Es frecuente que en los momentos en los que nos encontramos muchas personas se planteen dejar de fumar, muchas empujadas por una situación económica que nos obliga a recortar en todos los gastos que no sean una necesidad principal, mientras otras se lo plantean por razones de salud (en los dos aspectos el tabaco tendría que ser el primero de la lista), o por varios motivos (cada uno los suyos) a la vez.
Dejar de fumar, en cualquier caso, es un reto muy difícil para muchos.
¿Por qué fumamos?
Hay que entender la conducta de fumar como una conducta compleja que se basa en dos pilares fundamentales: por un lado, la adicción física y, por otro, la dependencia psicológica, la cual se crea por el acto continuado de fumar, la asociación de la conducta con distintos momentos y situaciones cuotidianas y la función y significado que le aporta en nuestro día a día.
– La adicción física:
La adicción física es debida a la nicotina y otras sustancias que contiene el tabaco. Cuando se consume, se produce un pico de nicotina en sangre que satisface a nuestras necesidades físicas que hemos creado al consumir el tabaco. En aproximadamente una hora y media, estos niveles descienden, surgiendo de nuevo la necesidad de un nuevo consumo.
En los fumadores que tienen una alta adicción física, será recomendable la ayuda de tratamientos farmacológicos que ayuden a bajar de forma externa la sensación de necesidad de fumar, ya que será más difícil para ellos superar esta primera fase.
– La dependencia psicológica:
Muchos de nuestros actos, al ser repetidos en nuestro día a día, se convierten en rutinas (cepillarnos los dientes, comer a la misma hora, lavarnos las manos…). El acto de fumar se convierte en uno de ellos, con el añadido de la función emocional que, a menudo, damos a determinados cigarrillos (estrés, tristeza, llenar un momento determinado con una acción, e incluso alegría).
La dependencia psicológica se consolida por tres procesos concretos:
- Práctica: todo lo que hacemos una y otra vez se acaba. Lo mismo ocurre con la conducta de fumar. Una persona que fume una media de 15 cigarrillos al día, si lleva diez años fumando, habrá consumido 54.750 cigarrillos a lo largo de su vida de fumador. Evidentemente, veremos que hay pocas conductas que realicemos tantas veces.
- Asociación: la conducta de fumar es de las pocas que están asociadas a múltiples situaciones, momentos e incluso emociones: tomar café, alcohol, salir, conducir, hablar por teléfono, comer, llorar… Estos momentos y acciones se asocian por repetición, creando una necesidad.
- Refuerzo: el refuerzo se refiere, por un lado, al hecho de satisfacer una necesidad fisiológica, y por otro, a la función emocional que les damos a los cigarrillos.
Empezando a dejar de fumar: conoce tu hábito
La mejor forma de empezar a cambiar una conducta, en este caso fumar, es conocer en qué casos se da y qué significados damos al fumar.
En esta fase, ve anotando durante el día los cigarrillos que fumas y en qué momento, creando una gráfica posterior con tu consumo diario de tabaco. Una vez tengas constancia del número de cigarrillos que sueles fumar durante el día y en qué momentos, busca la función o significado que le das a cada unos de los cigarrillos que fumas (estrés, tristeza, rutina, despertar, como premio o por aburrimiento).
Ser consciente de cómo es tu forma de fumar quizá te sorprenda positiva o negativamente, te haga reflexionar y, en cualquier caso, será una fuente importante de conocimiento para saber a qué situaciones tienes más asociada la conducta de fumar y en las que, por tanto, tendrás que prestar más atención para no recaer en el hábito.
Abandonar el hábito para siempre
No hay una única manera de dejar de fumar, igual que no hay un mismo hábito de fumar. Como he comentado anteriormente, fumar es una de las pocas conductas que nos acompañan en múltiples situaciones de nuestra vida cotidiana; por este motivo, cada persona tiene un significado diferente de lo que significa fumar y qué cigarrillos están más condicionados y a qué situaciones lo están, así como se relacionan con unos valores diferentes.
De la misma manera, que una persona alcance el éxito de dejar de fumar reduciendo el consumo poco a poco no significa que esto tenga que ser la manera que ayuda a otra, cuya forma de ser quizás se adapte más a una estrategia de dejar de un día para otro el tabaco para no aguantar la agonía de ir reduciendo poco a poco.
Esto son decisiones que se toman en las primeras sesiones, en las que trabajamos el camino que vamos a seguir hasta abandonar el acto de fumar, el cual, insisto, no es una conducta vacía de significado que podamos abandonar con sólo una caja de chicles, ya que si queremos vencer al tabaco habrá que ser conscientes de qué valores nuestros obtienen satisfacción con fumar y a cuáles traicionamos con el consumo, y que será útil, por tanto, recuperar y potenciar (tener una vida más sana y ganar control sobre tu salud, la de los de tu entorno y de tu dinero).
Por último, es útil para determinadas personas marcarse metas a corto plazo, ya que la afirmación “dejo el tabaco para siempre” suele sonar muy fuerte y es una fuente de ansiedad para quien lleva años y años acompañado del hábito.
Acostumbra a ser mucho más fácil plantearse dejar de fumar hasta el día siguiente, por ejemplo, y una vez llegado ese momento, ya que se ha conseguido un día, seguro que se puede aplazar hasta el día siguiente, hasta que ya no sea necesario plantearse si vale la pena continuar aguantando, porque se tendrá la certeza que una vida sin fumar lo vale.
*Mireia Masipireia Masip es psicóloga especialista en ‘mindfulness’, terapia de pareja y niños.
Ejerce presencialmente en Barcelona y ‘on line’ a través del portal Siquia.
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