A pesar de la controversia y el debate que puede generar este tema, el suicidio sigue siendo una realidad que no podemos obviar y en la que queda mucho trabajo que realizar. Merece la pena desmontar las creencias y mitos que están extendidos en nuestra sociedad y que no son, en absoluto, de ayuda para esta problemática.
Aunque son datos sorprendentes, se ha de tener en cuenta que el suicidio es la segunda causa de muerte a nivel mundial en personas cuyas edades están comprendidas entre los 15 y los 24 años. Además, parece que el género es un factor influyente, puesto que en nuestro país es tres veces mayor el número de suicidios consumados por hombres que por mujeres.
Todos tenemos nuestros propios valores, creencias y opiniones con respecto a la opción de acabar voluntariamente con nuestras vidas, pero para comprender realmente qué pasa por la cabeza de alguien que finalmente decide hacerlo, es necesario hacer un ejercicio de empatía e intentar ponernos en la situación del otro. Para estas personas, la mayor parte del tiempo está ocupado con pensamientos referentes a:
– Imposibilidad de cambiar (desde su punto de vista).
– Incapacidad para controlar los distintos ámbitos de su vida.
– No pueden (y realmente lo perciben así) escapar de un estado de ánimo triste.
– Confusión.
– No ven una solución para su momento actual.
– No duermen ni comen con normalidad.
Un primer paso para acercarnos a la realidad del suicidio es desmontar aquellos mitos que a día de hoy siguen presentes entre nosotros y que no favorecen a la recuperación.
1.- “Quien habla de suicidio finalmente no se atreve a hacerlo”. Nos hemos encontrado con muchos casos en los que, a pesar de que la persona suicida ha advertido de sus planes, su entorno no ha pedido ayuda pensando que se trataba de una llamada de atención. Aunque puede darse esa circunstancia, la situación anímica de la persona con planes suicidas y su capacidad de planificación están mermadas, por lo que no son pocos los casos en los que un intento de suicidio por llamar la atención han terminado finalmente en un suicidio consumado.
2.- “Cuando alguien decide suicidarse es imposible evitar que lo haga”. El suicidio se percibe como vía de escape, por lo que si trabajamos con la persona y le ofrecemos diferentes alternativas a su problema podemos conseguir un buen trabajo de intervención que evite el fatal desenlace.
3.- “El riesgo de suicidio se ha superado en cuanto veamos que hay una mejoría de la sintomatología”. La realidad es que hay estudios que han demostrado que muchos suicidios se han consumado cuando la persona llevaba un periodo de recuperación en torno a los tres meses. Al parecer, esto ocurre porque, en ese tiempo, la persona ha recuperado una capacidad aceptable en el desarrollo y ejecución de planes. Capacidad que antes estaba muy reducida por su estado anímico.
4.- “El suicidio es un impulso que no puede prevenirse”. Es cierto que en ocasiones es difícil detectar síntomas que nos lleven a pensar que una persona tiene ideas suicidas, pero realmente estas personas suelen manifestar sintomatología característica. Seguir manteniendo este mito sólo traerá como consecuencia la limitación en cuanto a acciones preventivas que puede desarrollar un profesional de la Salud Mental en estos casos.
5.- “El único objetivo de un suicida es morir”. Estas personas desean desaparecer normalmente por las circunstancias personales o vitales en las que se encuentran. Si conseguimos trabajar en un cambio de vida y se dan herramientas para que se encuentre la solución que necesitan, se puede alcanzar el deseo de seguir con vida o, al menos, hacer desaparecer los pensamientos con respecto a la muerte.
6.- “Aquel que alguna vez ha pasado por un periodo en el que deseaba suicidarse, estará en peligro de recaer en estas ideas durante toda su vida”. La realidad es que estos pensamientos suelen ser temporales y que creernos esta idea solo nos llevará a la sobreprotección y, de nuevo, al estigma. De los intentos de suicidio realizados en un año, un porcentaje entre el 1 y el 2% lo ha conseguido en el año siguiente.
7.- “Es mejor no indagar o preguntar sobre ideas suicidas, porque esto puede incitar al suicidio”. Esta frase sólo consigue aumentar la estigmatización del suicidio e incrementa la dificultad para trabajar en su prevención. En muchas ocasiones, preguntar y hablar con una persona que tiene ideas suicidas sobre el hecho o la planificación de acabar con su vida ha conseguido la reducción de la sintomatología y la desaparición de estos pensamientos.
Teniendo estos puntos claros, ahora toca empezar a trabajar desde la prevención y, sobre todo, desde la individualidad: los planes de acción serán diferentes en función de la persona y de la problemática que trae consigo. Es muy importante que estemos alerta al más mínimo síntoma y buscar ayuda profesional en cuanto se detecte algún comportamiento preocupante.
* Silvia Muñoz Morales es psicóloga y colaboradora de Siquia.com.
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