A nivel sanitario, nos vamos a encontrar con un aumento de enfermedades crónicas en esta población envejecida; por ello, es necesario repensar el modelo sanitario del siglo XXI, que no puede sostenerse sobre los pilares asistenciales del siglo pasado.
Cómo me gustaría ver plasmado en un programa electoral un modelo sanitario, con medidas concretas, basado en la realidad demográfica que vivimos hoy, con un 30% de la población que en unos años superará los 65 años y con cuatro millones de octogenarios, según datos del CSIC, que tendrá unos efectos biomédicos, sociales, psicológicos y económicos importantes.
Hoy, el 80% de las enfermedades tratadas en nuestro país son crónicas y suponen el 75% del gasto sanitario; además, el 91% de la mortalidad es debido a estas enfermedades crónicas, la mayoría previsibles. Como dice Rafael Bengoa, somos los mejores haciendo trasplantes, pero no estamos preparados para los retos del futuro inmediato. Tenemos que adaptar el sistema de salud a estos cambios. El reto será en este siglo, donde la OCDE calcula que, si seguimos igual, en el año 2040 el gasto sanitario en España se llevará todo el presupuesto público.
La insostenibilidad económica del Sistema Nacional de Salud es debida al propio modelo sanitario. Debemos cambiarlo por un modelo sostenible, preventivo y adaptado a las necesidades de la población. Un modelo basado en los cuidados de una población a la que no le van a curar sus enfermedades, ya crónicas, que demandan asistencia y, sobre todo, cuidados. Cuidados que se deberán proporcionar en el entorno, en el domicilio o la comunidad. No debemos olvidar que el 1% de pacientes complejos consumen el 30% del presupuesto sanitario, por lo que tenemos que transformar el modelo actual en un modelo sociosanitario.
El modelo tiene que basarse en la prevención. Las enfermedades crónicas más prevalentes deben prevenirse. El dicho de “más vale prevenir que curar” aquí tiene un valor en salud y económico muy importante. Prevenir la obesidad, el tabaquismo, evitar la vida sedentaria y una alimentación poco saludable, por ejemplo, siempre será mejor que padecer una diabetes, una hipertensión, problemas cardiovasculares y un sinfín de patologías que, además de consumir costosos recursos sanitarios, serán la causa de nuestra muerte.
Es el momento de comenzar a cambiar para adaptarnos a una situación que es irreversible. Las inversiones deben encaminarse por estas breves líneas que he intentado dibujar: la prevención, los cuidados y la atención sociosanitaria en el entorno. Espero que algún responsable político lea esta columna de opinión, asuma esta realidad y comience a trabajar por el cambio y la transformación de nuestro sistema sanitario para hacerlo sostenible y útil.
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