Durante el año pasado ha habido algunas buenas noticias en Sanidad. Dimitió la ministra Ana Mato, la peor ministra de la democracia, que no sólo hizo una gestión nefasta del Ministerio, sino que impulsó los recortes sanitarios y acabó con el derecho al acceso universal a la atención sanitaria, poniendo en cuestión las bases del Servicio Nacional de Salud (Real Decreto-Ley 16/2012).
Hubo más dimisiones: el ministro Gallardón por su retrógrado proyecto de ley del aborto y dos consejeros de la Comunidad de Madrid. Esta Consejería tuvo que dar marcha atrás en su proyecto de privatizar la gestión de varios hospitales y centros de salud. La mejor noticia, sin embargo, fue que todo ello se logró con la presión de profesionales y ciudadanos en la calle, con el apoyo de organizaciones por la Sanidad pública y asociaciones feministas y, en última instancia, cuando fue necesario, con el apoyo judicial.
También ha sido el año del ébola, que ha puesto de manifiesto graves deficiencias en la gestión sanitaria ante una enfermedad emergente, y ha sido el año de los nuevos tratamientos para la hepatitis C, un importante problema de salud pública que puede empezar a corregirse con los recientes avances terapéuticos. Otra vez la mala gestión del Ministerio y las pretensiones en los precios, injustificados y abusivos, de la industria farmaceútica, ha hecho que aún estos tratamientos no estén disponibles para aquellos que lo necesitan.
En nuestra Comunidad, ha sido el año en que se empezó a plantear que es posible revertir la situación jurídica del Hospital Universitario de Burgos, que se construyó mediante una fórmula privatizadora y que está constituyendo una sangría económica para toda la Sanidad de la Comunidad.
En Salamanca, los importantes recortes en personal sanitario han puesto en cuestión la eficacia del sistema. Ha sido el año, también, en que se han hecho más evidentes e impresentables los problemas con la informática, por lo que aún no ha llegado (receta electrónica, historia clínica en Especializada…) y por lo mal que funciona lo que existe (Medora). Por fín se han reiniciado las obras del hospital, casi en el abandono desde hace seis años y ya con goteras en el único edificio construido; cabe esperar que el ritmo de trabajo no se detenga cuando pasen las elecciones. El año nuevo empieza con la puesta en marcha de las Unidades de Gestión Clínica en Sacyl, con un proyecto que tiene más sombras que luces y que añade más incertidumbre que certeza sobre su bondad como instrumento de mejora de nuestro sistema sanitario.
Quizás la clave de todo lo que ha pasado en 2014 es que los profesionales y los ciudadanos nos hemos concienciado de que la Sanidad pública es un bien muy preciado y delicado, de que tenemos derecho a que las decisiones que le atañen se adopten de forma democrática y de que podemos organizarnos para defenderla. Este año que comienza debemos seguir con esta dinámica, no puede pararse la marea. Además, habrá elecciones municipales, autonómicas y estatales y se vislumbra que las cosas no van a seguir igual. Por fin se ha acabado la resignación que nos paralizaba. La responsabilidad ahora está en nuestras manos, en las manos de todos.
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