Incorporándose frutas y verduras, que casi estaban erradicadas de la dieta invernal, la alimentación se vuelve mas saludable, pero aumenta el caso de úlceras pépticas y duodenales.
Mayor actividad física, al contar con menos inclemencias climatológicas, aunque las patologías reumatológicas empeoran en esta época.
Aumentan los niveles hormonales, la actividad física, pero quienes suelen tener la tensión baja bien saben que suele ser una época habitual para los síncopes.
Disminuyen considerablemente los casos de gripe, es lo poco positivo a remarcar en cuanto a los problemas respiratorios, ya que se agudizan rinitis, conjuntivitis, alergias, asma, EPOC…
Más horas de luz solar implican una superior cantidad de vitamina D, el calcio se fija mejor en los huesos, pero las afectaciones como las dermatitis se agravan.
Resurge la libido, se incrementan los embarazos no deseados y enfermedades de trasmisión sexual; al contrario si la astenia primaveral es la que acontece.
El estado de ánimo mejora, así como la predisposición a nuevas metas saludables, donde desaprensivos poco preocupados realmente por la salud aprovechan para promocionar tratamientos estéticos, dietas y cirugías, además de ser mal momento para las depresiones y conductas autolesivas.
Son muchas personas las que piensan que lo mejor de la primavera es que no dura más tiempo.
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