Miradas indiscretas

Este mes me prometí a mí mismo que no iba a protestar por nada, que al final va a parecer que ésta es una profesión sólo apta para masoquistas, y tampoco es eso, de verdad que no.

Así que hoy voy a dedicar este artículo a ese personaje siempre presente en nuestros avisos, ya sea a través de la mirilla de cualquier puerta o en la vía pública (aquí proliferan especialmente): el mirón, popularmente conocido como cotilla.

El mirón es esa persona que merodea a nuestro alrededor mientras trabajamos y que intenta por todos los medios saber qué ha pasado, aunque en la mayoría de las ocasiones él ya tiene su propia opinión al respecto, incluso la solución a todo el problema que se ha generado.

Dentro de esta especie, hay varios tipos, a cual más peculiar, que a continuación paso a descubrir.

1) El periodista: Le importa el qué, el cómo, el cuándo y el dónde. De verdad que alguno se merecería el Pullitzer. A veces dan ganas de pedirles una redacción para poder acabar los informes; seguro que a ti algo se te escapa… pero a ellos no.

2) El testigo: Es la persona que lo ha visto todo y, por supuesto, quiere contártelo a toda costa (que oiga, me parece muy bien, pero con dos o tres veces ya me he enterado, de verdad).

3) El ayudante: Posiblemente estemos ante el más peligroso de los mirones. Se les puede resumir con la frase: Nooo, por favor, no toque las palancas de la camilla. Creo que es suficientemente explicativo.

4) El protestón: Por supuesto, no podía faltar en todo aviso que se precie. Protestará por todo: que si llegas tarde, que si llegas pronto… Qué más da… El caso es quejarse.

5) El especialista: Sabe el diagnóstico, la solución y, en muchos casos, hasta los días de ingreso del paciente, porque conoce a alguien a quien le pasó exactamente lo mismo. Ni que decir tiene que la llegada de la madrugada y el consumo de bebidas espirituosas eleva exponencialmente los conocimientos adquiridos.

Pero en este trabajo, por suerte -o más bien por necesidad- acabas por encontrar una solución a cada problema. Porque sí, estas personas acaban siendo un problema que en algunos casos genera tensión, y molesta en la mayoría, no sólo a nosotros, sino especialmente al paciente y a sus familiares.

Está la solución típica de mandarles cualquier tarea. Es increíble la capacidad de un mirón para sujetar un suero (ni siquiera hace falta que esté conectado al paciente), pero también para apartar del lugar a otros de su misma necesidad informativa (de verdad que lo hacen, e incluso les llegan a decir: “Venga cotillas, que aquí no hay nada que ver”).

Y qué decir de ponerles un chaleco… Ay, amigos… Acabas de crear una leyenda, un mito. Ese día pasará a la historia para él. Para él y para sus hijos… y hasta para sus bisnietos.

En definitiva, que ante cualquier incidente se trata solamente de ser respetuoso, en primer lugar, con la intimidad del afectado y después, con los equipos que están trabajando con el paciente. Porque cualquier día nos puede pasar a los demás.

Y por favor, ya puede quitarse ese chaleco, que ha llegado ya a su casa.