En octubre del pasado año, un grupo de reconocidos científicos, entre los que se encontraba el investigador español José Luis Jiménez, experto en aerosoles de la Universidad de Colorado (EEUU), publicaba en la prestigiosa revista Science una carta en la que aseguraban que existe “una evidencia abrumadora” de que el SARS-CoV-2 se transmite fundamentalmente por vía aérea, es decir, mediante la inhalación de las pequeñas partículas que emitimos al respirar y que quedan suspendidas en el aire.
Antes de eso, casi 240 expertos, incluido el propio Jiménez, llevaban meses pidiendo a la OMS un cambio de criterio sobre este tipo de transmisión con el fin de optimizar las recomendaciones dirigidas a frenar la expansión del virus, y aunque la organización reconoció en julio de 2020 que la covid-19 puede contagiarse por el aire en algunas circunstancias, en ese momento consideraba que eran necesarias más investigaciones para confirmar la hipótesis.
Lo cierto es que en los últimos meses ha ido cobrando fuerza esta teoría, y prueba de ello es que la ventilación de los espacios interiores es una de las medidas que todas las autoridades sanitarias difunden como “claves” para evitar los contagios, junto con el consejo de trasladar al exterior todas las actividades posibles.
Ahora, un nuevo artículo publicado en otra revista de gran impacto, The Lancet, ahonda en la necesidad de que la OMS y los organismos de salud pública reconozcan de manera más firme que el SARS-CoV-2 “se propaga predominantemente por el aire”, porque eso “salvaría vidas”. Para ello, sus autores aportan diez razones basadas en la revisión de la evidencia científica disponible hasta el momento.
El escrito está firmado por seis expertos de las Universidades de Oxford (Reino Unido), Toronto (Canadá), Colorado, California, Carolina del Norte y Toronto. Entre ellos se encuentra de nuevo el español José Luis Jiménez, que mantiene una comprometida cruzada para lograr que el foco sobre la vía de contagio apunte a la dirección correcta. “Hay que dedicar el 80% del esfuerzo a reducir el contagio por el aire y el 20% a desinfectar”, recalcaba en una carta dirigida al Ministerio de Sanidad español.
En su artículo, los autores reconocen que las dificultades existentes para obtener “muestras recuperables de cultivos virales de SARS-CoV-2 impide sacar conclusiones firmes sobre la transmisión aérea” del virus, según una investigación publicada en marzo y financiada por la OMS.
En su argumentación, exponen que si un virus infeccioso se propaga predominantemente a través de gotas respiratorias grandes que caen rápidamente tras ser expulsadas –la hipótesis que se ha manejado hasta el momento– “las medidas de control clave son reducir el contacto directo, limpiar superficies, las barreras físicas, el distanciamiento físico, el uso de mascarillas dentro de la distancia de las gotas, higiene respiratoria y el uso de protección de alto grado solo para los denominados procedimientos sanitarios que generan aerosoles”. Con este tipo de medidas no es preciso distinguir entre interiores y exteriores”, ya que este mecanismo de transmisión arrojaría riesgos similares en ambos entornos.
Sin embargo, añaden, si un virus se transmite principalmente por el aire, “una persona podría infectarse potencialmente si inhala los aerosoles que se producen cuando una persona infectada exhala, habla, grita, canta, estornuda o tose”. A partir de esta consideracion, se requieren “medidas para evitar la inhalación de aerosoles infecciosos, incluida la ventilación y la filtración de aire”.
Según estos científicos, el hecho de que no se haya logrado “capturar” patógenos vivos del SARS-CoV-2 en el aire no es motivo suficiente para descartar que el coronavirus se transmita por el aire, teniendo en cuenta que la evidencia científica apunta precisamente en esta dirección, según ponen de manifiesto los siguientes argumentos:
1. Los eventos de superpropagación podrían ser los principales impulsores de la pandemia. Los análisis detallados de los comportamientos e interacciones humanas realizados según el tamaño de las habitaciones, la ventilación y otras variables en conciertos de coros, cruceros, mataderos, residencias de ancianos e instalaciones penitenciarias, entre otros entornos, han mostrado patrones de transmisión a largo plazo y sobredispersión del virus que son coherentes con la propagación del SARS-CoV-2 en el aire, sin que pueda explicarse adecuadamente una transmisión mediante gotitas o fómites (superficies contaminadas). Según firmantes del artículo de The Lancet, “la alta incidencia de tales eventos sugiere fuertemente el predominio de la transmisión por aerosoles”.
