Cuando estalló la pandemia, Cáritas tuvo claro que, pese a las dificultades y las restricciones, debía seguir desarrollando con mayor ahínco su principal cometido, que no es otro que asegurar la dignidad de quienes tienen menos oportunidades. La tarea no ha sido sencilla. Muchas de las personas a las que ha golpeado con más fuerza esta crisis –que suele denominarse “sanitaria” o “económica”, pero que es también social– ni siquiera habían superado la de 2018, de modo que ya se encontraban en una situación precaria ante la llegada de la nueva amenaza.
A otras, el brutal impacto del coronavirus les pilló de lleno y por sorpresa, hasta el punto de tener que recurrir por primera vez al respaldo de Cáritas, dado el empeoramiento de su situación. En Salamanca, el 20% de las 2.368 familias atendidas durante el pasado año desde su servicio de acogida y atención primaria no habían precisado antes acudir a la institución, que en 2020 destinó más de 1,3 millones de euros a cubrir necesidades básicas de la población, prestando un total de 5.536 ayudas para alimentación, alquileres, suministros, farmacia…
A pocos días de que se cumpla el triste aniversario de la declaración del estado de alarma, la organización diocesana ha querido hacer balance de las graves consecuencias de la epidemia sobre los colectivos más vulnerables y hacer un llamamiento al compromiso con el cambio, pero también agradecer “la colaboración y los múltiples gestos de apoyo recibidos” en este tiempo, “imprescindibles” para llevar a cabo su labor.
“En primer lugar, queremos mostrar nuestro profundo dolor por la pérdida de vidas humanas que tanto sufrimiento ha causado en toda la sociedad, nuestro reconocimiento a los afectados directamente por la enfermedad, a las familias. En segundo lugar, nuestro agradecimiento a todas las personas, familias, voluntarios, empresas, instituciones –tanto civiles como eclesiales– y medios de comunicación por su colaboración y contribución económica. La pandemia ha evidenciado todas las desigualdades presentes en nuestra sociedad, pero también un aumento de la generosidad y solidaridad y la urgente necesidad que sentimos de que todos realicemos un cambio de mirada en pro de la fraternidad”, ha expresado Carmen Calzada, directora de Cáritas Diocesana de Salamanca.
Acompañada por José María Rodríguez, secretario general de la entidad, Calzada ha destacado la importancia de “responder a las necesidades inmediatas” de las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad, pero también ha recordado que la actual crisis ha puesto de manifiesto la urgencia “de un compromiso con el cambio de actitudes y de mentalidad, con la igualdad de todas las personas; no es posible seguir actuando de la misma manera y con los mismos criterios, esto tiene que cambiar estructuralmente y todos tenemos que empujar hacia un sueño que hay que hacer realidad en el día a día”.
Como ha explicado Rodríguez, la respuesta de la institución durante el tiempo de pandemia ha pasado por dos fases, una primera en la que, en línea con la campaña La caridad no cierra. Cada gesto cuenta, “mantuvimos nuestra atención cuando vivimos el confinamiento de manera más dura” a través de intervenciones que siguieron siendo presenciales durante el primer mes, hasta que, a principios de abril, “nos vimos obligados a que el acompañamiento y la atención de muchos centros fuera telemática”. Siguieron abiertos los recursos residenciales y centros como el Espacio Abierto “para atender a las personas que no tenían otro refugio”.
“En una segunda fase, después del confinamiento, adaptamos nuestra intervención a todas las medidas sanitarias para velar por la salud de las personas con las que trabajamos, desdoblando grupos de trabajo, mediante cita previa, acompañamiento domiciliario o flexibilizando horarios”, ha señalado el secretario general de Cáritas Salamanca, quien ha apuntado que desde que comenzó la crisis y se establecieron las restricciones “el empeoramiento de las condiciones de vida de la población se sintió muy rápidamente en nuestra diócesis”.
