Cuando Eugenio Santos ofreció a ‘Salud a Diario’ esta entrevista, el presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) todavía no había dicho eso tan polémico de que la fuga de cerebros en España “es una leyenda urbana exagerada”, así que imposible que el director del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca (CIC-IBMCC) pudiera pronunciarse sobre ello en una conversación que, sin embargo, construye, en toda su extensión, un argumento implacable sobre el crítico estado de la actividad científica en nuestro país.
Este eminente investigador que participó en el aislamiento y caracterización del primer oncogén humano (‘H-ras’) regresó en 1999 del National Cancer Institute de Bethesda (EEUU) para liderar un ambicioso proyecto que nació bajo el auspicio de la Universidad de Salamanca, el CSIC y la Junta de Castilla y León y que hoy se encuentra, como él mismo ha reconocido, “en una situación de supervivencia” como consecuencia de una cicatera financiación pública. A menudo muestra durante la charla una sonrisa entre irónica y resignada, y sorprende la crítica crudeza con la que habla de ciertas cosas un tipo que siempre se ha caracterizado por su enorme afabilidad. Convencido de que las instituciones -y también la sociedad- ven la investigación como un lujo, y no como “una inversión necesaria para progresar”, Eugenio Santos reconoce el enorme esfuerzo que supone conseguir fondos para mantener una producción cuyos resultados son reconocidos internacionalmente, tanto como la identidad de un centro que, a pesar de los obstáculos, se ha hecho con un lugar destacado en el panorama científico mundial.
Hace unas semanas aseguraba que el Centro de Investigación del Cáncer se encuentra “en una etapa de supervivencia”. ¿Los síntomas apuntan a la recuperación o tenemos que temer la agonía del proyecto?
El centro siempre ha dependido de los investigadores para obtener fondos de modo competitivo. No es que nos los hayan dado, sino que los hemos conseguido. Y ahora, a nivel nacional e internacional, se ha producido un recorte importante en la oferta de competiciones por proyectos de investigación. A nivel nacional es muy desastroso, esa es la palabra, y en nuestra Comunidad también. Entonces, y a pesar de que la crisis se ha notado internacionalmente, nos estamos concentrando en acudir a competiciones internacionales de proyectos: en EEUU, en la Unión Europea, etc. Y en esa situación estamos.
¿Pero eso no resulta agotador?
Pues sí, es muy agotador, en el sentido de que en un centro de investigación deberías preocuparte por investigar, y aquí nos tenemos que preocupar por conseguir unos fondos mínimos que tendrían que darse por sobrentendidos: tener que pagar el sueldo de los bedeles, o los gases que utilizamos… Eso sale de nuestros bolsillos.
¿Ni siquiera eso está asegurado?
No. Este edificio pertenece a la Universidad, pero hay muchos gastos de funcionamiento ordinario, que es lo que nos preocupa, fundamentalmente, que son los que querríamos que asumieran la Universidad, la Junta de Castilla y León y el CSIC, que son los patronos, como ocurre en cualquier centro. Los científicos se tendrían que preocupar de ser competitivos y obtener los fondos necesarios para desarrollar los proyectos de investigación. Aquí los científicos tienen que ser competitivos y detraer, del dinero que ganan para los proyectos de investigación, los gastos de funcionamiento normal: para pagar a los administradores, a los porteros de la entrada, los gases que se usan, el nitrógeno líquido, el CO2… Eso no debería salir de los proyectos de investigación, tendrían que ponerlo las instituciones patrocinadoras, pero como no es así… En los años anteriores, cuando podíamos ir a competir a más sitios, estábamos en mejor situación; ahora el número de convocatorias dentro del país y de nuestra Comunidad es ridículo, y a eso me refería cuando hablaba de supervivencia.
¿Pero esta situación puede llegar comprometer la continuidad del centro?
Pues esta situación se traduce en que el centro va declinando progresivamente, y son hechos objetivos. La gente que hay aquí es muy buena y muy competitiva, pero ¿qué sucede? Tres de los investigadores líderes del centro se han ido; ahí tienes a Jesús San Miguel, Enrique de Álava y Sergio Moreno. Eso, cuando hablamos por la parte de arriba. Por la de abajo, que para mí es incluso más importante, están los jóvenes, que son los que tenemos que ir incorporando al sistema de investigación, que son los más productivos y que ahora no tienen ninguna opción. Realmente ésta es mi preocupación, y mucho del trabajo que estoy haciendo es tratar de encontrarles sitios por ahí fuera, en laboratorios de EEUU o de Europa, para que puedan hacer un buen trabajo, porque aquí…
¿Tener que “buscarles sitios fuera” no es tremendo para la investigación en nuestro país?