2. Se ha documentado la transmisión del SARS-CoV-2 entre personas ubicadas en habitaciones adyacentes de hoteles en cuarentena sin que hayan tenido contacto directo.
3. Es probable que los contagios a partir de personas asintomáticas o presintomáticas represente al menos un tercio –quizás hasta el 59%– de toda la transmisión a nivel mundial, lo que apoya “un modo de transmisión predominantemente aerotransportado”. Como recuerdan los autores, “las mediciones directas muestran que hablar produce miles de partículas de aerosol y pocas gotas grandes”, lo que apoya la “ruta aérea” de este coronavirus.
4. La transmisión del SARS-CoV-2 es mayor en interiores que en exteriores, y se reduce sustancialmente por la ventilación interior. “Ambas observaciones apoyan una ruta de transmisión predominantemente aérea”, destacan.
5. Se han documentado infecciones en organizaciones sanitarias en las que se han aplicado estrictas precauciones contra el contacto y los contagios mediante gotas a través del uso de equipos de proteccion personal, “diseñados para proteger contra la exposición a las gotas, pero no a los aerosoles”.
6. Se ha detectado SARS-CoV-2 viable en el aire. En experimentos de laboratorio, el SARS-CoV-2 permaneció infeccioso en el aire hasta por tres horas, identificándose el virus en muestras de aire de habitaciones ocupadas por pacientes con covid-19 en ausencia de procedimientos de atención médica que generen aerosoles y en muestras de aire del automóvil de una persona infectada. Los expertos que firman este artículo admiten que el muestreo de virus en el aire es un desafío técnico por varias razones, pero recuerdan que los virus causantes del sarampión y la tuberculosis, dos enfermedades transmitidas principalmente por el aire, “nunca se han cultivado a partir del aire ambiente”.
7. Se ha identificado el SARS-CoV-2 en filtros de aire y conductos de edificios en hospitales con pacientes afectados por la covid-19, lugares que solo podrían ser alcanzados si el virus viaja por aerosoles.
8. Hay estudios en los que se ha demostrado la infección por SARS-CoV-2 ente animales contagiados y no contagiados que permanecían enjaulados por separado, lo que “solo puede explicarse adecuadamente mediante aerosoles”.
9. Ningún estudio “ha proporcionado pruebas sólidas o consistentes para refutar la hipótesis de la transmisión aérea del SARS-CoV-2”. Algunas personas han evitado la infección cuando han compartido aire con personas infectadas, pero esta situación podría explicarse “por una combinación de factores, incluida la variación en la cantidad de diseminación viral entre individuos infecciosos en varios órdenes de magnitud y diferentes condiciones ambientales (especialmente la ventilación).
10. Es “limitada” la evidencia existente para apoyar otras vías de transmisión dominantes, como las gotitas respiratorias o fómites (superficies contaminadas). Como explican los autores del artículo, se ha citado la facilidad de infección entre personas cercanas entre sí como prueba de la transmisión respiratoria por gotitas del coronavirus. Sin embargo, añaden, en la mayoría de los casos, “la transmisión de proximidad, junto con la infección a distancia para unos pocos cuando comparten aire, es más probable que se explique por la dilución de los aerosoles exhalados con la distancia de una persona infectada”. Estos seis científicos recuerdan que la “suposición errónea de que la transmisión por proximidad implica grandes gotitas o fómites respiratorios se utilizó históricamente para negar la transmisión aérea de la tuberculosis y el sarampión”. “A veces se argumenta que, dado que las gotitas respiratorias son más grandes que los aerosoles, deben contener más virus. Sin embargo, en enfermedades donde las concentraciones de patógenos se han cuantificado por tamaño de partícula, los aerosoles más pequeños mostraron concentraciones de patógenos más altas que las gotas cuando se midieron ambos”, aclaran.
A partir de estos diez argumentos, los autores concluyen que es “un error científico utilizar la falta de evidencia directa del SARS-CoV-2 en algunas muestras de aire para poner en duda la transmisión aérea”, y sostienen que existe “evidencia sólida y consistente de que el SARS-CoV-2 se propaga por transmisión aérea” de forma dominante, aunque existan “otras rutas” que puedan “contribuir” a la transmisión del virus.
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