En este punto, ha destacado cuatro realidades especialmente dramáticas, la primera de ellas, la referida a las personas que han necesitado ayuda para cubrir sus necesidades más básicas por situaciones como estas: personas o familias con dificultades para hacer frente al pago de la vivienda, en situación de desempleo o con algún miembro sujeto a ERTE sin percibir prestaciones; afectados por la covid-19 que han sufrido una reducción drástica de sus ingresos; jóvenes sin trabajo o con empleos precarios; personas mayores con pensiones insuficientes o que han tenido que ser sustento de sus hijos; parados de larga duración; empleadas de hogar o profesionales cuidadores; inmigrantes y solicitantes de protección internacional o aquellos que se encuentran en situación administrativa irregular y no tienen derecho a ayudas públicas ni pueden optar a trabajos en economía sumergida, que era su única fuente de ingresos.
También ha subrayado que la soledad “ha golpeado fuertemente a todos los grupos, especialmente al de personas mayores”, aunque también ha resaltado la difícil situación de las personas con problemas de salud mental o con drogodependencias, que han visto interrumpidas las intervenciones y los tratamientos que se ofrecen de forma presencial desde los distintos recursos de Cáritas. “Nos hemos tenido que reinventar” para ofrecer acompañamiento mediante vías alternativas, como el seguimiento telefónico o la atención en plazas y parques en el caso del proyecto de mayores.
De igual modo, ha sido preciso reorganizar y reforzar el respaldo a las personas sin hogar, que han sufrido “un impacto muy fuerte”, sobre todo aquellas que no disponen “de un lugar donde refugiarse, cuidarse o cubrir sus necesidades básicas de alimentación e higiene”. En este periodo, 280 personas han recibido atención en el Centro Padre Damián, y se han buscado “nuevos recursos y espacios de acogida” en colaboración con el Ayuntamiento.
Por último, José María Rodríguez ha recalcado las consecuencias de la brecha digital, que afecta “al 60% de las familias con las que trabajamos”, que es “causa y factor de exclusión” y que tiene impacto a nivel educativo –Cáritas Salamanca ha prestado apoyo a 240 niños, adolescentes y jóvenes para el seguimiento escolar–, pero también en la relación de los afectados con las administraciones públicas, dificultando su acceso a ayudas como el ingreso mínimo vital.
Explosión de solidaridad
han indicado los representantes de la institución, que han afirmado que, más allá del compromiso de las personas voluntarias y los agentes de Cáritas durante la pandemia, la respuesta a las necesidades de esta emergencia está siendo posible “gracias a la movilización social y a la explosión de solidaridad” que los ciudadanos mostraron desde su inicio.
En el conjunto del país, esta corriente de generosidad se ha traducido en el apoyo de 70.666 donantes a las 70 Cáritas diocesanas españolas, cuyas aportaciones han sumado 65 millones de euros. En Salamanca, en 2020 aumentaron en un 38% las personas que colaboraron económicamente con respecto al año anterior. Actualmente, la institución salmantina cuenta con el respaldo de más de 2.000 donantes, entre ciudadanos, empresas e instituciones. A este respecto, Calzada y Rodríguez han destacado la creación del Fondo Social creado por el obispo de Salamanca, Carlos López, y dotado con 500.000 euros. También el gesto de los sacerdotes de la Diócesos, que aportaron parte de su salario, hasta alcanzar los 60.000 euros en torno al mes de abril.
“Además, 40 empresas con corazón han incrementado su colaboración, muchas de ellas en especie, algo muy importante también para el mantenimiento de los centros residenciales. Además, 200 personas que quisieron apoyar con su tiempo se incorporaron como voluntarias en los distintos proyectos”, han agradecido los representantes de Cáritas Salamanca, antes de concluir: “Esto no ha terminado, estamos viviendo momentos duros en los que necesitaremos seguir contando con el apoyo de la sociedad; seguimos buscando Gente con Ángel“, en alusión a la segunda campaña puesta en marcha por la institución, que ha permitido “que cada gesto recibido se haya transformado en esperanza para muchas personas y familias”.
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