La joven salmantina Andrea Ruano acaba de recibir una de las Becas de Creación Artística Contemporánea de la Fundación Villalar en su primera edición. 12.000 euros durante un año que, sin duda, le servirán para seguir creciendo como artista, aunque lo suyo viene casi desde la cuna, y quizá por eso, su arte ha sido su mejor terapia contra el cáncer.
Si observan sus catorce cuadernos negros, enseguida verán el rastro de una enfermedad, sarcoma de Ewing, un tumor óseo maligno que tuvo en una pierna, que le llegó en plena adolescencia, unos preciosos 15 años marcados por hospitales y visitas médicas. “Tantas horas en salas de espera a mis espaldas, salas de médicos, ingresos” fueron una fuente de inspiración importante, “de gente, de estructuras, de todo lo que tenía a mi alrededor“, comenta Andrea.
“He pintado a mi madre, a otros pacientes, a las ambulancias… también escribo, mi otra gran pasión, igual estaba esperando y escuchaba una letra de una canción y la plasmaba, o hago collages con muchas cosas de las que han utilizado, por ejemplo, en la sala de cura”, añade. Por eso, no se extrañen si ven entre sus dibujos y sus palabras, apósitos transparentes para las vías, gasas, esponjas o lámina selladoras de la terapia VAC, que se utiliza para el tratamiento avanzado de cicatrización de herida, aguja semicircular de puntos de sutura o electrodos de los Tens o de los electrocardiogramas, en forma de pegatinas o ventosas.
Todo un mundo que Andrea se hizo a su medida para mirar de frente a ese tal Ewing que quiso robarle lo mejor de su vida, pero que ella supo transformar en una catarsis personal llena de creatividad. “Empecé cuando me dieron el diagnóstico y ahora sigo con ello, es un proyecto casi vital, una forma de expresarme, y además sigo con alguna cirugía de vez en cuando”, comenta.
Lo dice porque, por fortuna, aquel sarcoma detectado en 2007 quedó curado en abril de 2008, con un tratamiento “superefectivo” que le hizo pasar por el quirófano para estirpar el tumor maligno y someterse a un autotrasplante de médula, aunque todavía hoy tenga que sufrir las consencuencia de aquella intervención.
“Ahora estoy muy bien, pero a nivel traumatológico el hueso me ha dado problemas, más de los que estaban previstos, no soldó bien y se rompió la placa. La última cirugía fue en 2015, para cambiar todo lo que me habían puesto, y ahora me queda otra pequeña intervención para corregir los dedos del pie”, explica Andrea, con una naturalidd que casi asusta, aunque la realidad es que su optimismo forma parte también de su terapia: “Hay que encontrar algo que te sirva de distracción y afrontar la enfermedad con el máximo ánimo posible, ya sé que en esos momentos esto puede sonar a chino, pero yo comprobé de forma palpable, físicamente, que si entraba de risas a la quimioterapia la toleraba mejor. Esto es una putada, hablando claro, pero si no logras distraerte y buscar algo positivo, la mierda va a ser más mierda”.
Con estas palabras Andrea Ruano Flores, ahora con 24 años y una extensa formación artística que incluye el Grado en Bellas Artes, ofrece su granito de arena para alentar a quienes, como ella, deben enfrentarse a esa palabra maldita, cáncer, que afecta cada año a casi 250.000 personas en España, muchos de ellas niños o adolescentes. No se olvida, en ningún momento, de “la labor increíble” que hizo Pyfano y que hace en Salamanca, ni tampoco de la Fundación Aladina “por el apoyo incondicional durante el tratamiento y en los años siguientes, con su grandísima humanidad y pasión por que los niños no pierdan la sonrisa”, ni de la AAA – Asociación española de Adolescentes y Adultos jóvenes con cáncer. Con todos ellos colabora y lo hace de la mejor forma que sabe, prestándoles su sensibilidad creativa, su fortaleza, su proyecto de vida.
Espacio NUCA
Un proyecto que de forma profesional ha sido canalizado a través del Espacio NUCA, situado en el pasaje de María Auxiliadora, donde no sólo forma parte del elenco de artistas, también da clases de dibujo a los niños, y coge alas para volar en este difícil mundo del arte. De hecho, esta beca de la Fundación Villalar que ha colocado su historia en todos los medios de comunicación por derecho propio, tiene mucho que ver con esta galería.
“La beca se ha cruzado en mi camino. El proyecto lo presenté a finales de octubre gracias al apoyo de Edu, del espacio NUCA, e hice un formato Portfolio, con una descripción teórica de lo que suponían estos dibujos, textos y collages. Había 237 artistas presentados y el 3 de enero me dieron la noticia, el premio lo recibimos el 17 de enero en las Cortes, y como era la primera edición, pues estaban invitados todos los participantes”, cuenta Andrea sobre un día que, a buen seguro, habrá quedado grabado en este camino de rosas y de espinas.
“A estas alturas del cuento ya tengo suficiente perspectiva para hablar de la enfermedad, es un palo, eso está claro, pero aparte del gran apoyo familiar, me refugié en el tema artístico. Yo con un año y medio ya pintaba y me he pasado la vida pintando. En este proceso, al principio todo es un caos, están siempre encima de tí, con visitas médicas y tratamiento, luego ya te centras, eliges el formato y empiezas a crear, en cualquier sitio, en cualquier momento. De hecho, mi cuaderno va siempre conmigo”.
Su creación pueden encontrarla en la web del Espacio Nunca, http://espacionuca.com/ donde ella, mejor que nadie, explica el sentido de esta magnífica historia que nos habla de la VIDA con mayúsculas:
“Piel y Huesos (Skin and bones) es un proyecto personal que comenzó en septiembre del 2007 cuando los médicos me dijeron que tenía cáncer, y este momento clave es el que hace de raíz e hilo conductor de los dibujos. Cuando compré el primer cuaderno negro comencé un recorrido de investigación de linea, mancha, tintas y muchas representaciones tanto literales como metafóricas, relacionadas con momentos personales y con mi vida como paciente.
Es una catarsis, es una fusión de la feminidad del cuerpo de la mujer y la dureza de una época hospitalaria, de una enfermedad y sus consecuencias. Una lucha de poderes entre las lineas que definen momentos en cuadernos de boceto, y los sentimientos que segregan las paredes frías y los goteros. Es una búsqueda de la identidad, de saber perdonarse y de usar el cuerpo y la linea como filtro, como llanto y como arte.
A día de hoy, cuento con 14 cuadernos separados por fechas y temáticas, que abarcan desde la idea del cuerpo femenino, la crudeza y la caducidad de las visitas médicas hasta escritos personales que narran vivencias y frases de canciones que suenan a mi vida. La evolución del estilo en los cuadernos es palpable y definida por las emociones, teniendo constancia notable de mi desarrollo como persona, como mujer, como paciente y como artista.
En la actualidad y con los cuadernos como referencia preparo un proyecto expositivo donde además de las propias libretas muchas imágenes cambian de formato y de soporte para interactuar fotografía, instalación y video”.
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