Dice Meg Wheatley en su libro Leadership and the New Science (inspirado en física cuántica, como nueva forma de entender al mundo después de Newton), sobre el lema “piensa en global, actúa en local”, que una visión cuántica “explicaría el éxito de las iniciativas locales de forma diferente a la newtoniana”.
“Actuar de modo local nos permitiría trabajar con el movimiento y el flujo de eventos simultáneos dentro de nuestro sistema local, aumentando la posibilidad de conseguir sincronizarnos con el sistema y, por tanto, de tener un impacto. Estos cambios en pequeños lugares consiguen crear cambios en el sistema, no porque construyan los unos sobre los otros, sino porque son parte de un todo que los mantiene unidos. Nuestras actividades en una parte de ese todo se convierten en causas, no a nivel local, sino emergentes lejos de donde intervenimos”.
Si eso es así, me pregunto: ¿Cómo es posible que muchas de las iniciativas tan útiles para la sociedad y con tanto éxito que he podido conocer no acaben replicándose a mayor escala (o en mayor número de lugares) para ayudar a nuestros sistemas a evolucionar significativamente?
Claro que aparecen en algunos sitios y se replican en otros muchos. Por supuesto que hay muchos pequeños centros de estas actividades en marcha que continuamente se generan y/o expanden a lo largo del globo. Y sin embargo, siguen siendo la minoría. A pesar de tener sentido global, para beneficio de todos, no consiguen aflorar.
Me viene entonces a la mente el concepto de masa crítica. Sólo cuando en un sistema hay suficiente de algo puede influir ese algo de forma visible. Y en cada cosa que hacemos, iniciativa que ponemos en marcha, creo que se nos olvida recordar que por cada iniciativa de las “más beneficiosas para el conjunto” existen una o más de las otras también en cada rincón del planeta.
Con la ilusión de lo nuevo que ponemos en marcha no prestamos atención a esas iniciativas que, a través de sus propios ciclos de generación y expansión, reverberan a través de todos los sistemas y, en ocasiones, puede que hasta estrangulen, consciente o inconscientemente, las posibilidades de expansión de las nuevas iniciativas. Hay que asumirlo, en algunos sectores y áreas, sencillamente ganan en número.
¿Cómo se consigue entonces una masa crítica?, me pregunto. ¿Qué hizo que pudiera aparecer y propagarse el protestantismo, que las personas de color en EEUU comenzaran a tener derechos similares –que no iguales– a los de los blancos, que las mujeres pudieran votar –en algunos países-, que comenzara a hablarse de cambio climático como una posibilidad real a considerar? ¿Qué combinación mágica de pequeñas iniciativas consiguió reverberar a través de los sistemas para hacerlo posible cuando claramente tampoco tenían tanto a favor? ¿Cómo fue?
Aplicado al día de hoy y lo que nos ocupa, ¿cómo conseguimos no sólo sostener, sino “no hacer que perezcan” aquellas iniciativas que, como habitantes del planeta, realmente necesitamos?
Durante las dos últimas semanas, en mi pequeño mundo han acaecido varios eventos que han desembocado en reflexión. Me doy cuenta de que todas mis reflexiones llegan a las mismas preguntas: ¿cómo seguir creyendo?, ¿cómo cultivar este tipo de proyectos?, ¿cómo seguir apostando por todo eso que sí necesitamos materializado en iniciativas que van a contracorriente de la norma?, ¿cómo distinguimos entre opciones que ayudan a la evolución y aquellas que, aparentemente similares, refuerzan el status quo? No tengo respuesta. De hecho, me cuesta pensar en respuestas globales que podamos aplicar de forma local.
Se me ocurre que quizá desarrollar la atención y también aumentar nuestra capacidad de percibir a través de los sentidos pueda ser una vía para el discernimiento. Quién sabe si atender a los matices del lenguaje pudiera rendir beneficios también. O, como continúa diciendo Meg Wheatley: “En el mundo cuántico las relaciones no son sólo interesantes; para muchos físicos, son todo lo que hay en la realidad… Para vivir en el mundo cuántico, tendremos que cambiar lo que hacemos. Tendremos que dejar de describir tareas para pasar a facilitar procesos. Habremos de ser diestros en construir relaciones, cultivar el desarrollo, hacer avanzar cosas. Todos necesitaremos mejorar nuestras capacidades de escucha, comunicación y facilitación de grupos, porque éstos son los talentos que construyen relaciones sólidas… Necesitaremos aprender que el poder en la organización es la capacidad que se genera en las relaciones…”.
Pequeño ejemplo real del día de hoy. Un objetivo del diagnóstico sobre diversidad redactado como sigue en el borrador de una propuesta: “Identificar obstáculos y barreras internas (de las mujeres) y externos (la organización) en torno a las aspiraciones y posibilidades de promoción”. Hace siete años no hubiera reparado en la estructura de pensamiento que esta frase encierra. También hubiera estado encantada pudiendo diagnosticar y analizar las partes y proceder después a extraer conclusiones, posiblemente sobre el todo.
Hoy soy consciente de que cualquier intervención en una organización altera el espacio en el que se interviene. No es necesario añadir nuestras propias hipótesis (especialmente si somos conscientes de ellas), a la alteración que inevitablemente tendrá lugar con cualquier proyecto que se ponga en marcha. Más importante, hoy también sé que no hay partes… sólo distintos aspectos en relación los unos con los otros de un todo que se encuentra en cambio constante.
Pedí que elimináramos de la frase todo lo que se encontraba entre paréntesis.
¿Para cuándo una masa crítica que crea que las relaciones son, si no el elemento fundamental de las organizaciones, uno realmente importante y actúe en consciencia y consecuencia?
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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