Tenemos un excelente Sistema Nacional de Salud, valorado como tal por los ciudadanos (que, en definitiva, son los propietarios y destinatarios) y por los profesionales dentro y fuera del país, aunque la reducción presupuestaria debida a la crisis económica haya generado aumentos en las listas de espera (preocupantes en algunos lugares, como Salamanca) y momentos de hacinamiento en los servicios de Urgencias y zonas de hospitalización por reducción de camas y dotación de personal.
Estos momentos de crisis también son aprovechados por sociedades sanitarias de capital financiero privado para intentar hacerse con la gestión de hospitales y centros de salud aduciendo una mejor gestión y eficiencia que no han demostrado (más bien lo contrario).
La lista de espera para patologías no urgentes es un elemento regulador de la demanda, habitual en los sistemas de salud públicos, siempre que sea razonable. Desde luego, no es razonable una demora media quirúrgica en Salamanca de 162 días cuando el promedio nacional y regional está alrededor de los 70; también hay demoras en pruebas de imagen y en algunas consultas especializadas. Algo falla y se están valorando las causas y proponiendo soluciones desde los diversos ámbitos afectados que, esperemos, darán sus frutos.
Pero las listas de espera no son solo números que crecen o bajan (incluso que se borran y desaparecen), y que dan juego para hacer comparaciones con los números anteriores y los de los vecinos, aun midiendo a veces cosas diferentes. En realidad, esos números intentan medir una realidad compleja multifactorial y detrás de esos números están los pacientes; personas con limitaciones funcionales en su vida personal, familiar o laboral, sufriendo, y más o menos angustiadas por no saber el alcance de lo que les sucede y cuando serán atendidos.
¿Qué puede esperar un paciente de su SNS?
Que las patologías urgentes sean atendidas como tales, y que las patologías no tan urgentes pueda consultarlas en breve o al día siguiente con su médico y enfermera de Atención Primaria, que están formados y capacitados para resolver el 80% de los casos, y que, cuando sea preciso, le pedirán pruebas complementarias o le derivarán al hospital, bien a Urgencias o a una consulta especializada. A veces las largas esperas en el servicio de Urgencias del hospital vienen motivadas porque el 80% de los pacientes que acuden no han pasado previamente por Atención Primaria, que hubiera resuelto su caso.
Que los puestos directivos y jefes sean incompatibles con la actividad sanitaria privada, ya que son los encargados de organizar la asistencia. Una asistencia sanitaria especializada y unos cuidados de calidad, respetando la dignidad de las personas y con sistema de citas abierto, conocido, con fecha, hora y profesional asignado y unas demoras razonables jerarquizadas por cada servicio mediante triaje de los volantes de consulta.
Que las revisiones salgan citadas de la consulta. Que no haga falta hacerse el TAC o la resonancia magnética por lo privado o acudir al servicio de Urgencias para volver a ser evaluado tras pasar el tiempo sin ser citado.
No tener que irse a operar fuera del SNS, salvo casos especiales.
Que los funcionarios públicos, en honor y coherencia con su condición, coticen y sean incluidos en la Sanidad pública.
No estar angustiado por la espera, porque el sistema es transparente, le responde cuando le cuestiona, sabe pedir disculpas y se preocupa de su bienestar. Que se acojan sus protestas en Atención al Paciente como oportunidades de mejora.
Si hay que esperar, se espera, pero sabiendo cuánto y por qué.
La alternativa es la inequidad del mercado de la salud, que tiene peores resultados que la espera.
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