Para mí es horroroso que se fuera Jesús, que se fueran Enrique y Sergio… Pero creo que esto es mucho peor, porque son nuestras perspectivas de futuro. Esa es la situación en la que estamos: por arriba se nos van investigadores reconocidos, y por abajo no pueden entrar los que tenían que hacerlo, que son realmente la savia nueva. Hay que intentar salir de eso como podamos.
Aterrizó en Salamanca con una trayectoria brillante a sus espaldas, como una eminencia; en definitiva, como una apuesta muy decidida por el Centro de Investigación del Cáncer. Ante la realidad que expone, ¿a uno no se le pasa por la cabeza irse también? Porque seguro que oportunidades no le faltan…
(Ríe, mientras se encoge de hombros) No puedo decir que no haya ofertas, efectivamente. No sólo a mí, sino a mucha gente… Cuando vine aquí, había visto otras experiencias, y yo también lo dije: conozco el sitio a donde voy. Hay que poner el máximo esfuerzo, y en la medida que lo puedes mantener… Viéndolo en retrospectiva, yo creo que es satisfactorio lo que hemos conseguido: hacer un centro de investigación reconocido a nivel mundial y, sobre todo, implantar el modelo de investigación que queríamos, que no existía en España, basado en conectar en un centro de investigación lo básico y lo clínico. Eso ha sido muy efectivo, y ahora en toda España hay muchísimos centros que siguen este modelo. Y lo que se ha producido y se está produciendo es muy válido. La pena es que con todo eso tendríamos que estar ahora muchísimo más alto, y en vez de ir creciendo lo que estamos haciendo es mantenernos, en supervivencia, o declinando poco a poco.
(Muestra un gráfico incluido en el Informe Científico sobre la actividad del CIC en los últimos nueve años en el que se refleja que tanto el número de proyectos como la financiación total han caído a la mitad en este periodo; las cifras del pasado año, las más bajas de la década -21 proyectos y una financiación de 2,6 millones de euros-, todavía son más preocupantes si se comparan con las de 2007, cuando el número de proyectos superaba el medio centenar y los fondos, los 9,4 millones de euros).
En 1998 se puso la primera piedra del CIC, que abrió en 2000. Después de 14 años, ¿ve el centro que en ese momento esperaba poder llegar a ver?
Pues sí. Un centro de investigación reconocido a nivel mundial, con resultados científicos reconocidos en todo el mundo producidos aquí, realmente, eso sí lo veo. Aquí tengo el Scientific Report, que es la medida de lo que se hace, de lo que se produce, y, mirándolo en retrospectiva, hemos cumplido (los artículos científicos originales del CIC no han dejado de crecer desde 2005, superando los 400 en los dos últimos años, más del 70% situados en el llamado rango Q1, la máxima categoría, y con un factor de impacto medio por publicación del 5.53). La pregunta ahora es si vamos a poder seguir haciendo eso.
Lo cierto es que los resultados del centro sí han sido muy destacados y reconocidos a nivel internacional…
Es que esto es un centro de investigación del cáncer y la investigación es siempre algo nuevo; y para ser algo nuevo, tiene que serlo en todo el mundo. La medida de esto son las publicaciones científicas en las que, en la evaluación por pares, sólo se publica aquello que ha pasado por la revisión de cuatro o cinco investigadores anónimos de todo el mundo. Nosotros queríamos que no fueran sólo de investigaciones en laboratorio, sino que tuvieran también aplicación en la clínica, y eso se ha cumplido. Ahí tienes el número de publicaciones de todos estos años, con un índice medio de impacto espectacular en España (5.53) y remarcable a nivel mundial, y por eso estamos en el mapa del mundo. Querríamos que esto fuera para arriba, no para abajo (señala el gráfico que refleja los proyectos y la financiación) y mira cómo vamos desde que comenzó la crisis: intentamos mantener la producción -se mantienen entre 20 y 30 proyectos anuales desde 2010), pero el dinero que entra no deja de bajar…
Pero a las instituciones se les llena la boca hablando de su apuesta por la investigación, considerándola una rama esencial de la producción…
Pero no es la realidad, es hablar por hablar. Pienso que a las instituciones les importa tres narices, y no tengo ningún problema en decirlo claramente. Han considerado la investigación como algo suntuario, un lujo que en los años buenos les permitía decir: “¡Qué centro tan bueno tenemos aquí!”. Pero realmente las instituciones, e incluso la sociedad, no piensan que la investigación es algo útil, que es una inversión necesaria para progresar, y que no es algo para enseñar, que hay que exigirle al investigador que produzca. Esa visión de la investigación como una inversión no la tienen, eso seguro. Cuando hay un poquito de dinero, bueno, pues lo ponemos ahí y qué buenos somos. El problema es que la investigación es una inversión a largo plazo para que la sociedad mejore. Aquí trabajamos en cáncer, pero en cualquier área de investigación la única manera de que progrese la sociedad es con más conocimiento, y si quieres tener más conocimiento tienes que invertir en investigación. Obviamente, no se está haciendo. ¿Cuál es el horizonte de los políticos? Los próximos tres o cuatro años, cuando tienen la próxima votación, pero el horizonte de la investigación no es a cuatro años, y como esos horizontes no coinciden, está clara cuál es la manera en la que van a actuar.
