
¡Tu cuerpo suena! ¡Sí, suena! Presta atención al latido de tu corazón, a la entrada y la salida del aire en tu respiración, cuando te ríes, cuando lloras… Involuntariamente, emites sonidos todos los días, como así también puedes, de forma voluntaria, dar palmas, chasquear los dedos, zapatear o hacer ruidos con la boca, etc. ¿Has probado?
Nuestro cuerpo es un estupendo instrumento musical que llevamos con nosotros mismos, a todas partes, y los sonidos intencionales y estructurados que podemos hacer con él se llaman percusión corporal.

Esta modalidad para hacer ritmo, música y movimiento nos da la posibilidad de aprender a coordinar mejor nuestro cuerpo, a fortalecer nuestra atención, estimular la creatividad y divertirnos, tanto si lo hacemos solos, como en grupo.
Puedes utilizar los chasquidos con una mano, con ambas o alternando una y la otra. Las palmas pueden tener variaciones tímbricas dependiendo de cómo las ubiques y de cómo las golpees: por ejemplo, extendidas suena más brillante y si las ahuecas, el sonido sale más opaco. ¡Prueba! Otra de las propuestas es percutir con los dedos de una mano en la palma contraria; con ello conseguimos diferentes matices sonoros. Golpeando en las rodillas, en los muslos o, simplemente, pisando y/o zapateando con nuestros pies -alternando punta-tacón-, podremos introducir más sonidos que dinamizarán nuestra interpretación musical.
Explorar las posibilidades sonoras de nuestro cuerpo es una experiencia motivadora que nos permite expresarnos de una manera diferente, interpretar, hasta podemos crear nuestras propias canciones haciendo el ritmo con él y, al mismo tiempo, si nos miramos en un espejo o vemos a nuestros compañeros de grupo, podremos ver las coreografías que realizamos como si de algún baile se tratara.
Podemos decir entonces que practicar la percusión corporal es un entrenamiento, no sólo para el cuerpo, sino también la mente. Descubrir tus propios sonidos corporales resulta educativo, recreativo y hasta terapéutico, dependiendo de cómo sea la propuesta inicial.
Hay varios objetivos que se pueden lograr haciendo música de esta forma, porque utilizar el cuerpo como principal fuente sonora te ayuda a conocerte mejor, a optimizar tu capacidad motora, a oxigenar tu sangre, a fortalecer tu corazón y respiración, aumentar tu concentración y a deleitarte con una actividad sumamente innovadora. Los ejercicios rítmicos más simples, guiados por un profesional de la música, pueden resultar emocionalmente gratificantes, no hay más que animarse a acompañar alguna canción que te guste, para experimentar un estado de óptima satisfacción.
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