La emoción de tener un hospital nuevo en Salamanca se ha ido disipando con los años de retrasos acumulados, y ni a los salmantinos ni a quienes trabajamos en el hospital nos hace ya ilusión la que será la mayor infraestructura puesta en funcionamiento en esta ciudad durante este siglo.
Un hospital en una provincia como la nuestra es algo importante para los ciudadanos y los profesionales por las enormes expectativas que despierta, como novedad y como posibilidad de avanzar en el tratamiento de muchas patologías con nuevos equipos y profesionales bien preparados. Es una oportunidad.
Pero cuando la construcción de ese hospital se va retrasando en el tiempo, con fiasco tras fiasco, cuando parece que ya está y llega un nuevo retraso, y así hasta con la apertura y puesta en funcionamiento, que se va retrasando año tras año, lo que genera es una enorme frustración y pérdida de ilusión.
Se publicaba hace unos días que ya están dando la cara problemas estructurales en el nuevo hospital, cuando aún no se ha puesto en marcha; no quiero ni pensar qué nos encontraremos cuando empiece el trabajo rutinario y todos los servicios estén trasladados. Me temo lo peor, no porque sea pesimista, sino por la historia de despropósitos que han ocurrido desde el comienzo de su construcción al día de hoy, 12 años de desdichas.
Si nos ponemos a pensar en el dinero que ha costado, nos hacemos de cruces. Un hospital presupuestado en 166 millones de euros y que al final casi duplica esa cantidad es para pensar, pero pensar mal. Si pensamos que va a tener menos camas que el actual –llegó a tener 1.013– y que se convertirán en 863, con una pandemia de por medio, en la que han hecho falta camas y espacio, pensaremos que no hay quien lo entienda. Y si encima te dicen que el actual Hospital Clínico se va a demoler, con lo bien que vendrían sus quirófanos, plantas y, en general, sus espacios, diremos que estamos locos. Mientras en otros lugares construyen hospitales, aquí los demolemos.
Lo peor de todo es que nadie da explicaciones de nada, ¿dónde ha ido el dinero de esos sobrecostes? Todo el mundo asume con una normalidad pasmosa que las obras disparen sus presupuestos; es tan normal, que a nadie se le ocurre pedir explicaciones y exigir responsabilidades. Los ciudadanos queremos saber qué se hace con nuestro dinero, cuáles son las causas de que un hospital nos cueste lo que hubiera costado hacer dos y quiénes han sido los responsables de esta gestión. No se preocupen, seguiremos sin saberlo, pero al menos se darán cuenta de que no somos tontos.
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