El ciclo Conversaciones en Salamanca del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE), que ya ofreció el pasado 30 de noviembre las interesantes aportaciones de Aubrey de Grey, ha celebrado su segunda cita con otro prestigioso científico internacional, Juan Carlos Izpisua Belmonte, cuyas investigaciones procurarán a la humanidad un final de la vida mucho más saludable, aunque sea desde su laboratorio en Estados Unidos, porque, como él mismo critica, la investigación en España en una asignatura pendiente.
Así lo aseguró esta mañana, en compañía del afamado periodista Xavier Sardá, y del director de la Fundación General de la Universidad de Salamanca, Óscar González, antes de pronunciar la conferencia Abordajes celulares, genéticos y epigenéticos para un envejecimiento saludable en el auditorio de la Hospedería Fonseca.
“Es triste y decepcionante que la investigación en España no esté en la lista de las prioridades de los gobernantes en primera página, ni tampoco en la segunda”, aseguró, mientras puso el ejemplo de otros países, como China, donde no hace mucho ni siquieran habían “oído hablar” de lo que supone investigar, “venían a formarse a Estados Unidos” y ahora están dando un ejemplo a países como el nuestro, donde “resulta muy difícil entender por qué no se dan cuenta de que estamos en un momento histórico en el que invertir en ciencia es lo más importante”.
Más incluso, como apuntó Sardá, demostrando en todo momento por qué es el periodista que es con su buen hacer, cuando España tiene uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, desde luego a años luz de lo que ocurre en Estados Unidos, lo que Izpisua calificó como “una paradoja tener una estructura de Sanidad de gran nivel, donde no hay lugar a la queja” y no invertir lo suficiente en investigación, “que es precisamente donde empieza la cura” de las enfermedades.
Quizá por eso, tras su gran labor en la investigación con células madre en el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB), en 2013 tuvo que irse a Estados Unidos, aunque salir fuera de España no sea negativo en sí mismo, “hay que salir, formarse, ver otros mundos”, siempre y cuando tu país te permita volver para poner en valor lo aprendido, “una asignatura que aquí todavía no está aprobada”.
Mientras tanto, ese bioquímico albaceteño con perfil de Premio Nobel, dirige el Laboratorio de Expresión Génica Roger Guillemin del Salk Institute for Biological Studies, donde “intentamos corregir las células que dejan de funcionar o esos genes que están rotos y que causan las enfermedades, y en particular, las que tienen que ver con el envejecimiento”, explicó, porque la realidad es que “nadie se libra de envejecer” y a día de hoy sigue siendo “el mayor factor de riesgo de cualquier enfermedad neurodegenerativa, del aparato locomotor o del cáncer”.
Y no se trata, como podrían pensar algunos, de caminar hacia la inmortalidad, “porque la mayoría de las células del organismo son somáticas, todas ellas mortales”, ni tampoco de crear “falsas expectativas”, sino de “generar esperanzas” para que nuestro cuerpo funcione mejor durante más tiempo, “sobre todo que ese proceso del final de la vida sea lo más saludable posible”.
Para ello, estamos en un momento histórico, sobre todo “desde el punto de vista tecnológico”. Si el 26 de junio del año 2000, el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, anunciaba junto al genetista Francis Collins y el biólogo Craig Venter el proyecto del genoma humano, “hace poco más de un año, no sólo somos capaces de leer el libro de la vida, sino también de escribirlo y reescribirlo”, lo que nos permitirá “sustituir esas células que dejan de funcionar” y curar enfermedades tran prevalentes, y asociadas mayoritariamente a la vejez, como el alzhéimer o el párkinson, “que ya se está consiguiendo en animales de experimentación”, aunque en estas patología, “todavía desconocemos la causa”.
Aquí es donde vuelve a intervenir la curiosidad y la admiración de Xabier Sardá para preguntarse “¿cómo puede hacerse algo así?”. La respuesta parece sencilla, pero también sorprendente, sobre todo si escuchamos a Izpisua decir que podemos optar por “comprar otro coche si el que tenemos está muy viejo, o reemplazar algunos de sus componentes”, que traducido al cuerpo humano sería “educar a las células para convertirlas en neuronas nuevas”.
Un capítulo que se prometía fácil con el proyecto del genoma humano, pero “que no lo ha sido”, porque “desconocemos cómo hacer una neurona funcional”; así que el siguiente paso fue dejar a la naturaleza que lo hiciera, introduciendo genes humanos en animales, pero “en ratas y ratones, que son los predominantes en la investigación” tampoco se logran, por ejemplo, órganos funcionales por su pequeño tamaño, y ahora se experimenta con “vacas, ovejas y cerdos”.
Todo un desafío para un futuro no tan lejano, porque Juan Carlos Izpisúa ya consiguió interrumpir en el laboratorio el envejecimiento de células de personas con progeria, una extraña enfermedad que causa el envejecimiento prematuro, y obtener un minirriñón humano a partir de unas pocas células de la piel.
Además, se trata de un desafío necesario, porque “a pesar de la generosidad de los españoles” y del ejemplo mundial que supone la Organización Nacional de Trasplantes en España, “la demanda sigue siendo mayor a la oferta”.
En este campo, también se presenta como “muy esperanzadora” la regeneración endógena de nuestros propios órganos, como hacen en nuestro entorno natural animales como la salamandra o el pez cabra, “y aunque siempre se ha dicho que los mamíferos no podrían hacer algo así, no es cierto, porque ya ocurre en el desarrollo embrionario”. Entender cómo y por qué, y lograr generar neuronas nuevas está también entre las prioridades de este prestigioso bioquímico, quien, mientras tanto, nos recomienda “lo mismo que os dirían vuestras madres desde pequeños”, comer bien, hacer ejercicio y huir del estrés, pero también hay algunos secretos que Sardá no se quiso guardar: “Tomar vitamina C”.
Pero no un vaso de zumo de naranza, “al menos dos o tres gramos cada día, porque está demostrado que ayuda a las células madre”, “aunque todo está en nuestros genes, y algunos ya vienen rotos de fábrica y no funcionan, podemos alterar el envejecimiento” y tener una vida mejor, matizó Izpisua.
Esto es lo que persigue precisamente el Centro Internacional del Envejecimiento, y en concreto estas Conversaciones de Salamanca, con las que “a través de científicos en la vanguardia mundial podamos aportar y dar solución a los retos que supone la transformación social del aumento en la esperanza de vida, no sólo a nivel bioquímico, como en el caso que hoy nos ocupa, sino también a nivel psicosocial o económico”, tal y como explicó el director de la Fundación General de la Universidad de Salamanca, Óscar González, institución responsable del CENIE en colaboración con la Fundación General del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Direção-Geral da Saúde de Portugal y la Universidade do Algarve, de Portugal.
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