Y sin embargo, en ámbitos como el del cáncer, la investigación es la única solución.
Sí, eso es obvio. Para poner las cosas en contexto: hace 30 años clonamos los primeros oncogenes, y aquello fue un aldabonazo. Cuando hicimos eso, en el año 81-82, la tasa global de curación del cáncer era del 30% y ahora andamos por el 65-70%. Durante los últimos 15 o 20 años, y fruto del trabajo de todos los laboratorios del mundo, cada año se ha ido mejorando entre un 1,5 y un 2% con respecto al anterior. Y así vamos subiendo. La única manera de que lleguemos al 100%, que se va a llegar, es que todo ese esfuerzo investigador siga existiendo.
¿Pero existe riesgo de que ese progreso se frene debido una escasa apuesta por la investigación?
Obviamente, la velocidad de crucero, por supuesto. Tenemos la suerte de que en otros países no son tan rácanos como aquí, y entonces nosotros podemos pedir proyectos por ahí fuera. En EEUU, gracias a Dios, no nos dicen que somos extranjeros cuando pedimos un proyecto; competimos en igualdad de condiciones con cualquiera de los otros. Si somos buenos, ganamos, si no, pues no ganamos, y ese es el mecanismo. La Ciencia es universal: las mismas reglas para todos. Y nos guste o no nos guste, el motor es la competición: se presentan 100 proyectos, se evalúan anónimamente a través de una revisión por pares (Peer Review), se rechazan los 95 de abajo y los cinco de arriba son los que ganan la financiación, los mejores y más competitivos. Ese mecanismo es el que queremos aplicar en Salamanca, aunque claro, es muchísimo más difícil aplicarlo aquí que en Estados Unidos; primero, porque hay muchos más proyectos para competir. Y luego, que en el Instituto Nacional del Cáncer de EEUU, donde yo trabajaba, no me tenía que ocupar de pagar la luz. No sólo tenemos menos dinero, sino que parte del que ganamos lo tenemos que emplear en otros sitios.
Y cuando uno mira a EEUU y ve que, a pesar de los recortes, la apuesta por la investigación es decidida, ¿qué siente?
En los años 2009 y 2010, en plena crisis, en Estados Unidos –y en Alemania- la había también. ¿Cuál fue la respuesta de Obama? Añadió un 5% o un 10% a los presupuestos de investigación, porque entendió que en crisis hay que invertir más en investigación para salir de ella. Los alemanes, exactamente lo mismo. Realmente, no creo que ni la sociedad, ni mucho menos los políticos, estén convencidos de que esto de la investigación es algo útil, una inversión para avanzar.
¿La sociedad tampoco?
La sociedad poco, también. Es una labor de educación que también hay que hacer.
El presidente de la Junta anunció hace unos meses que se pensaba en el Centro del Cáncer para liderar “una red coordinada de centros de investigación oncológica en Castilla y León”. ¿Cómo está ese tema?
Venimos haciendo eso desde hace mucho tiempo sin recibir ningún fondo por ello. Punto. Y cuando preguntan en las Cortes a Herrera o al consejero por esto empiezan a hablar. Hace unas semanas les hicieron una pregunta y aseguraron que iban a aportar 500.000 euros. Aquí, que yo sepa, nadie ha llamado para decirnos eso.
Entonces, ¿esto de la red es algo que ya existe?
