El doctor Santa Cruz resalta dos tramos de edad con especial hincapié, que son, “en niños antes de los 3 o 4 años, y en el adulto”. Los más importantes son en la infancia y a partir de los 60 años.
El implante coclear estimula al nervio de la audición emulando lo que hace el oído, “estimulando con señales eléctricas codificadas al nervio óptico”. Una parte se coloca debajo de la piel, “encima del cráneo” y conlleva una antena para recibir la señal de la parte externa “y una guía de electrodo que estimula el nervio de la audición”. Y la parte externa va a tener el procesador de voz, “lleva baterías fuera y una antena para comunicarse con la parte interna”. La intervención requiere de una pequeña incisión por detrás de la oreja y el protocolo está muy estandarizado.
Perfil del paciente
¿Y a qué pacientes está dirigido este implante? A sorderas bilaterales en grado de profundidad. “A estos pacientes les hacemos pruebas con audífonos potentes de alta gama, y los umbrales están por debajo de 45 decibelios, y una audiometría verbal, “con sonidos no con palabras”. Y por los buenos resultados, se indican en hipoacusias severas en un lado y profundas en el otro. “Hoy sabemos que cualquier señal sonora que utilice es buena, puede seguir con el audífono en un oído y con el implante en el otro”, subraya.
Pero no está indicado para todo tipo de sordera profunda, hay contraindicaciones, que supone entre un 0,5% y un 1% de los casos, es decir, uno de cada cien no se puede implantar. “¿En qué situaciones, algunas malformaciones congénitas, por ejemplo, que llevan ausencia completa de la cóclea o del nervio auditivo”, explica Santa Cruz. Y muy excepcionales, la ausencia de funcionalidad de la vía auditiva central. Asimismo, está contraindicado en enfermedades psiquiátricas severas.
El tiempo es fundamental
Y en los niños con sordera bilateral profunda, “el tiempo es fundamental, cuanto antes lo hagamos mejor resultado”. Este especialista explica que a los 4 meses de gestación, el bebé ya oye sonidos de frecuencias graves. “Cuando el bebé ante sonidos da patadas y cambia de posición”, precisa. El desarrollo de la cóclea va paralelo al desarrollo de los centros auditivos superiores. “La corteza auditiva, la capacidad cerebral de oír y entender no se termina de desarrollar hasta los 6 años y solo se produce si hay estimulo sonoro, sino no se produce”, insiste.
Por ese motivo, lo ideal es implantar antes del primer año de vida, “después pueden tener alguna limitación y cuanto más nos alejemos, el tope está en los 10, vamos a ir a peor”. Santiago Santa Cruz recuerda que si una persona ha sido sorda severa profunda con 10 años, “salvo casos especiales el implante no le va a ayudar, porque no van a entender lo que está llegando, ni a desarrollar el lenguaje, poco inteligible, lo más adecuado es otras alternativas al lenguaje verbal, como es el de signos”.
El protocolo a seguir
El protocolo de cada paciente conlleva muchas exploraciones e investigar la causa de la sordera, así como estudios audiológicos adaptados a la edad que tenga, “si puede colaborar, o sino porque es pequeño, todas de potenciales eléctricos”. Por otra parte, se produce una valoración psicológica, del lenguaje, de la familia, que esté escolarizado, seguir controles y un consentimiento “explicando las expectativas”. Y hay varios grados de respuesta que puede tener el paciente en función de la pérdida que tenga. De no haber patología de oído medio, la técnica es sencilla y de bajo riesgo.
Respecto a la cirugía, este especialista concreta que tiene que ser muy cuidadosa con la cóclea, “ya que un implante puede durar de 15 a 20 años, y en el caso de los niños, necesitarán de 3 a 4 recolocaciones, “y tenemos que causar el menor daño posible para esos posteriores implantes”.
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