Y mientras, vas pasando pruebas, ecografías, más pruebas y el parto… al cual puedes llegar tan cansada que, a pesar del miedo, deseas que llegue ese inolvidable momento.
Y nace, nace tu bebé y todos esos miedos desaparecen… y aparecen otros. Pero ya lo tienes aquí, en tu pecho, contigo. Haciendo realidad un sueño que tantos meses has tenido.
¿Pero qué significa para estas familias de prematuros, asimilados, etc., a las que les toca vivir más allá del miedo? Pues vivir con él, con lo que te depare, con la angustia de qué pasará cuando nacen antes de tiempo o con algún problema…
Hace poco más de dos años que me declaro miedosa; pasé un mes y medio ingresada antes del nacimiento de mi segunda hija por un temido aborto tardío en el segundo trimestre, tumbada, rezando o pidiendo a quien esté ahí arriba que pudiera aguantar para que viviera, a pesar de que el miedo me llenara de angustia día y noche. Y la culpa me llenara de dudas y de preguntas sobre qué había podido fallar o por qué me estaba pasando esto.
Un mediodía soleado después de una noche de lluvia, mi niña, con 25 semanas de gestación, tuvo que venir al mundo entre mis lágrimas y las de mi familia. Sintiéndome culpable de ello, y apenas dos horas después de venir al mundo, pude verla. Tan pequeñita, rojiza, con el pelito y los ojos aún no apreciables. Allí estaba ella, en la incubadora número 1… rodeada de muchas máquinas para mí desconocidas y de las que salían pitidos que te hacían dar vuelcos al corazón. Iba a ser su cunita los próximos meses lejos de mi vientre, donde le tocaría todavía estar, y ese miedo que me genera el pensamiento de ¿estará bien, sabrá que soy su mamá, la podré tocar o llegar a coger en brazos?… 71 días espere para esa primera vez, única para mí, nacía en mí, la tenía otra vez conmigo.
Nuestro camino, como muchos, fue muy duro, pero por suerte o milagro tres meses después salimos de Neonatos, con monitor, oxígeno y una lista de especialistas a los que acudir para sus seguimientos.
¿Y pensamos que se acaba? No… Empiezan otros caminos, y cuando nos dan el alta de la Unidad de Neonatos, cada niño tiene o no su patología, pero todas importantes. Empiezan las consultas de Cardiología, Neurología, Digestivo, Neumología, seguimientos, centros base, etc. Todas con pautas, controles periódicos, metas alcanzadas, ¡incluso altas en algunas! Cambias los paseos del parque por los pasillos del hospital; amistades por hombros de enfermeras y médicos que te ven cada semana, y hablas y hablas buscando consuelo y repuestas.
La realidad de muchos bebés en esta situación es esa, vivimos períodos de hospitalización que poco a poco esperamos que sean menos frecuentes. Tienes a tu bebé contigo, pero el miedo sigue, y la otra parte que no se ve es que esa vida de idas y venidas será, en algunos casos, los primeros años de tu bebé y de tu nueva vida.
Empiezan las bronquiolitis, los ingresos, su primera neumonía, no quiere comer y no sabes por qué. No sales de casa, no vas a guarderías. Todo cuanto proteges se te hace poco. Pero sigues teniendo miedo, y piensas: pasarán los años, esto pasará y crecerá y todo quedará en el miedo…
Mi valiente tiene 2 años y una preciosa sonrisa que alegra cada minuto de mis días. Es trasta, inquieta, y tiene a su hermano mayor al hilo…Y sí, todavía tenemos máquinas a pie de cunita y métodos a los que nos hemos tenido que hacer. Hemos pasado ingresos y cirugías, y el miedo siempre presente. Pero nunca perdiendo la esperanza.
Prematuros, asimilados, neonatos… una realidad muy extensa. Tanto por si hemos tenido experiencias personales o algún conocido que lo haya vivido.
Tantos pequeños valientes que viven día a día luchando con todas su fuerzas y la de los papás que les acompañan, porque no es fácil cuando no sabes qué pasará.
Soy una persona con mucho optimismo; con miedo, pero mucho optimismo, a pesar de todo. Y aunque lo bonito sea ver vídeos, fotos o documentales con finales felices, para llegar a esos finales tenemos un largo camino, o finales con estrellas que nos iluminarán.
El miedo es un sentimiento que estará presente durante todas las etapas de nuestra vida, pero no debemos hacerlo protagonista de ella.
Una vez leí que llorar no es de débiles. Nacemos llorando, porque llorar es tomar aire, sacar lo que nos duele y seguir adelante. Teniéndolos en nuestro pecho, en nuestro corazón, cambiando los sueños por realidades, pero siempre, siempre con ellos.
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