Nosotros quisimos hacer eso, porque forma parte de la filosofía de un centro como éste, que conecta lo básico y clínico. Lo establecimos ya hace años, antes de que nos dijeran nada, con la Red de Bancos de Tumores en todos los hospitales de Castilla y León. En cada hospital de Castilla y León hay personas trabajando en ello, pagadas con los dineros que consigue el CIC. Para hablar por hablar, lo mejor es callarse. Si no hay dinero para investigación, entonces hablamos de eso, pero no de cuentos sobre lo que nos van a dar… Lo llevamos haciendo todos estos años, y cuando no llega el dinero, pues sale de nuestros proyectos.
¿Quiere decir que no hay ninguna estructura de este tipo apoyada por la Administración?
(Risas) Eso es lo que hay que hacer, una red. Esta filosofía de integrar en un centro la investigación básica y clínica no es nada original, veníamos aquí con la idea de crear un centro que fuera el modelo de lo que en EEUU se llaman los Comprehensive Cancer Centers, que unen a básicos, clínicos, traslacionales… Con esa filosofía es con la que hemos funcionado. En esta línea, en 2003 se creó, patrocinada por el Instituto de Salud Carlos III, la Red Temática de Investigación Cooperativa en Cáncer, que promovimos nosotros y se coordina desde aquí. A nivel de Castilla y León también querríamos hacer eso, y ya teníamos establecida esta red por los distintos hospitales. Hay algunos servicios que hacemos para la Sanidad de Castilla y León, desde detectar el cáncer hereditario a organizar los bancos de tumores. Esos servicios los facturamos, y los pagan cuando quieren. Por lo que estamos haciendo este año, por ejemplo, todavía no ha entrado ningún dinero, y esto es lo que ocurre todos los años, en los que acaban pagando, si no todo, el 70 o el 80%…
¿Y el IBSAL ha mejorado la situación de alguna manera?
No. Lo que ha querido Castilla y León es usar lo que ya había para crear una cosa nueva, pero nada dotada: “Ahora os juntáis y os llamáis IBSAL”. El IBSAL es una idea fantástica, fenomenal. Pero crear algo nuevo no puede ser sólo sobre el papel, y lo primero que hay que hacer es un presupuesto propio. Si encima de que ahora hay poco dinero creas más cosas teóricas y dices que el dinero que había antes hay que dividirlo entre todos, pues ya me dirás…
Después de tantos años y de todos estos obstáculos a los que se enfrenta, ¿qué es lo que le da fuerzas para venir todos los días a trabajar al centro?
Lo que estamos haciendo en este centro trata es de ser útil. Personalmente me considero un privilegiado, un afortunado, porque veo que cosas que hice hace 20, 25 o 30 años, que eran muy técnicas, muy de laboratorio, muy teóricas, ahora están produciendo un efecto positivo. En esa labor merece la pena el esfuerzo, y tenemos que hacer todo lo que sea. También tienes que ser consciente de que esto es una carrera de fondo, de largo plazo, no de velocidad, y en la situación actual eso se nota más.
¿Pero todavía puede dedicarse a investigar o dedica mucho esfuerzo a lo burocrático?
La gestión del laboratorio y del centro me lleva mucho tiempo, pero este despacho lo usamos básicamente para reunirnos. Yo estoy en el laboratorio, con mi grupo, donde desarrollo mi propia investigación sobre genes RAS, a la que intento dedicarle todo el tiempo que puedo. Aparte, tengo que hacer el resto de trabajo de gestión, que también es necesario.
Insisto: ¿existen elementos para la esperanza en cuanto al futuro del centro?
Mientras hay vida hay esperanza (risas resignadas). Pero realmente ahora mismo ésta es una situación de encefalograma plano a nivel nacional y autonómico.
¿Cómo se vislumbra el panorama para 2105?
Datos reales y objetivos de que vaya a estar mejor no tenemos. Sí puedo decir que muchos investigadores, viendo la situación que hay aquí, están trabajando mucho en escribir proyectos competitivos, pidiendo en la UE y en EEUU lo que antes era al Plan Nacional, al ISCIII, a la Comunidad Autónoma…
O sea, que eso de que uno no es profeta en su tierra se cumple a rajatabla en este caso…
(Risas) Esto es selección competitiva.
Eso está muy bien, porque demuestra la calidad con la que se trabaja en el CIC, pero debe ser extenuante.
Claro, es que conseguir aquí equis fondos cuesta diez veces el esfuerzo de conseguirlo en otro sitio.
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