Con el título de una de las mejores películas que dirigió nuestro paisano Basilio Martín Patino, paso a comentar los hechos del momento.
Es innegable que estamos viviendo y sufriendo la situación más parecida a una guerra, donde se dan todos los ingredientes de una situación bélica: toque de queda, alarma declarada, refugio domiciliario, bombas químicas que no sabes cuándo te van a caer, partes de guerra cada escaso periodo de tiempo, relación de muertos y heridos, aprovisionamiento de víveres, separación física de personas, familiares, según te haya cogido la declaración de alarma, sin fecha para el reencuentro, muertos en la más absoluta soledad.
Esta convulsión que estamos viviendo nos impide ver la salida. Es la mayor crisis sanitaria a la que nos hemos enfrentado, con un Gobierno que tardó en darse cuenta de las consecuencias tan tremendas que se derivan de un país sin rumbo, sin iniciativa, sin reaccionar con la celeridad que se exigía, según lo habían hecho otros países. Dando bandazos que han supuesto errores de los que se han derivado perjuicios por el aumento de afectados, infectados e incluso muertos, que se podían haber evitado.
El condicionamiento político de los distintos grupos es lo que ha hecho que se haya actuado tarde y mal por no dar peligrosamente el brazo a torcer.
Ejemplo de esto es el caso, el hecho, de que un político del Gobierno, afectado por los síntomas de la infección por coronavirus, haya optado por ingresar, en uso de su derecho, en un hospital privado en Madrid, en libertad, haciendo uso de la Sanidad privada, circunstancia que desmonta la tan traída y llevada demagogia hipócrita, alimentada por parte de una determinada asociación política que establece una barrera entre la Sanidad pública y la Sanidad privada. Craso error.
Así llegamos cerca; después de esta lamentable y peligrosa situación que se nos ha presentado, cuando salgamos de ella, ¿vamos a permitir que fracasemos también con el aluvión de enfermos de todas las patologías existentes y que tenemos que atender con la mayor dedicación y celeridad que exigen sus males?
A la vista de lo sucedido, que se ha ido resolviendo en base al esfuerzo, riesgo y valor de todos los sanitarios, creo que debemos hacer ver de la necesidad de todos los sistemas sanitarios que conforman una buena Sanidad y única Sanidad.
Es nuestro deber poner en valor todos los recursos materiales y humanos para dar a nuestros semejantes enfermos las mayores posibilidades de mejoría, de curación y de atención que nuestra profesión y nuestra ética y valores morales nos exigen.
Hay hechos y experiencias más que suficientes para extrapolar todo lo bueno que hemos demostrado con una visión abierta de la necesidad de ampliar horizontes; de ver que todos los médicos son necesarios; que todos los facultativos son necesarios; que todos los hospitales, con sus consultorios, laboratorios, estudios radiológicos, quirófanos y demás servicios, son necesarios; de atender, con la generosidad que se ha mostrado en este periodo, a todos esos enfermos que soportan unas vergonzosas listas de espera diagnósticas y quirúrgicas, a riesgo de incurrir en falta.
Así la Sanidad no se puede llamar la mejor del mundo, así serán los facultativos en su desempeño, pero la Sanidad tal y como la planteamos está mutilada, porque está prescindiendo de la otra parte de ese escenario que tiene que tener todo a punto para que sobre él se escenifique la función que representan los médicos y sanitarios con el enfermo.
No perdamos la ocasión; hagámoslo definitivamente con las enseñanzas que saquemos de esta catástrofe.
Quedémonos con lo común que sirve igual para tratar la enfermedad, que es única, que igual afecta a unos que a otros. Simplemente como una buena Medicina, sustentada, repito, con una buena Sanidad; con médicos y hospitales como los que tenemos; solo entonces podríamos presumir, ahora sí, de una SANIDAD de las mejores del mundo.
Mientras tanto…
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