El dispositivo IQOS (I Quit Ordinary Smoking), iniciales en inglés de Dejo el tabaco habitual, es un sistema desarrollado y recientemente lanzado al mercado por la compañía tabaquera Philip Norris que funciona calentando el tabaco a temperaturas que llegan a 250-400 grados, pero sin superar los 1.000 grados que se alcanzan cuando los cigarrillos normales se queman.
De esta forma, no se produce pirólisis (o cambios irreversibles de la composición química del tabaco debido al calentamiento a altas temperaturas) y, en consecuencia, el humo que se libera es portador de un menor número de sustancias tóxicas para el fumador. Aun así, la Sociedad Española de Cirugía Torácica y Neumología (SEPAR) ha advertido de que estudios recientes demuestran que el IQOS no evita la presencia de sustancias tóxicas que son nocivas para el organismo del fumador.
Uno de estos trabajos es el publicado por el doctor Reto Auer y otros autores en JAMA Internal Medicine, en el que se compara el contenido del humo de IQOS con el de los cigarrillos convencionales, encontrando componentes volátiles orgánicos e hidrocarburos policíclicos aromáticos en el humo de IQOS. Además, el humo de IQOS contenía el 84% de nicotina hallada en el humo de los cigarrillos convencionales.
La mayoría de los elementos del humo de IQOS se encontraron en menor concentración que en el humo de cigarrillos convencionales, pero hubo un hidrocarburo policíclico aromático cancerígeno, el acenafteno, que se detectó en una concentración en humo de IQOS de más del doble a la que se encontró en los cigarrillos convencionales. Tras estos hallazgos, los autores concluyeron que el humo liberado por IQOS contiene elementos tóxicos para la salud de las personas que utilizan estos dispositivos.
Otro estudio destacable es el solicitado por el Gobierno japonés para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, a requerimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En este trabajo, publicado en Journal of UOEH, el doctor Kanae Bekki y otros autores demostraron presencia de tóxicos en el humo de la corriente principal de tabaco de los IQOS, algunos en similar cantidad a los cigarrillos habituales y otros en menor cantidad, y asumieron que parte de estos tóxicos puede pasar al humo exhalado por los fumadores, concluyendo que el consumo de IQOS puede producir daños tanto en fumadores activos como pasivos de estos dispositivos.
“Se puede concluir que la utilización de IQOS no reduce de forma significativa la cantidad de nicotina inhalada en comparación con la que se inhala de un cigarrillo normal. Además, aunque con la utilización del IQOS la cantidad que se inhala de otras sustancias tóxicas (formaldehído, acetaldehído o nitrosaminas, todas ellas sustancias que producen cáncer) es menor que la inhalada con el de los cigarrillos normales, hay que destacar que esta cantidad es suficiente para ser tóxica para la salud, de modo que el IQOS sigue siendo un dispositivo tóxico para la salud de aquellos que lo utilizan y, por supuesto, no sirve para ayudar a dejar de fumar”, destaca el doctor Carlos A. Jiménez Ruiz, presidente electo de SEPAR.
Los cigarrillos electrónicos, en entredicho
Los cigarrillos electrónicos (CE), también conocidos como vaporizadores, eCig o eCigar, son unos dispositivos que sirven para vaporizar un líquido compuesto por una mezcla de sustancias químicas que, con la inhalación, se depositan en los pulmones del usuario. Propilenglicol, glicerina y nicotina son las sustancias que más frecuentemente se encuentran en el líquido de los CE, aunque algunas marcas no contienen nicotina. “Propilenglicol y glicerina han mostrado ser inocuos cuando son utilizados por vía oral. No obstante, cuando se utilizan por vía inhalada, como en el caso de los CE, su inocuidad no ha sido claramente demostrada”, advierte el doctor Jiménez.
En el vapor que liberan los CE se han detectado diferentes sustancias, como formaldehído, acetaldehído y acroleínas, que también están presentes en el humo de los cigarrillos manufacturados, aunque en mayor cantidad que en los CE. El formaldehído y la acroleína se forman como consecuencia del calentamiento de la glicerina. Además, en el vapor de los CE se han hallado metales como el níquel, el cromo y el plomo. “Es de destacar que los niveles de níquel hallados en el vapor de los CE son más elevados que los detectados en el humo de los cigarrillos. La International Agency for Research on Cancer clasifica todas estas sustancias como carcinogénicas, sin determinar un umbral de seguridad para su consumo. Además, algunas de estas sustancias tienen capacidad para producir daño en el intersticio pulmonar”, precisa el especialista.
Asimismo, un estudio ha encontrado que el vapor que producen los CE contiene partículas del tipo PM 2,5 que, además de ser perjudiciales para los consumidores activos de CE, lo pueden ser para los consumidores pasivos de este tipo de productos.
El uso de los cigarrillos electrónicos como estrategia para dejar de fumar o consumir menos tabaco tampoco ha quedado bien demostrada todavía por los estudios. “Por el momento, solo se han realizado tres estudios clínicos aleatorizados diseñados para evaluar la eficacia y la seguridad de uso de los CE como tratamiento para ayudar a los fumadores a dejar de serlo o para ayudarles a reducir el número de cigarrillos que consumen. Son trabajos con importantes deficiencias metodológicas que no permiten obtener conclusiones fiables y definitivas sobre la eficacia y la seguridad de uso de los CE como tratamiento para dejar de fumar o para reducir el número de cigarrillos consumidos”, explica el doctor Jiménez.
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