El estudio Dolor asociado a las técnicas de inserción de catéteres venosos y extracción de sangre arterial en el área de urgencias, llevado a cabo en los hospitales Galdakao-Usansolo y Basurto (Vizcaya) durante 6 meses, demuestra que el dolor derivado de la cateterización venosa y la punción arterial para gasometría es leve-moderado y moderado, respectivamente, y su intensidad se asocia a variables como la di?cultad del procedimiento, el lugar de punción o el dolor basal.
“Una realidad que podría ayudar a determinar cuándo y cómo debería intervenirse para mitigar este efecto indeseado”, tal y como se pone de manifiesto en el estudio dirigido por Sendoa Ballesteros, Gorka Vallejo e Irrintzi Fernández, de la Universidad del País Vasco.
El dolor es una experiencia subjetiva que es vivida de diferente manera por cada persona y difiere en base a factores que a día de hoy son poco conocidos. El dolor puede generarse como producto de una patología o de un agente externo. Cuando el agente externo que produce el dolor se deriva de una práctica sanitaria se denomina “dolor iatrogénico”.
En el contexto sanitario se comienza a tomar conciencia de la necesidad de evaluar y monitorizar el dolor como si de una constate vital más se tratase. A falta de no existir herramientas objetivas para evaluarlo, el dolor se mide mediante diferentes escalas de apreciación, como las escalas analógica o numéricas en las que el paciente gradúa entre 0 y 10 (ó 0 y 100) el nivel de dolor experimentado, correspondiendo el 0 a la ausencia de dolor y el 10 (ó 100) al dolor más fuerte imaginable.
Estudio pionero
Desde el punto de vista práctico, existe consenso a la hora de determinar en 3 puntos sobre 10 el nivel de dolor a partir del cual debiera iniciarse tratamiento analgésico/anestésico en un paciente hospitalizado. Sin embargo, el dolor se evalúa con frecuencia en el contexto de afecciones fisiopatológicas, pero rara vez durante intervenciones sanitarias.
Por ejemplo, la extracción de muestras de sangre o la colocación de catéteres venosos para la administración de fármacos, entre otros procedimientos habituales, son algunas de las formas más comunes de inducción de dolor iatrogénico en los servicios de Urgencias, y en pocas ocasiones se han documentado los valores relativos a la graduación de dolor asociado y los factores relacionados con su intensidad.
Durante los años 2016 y parte del 2017 los servicios de Urgencias de los hospitales de Basurto y Galdakao-Usansolo (Bizkaia) fueron escenario para la puesta en marcha del proyecto DIASURE, un estudio de investigación desarrollado por enfermeras asistenciales y liderado por enfermeros y docentes de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), los doctores Sendoa Ballesteros, Gorka Vallejo e Irrintzi Fernández.
El objetivo de este proyecto se centró en analizar el dolor asociado a las técnicas de inserción de catéteres venosos periféricos y a extracción de sangre arterial en pacientes adultos y explorar, de forma paralela, los posibles factores relacionados con la intensidad autopercibida del mismo.
Dolor leve y dolor moderado
En el estudio participaron 820 pacientes y se registraron datos procedentes de 780 canalizaciones de catéteres venosos periféricos y de 101 gasometrías arteriales. En base a una escala numérica de dolor de 0 a 10 puntos, el dolor iatrogénico asociado a las cateterizaciones venosas fue calificado con una puntuación media de 2,8, y 3,6 para las gasometrías arteriales.
En términos más prácticos (de cara a evaluar la necesidad de aplicación de anestesia local), la intensidad del dolor asociado a la técnica fue superior a 3 puntos en el 31,3% de las venopunciones y en el 48,5% de las gasometrías.
Los factores que se asociaron a una mayor percepción del nivel de dolor fueron que la técnica presentase una dificultad moderada-alta (a criterio de la enfermera) para ambos procedimientos y que la extracción se realizase sobre la arteria humeral a su paso por la fosa antecubital, en vez de sobre la radial a la altura de la muñeca, en las gasometrías.
También se observó una relación proporcional entre el nivel de dolor basal del paciente y la percepción del dolor de la canalización venosa. El calibre de las agujas, la edad o sexo de los pacientes no fueron variables que influyeran en la graduación del nivel de dolor. Tampoco lo fue la procedencia, desmintiendo el mito de que los habitantes de zonas rurales o suburbanas (¡o de Bilbao!) tengan una percepción distinta de dolor.
Con todos estos datos, los autores concluyen que “a partir de aquí surge un nuevo reto: ¿Cómo aliviar el dolor de nuestros pacientes durante las cateterizaciones venosas o punciones arteriales en los servicios de atención urgente?”.
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