La espectacular bajada de fallecimientos en las residencias de ancianos, después de que estos fueran vacunados, demuestra la eficacia de las vacunas frente a la covid-19, al menos para evitar muertes e ingresos hospitalarios. Lo mismo ocurre con países que ya han logrado vacunar a una parte muy importante de su población y que reportan datos esperanzadores.
Ante el sinfín de informaciones contradictorias, o al menos confusas para la opinión pública, encuentro que es mi obligación como profesional sanitario informar e intentar convencer a quienes tienen reticencias ante la vacunación que llevan a cabo los servicios de salud.
No es de extrañar que algunas personas duden, tengan un miedo lógico y estén indecisas ante la inoculación de la vacuna. Les confieso que yo también he tenido mis dudas, no por la eficacia, la seguridad o la necesidad de vacunarme, que tengo claro que sí, sino porque cuando uno lee cómo el índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York dispara el valor de Pfizer frente a las pérdidas de AstraZeneca, según las informaciones que se publican, uno duda de si todas estas incidencias con las vacunas no son ficticias y forman parte del juego multimillonario que tienen las farmacéuticas con miles de millones en juego.
Al margen de estas dudas sobre las estrategias comerciales de la industria farmacéutica, de la cual no tengo una opinión positiva, como he manifestado en mis múltiples artículos, he de reconocer que se están siguiendo los procedimientos adecuados de vigilancia farmacológica, como ocurre con cualquier medicamento nuevo que se pone en el mercado. Las paralizaciones de envíos y distribución de vacunas cuando ocurre alguna incidencia para estudiar las posibles causas de estas demuestran que la información y los procedimientos de seguimiento y seguridad funcionan.
Todos los efectos adversos encontrados, como las trombosis, son muy raros y menores que los producidos por otros medicamentos utilizados con frecuencia y, sin comparación alguna, con el desarrollo de la covid-19 si llegamos a contagiarnos y evolucionamos mal. Lo que ha ocurrido en países con una vacunación importante de la población y con los ancianos vacunados en las residencias de mayores de nuestro país demuestra su eficacia y su beneficio frente a riesgos ínfimos.
Respetando la libertad de elección de cada uno, creo que vacunarse no es una opción, es una obligación para con nosotros mismos y para con los demás. Si no padecemos la enfermedad gracias a la vacuna ni ingresamos en el hospital o en la UCI, otras personas con otras patologías no covid podrán hacer uso de esos recursos que la sanidad pública pone a disposición de los ciudadanos cuando los necesitamos. Debemos superar el miedo y pensar que tiene mayor riesgo no vacunarse que hacerlo.
Desde este espacio animo a vacunarse. Millones de personas han sido vacunadas con todo tipo de vacunas y un insignificante número de casos (6 incidencias comunicadas con Janssen, de 7 millones de vacunas puestas) han resultado sospechosos de complicaciones por estas. Las autoridades sanitarias están estableciendo las pautas que en cada momento son necesarias, buscando el mínimo riesgo y el mayor beneficio para la población.
La Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia recomienda seguir las instrucciones de las autoridades sanitarias, recabar información de fuentes fiables, desconfiando de rumores y bulos, y pone de manifiesto que las autoridades españolas y europeas tienen mecanismos fiables de vigilancia de la seguridad y eficacia de los medicamentos comercializados que garantizan el mejor uso posible de las vacunas.
Las vacunas son nuestra única oportunidad, aprovechémosla.
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