Los profesionales sanitarios y sus representantes lo han repetido en innumerables ocasiones, y los datos oficiales lo ratifican. Las infecciones de SARS-CoV-2 entre quienes trabajan en los centros sanitarios se producen con una frecuencia elevada, más incluso que en otros países del entorno, y en la búsqueda de explicaciones a esta realidad siempre sobresale una hipótesis: la falta de equipos de protección individual (EPI), especialmente cuando la epidemia empezó a mostrar su peor cara.
Los datos del Ministerio de Sanidad revelan que casi 44.000 profesionales en activo han resultado contagiados, de los que 4.835 han sido hospitalizados en planta, 570 han precisado cuidados intensivos y 440, ventilación mecánica. Más 50 han fallecido.
Esta mañana, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias (CCAES) del Ministerio de Sanidad, Fernado Simón, ha hecho referencia a esta cuestión durante su comparecencia diaria, en la que ha reconocido la “alta incidencia” de profesionales de la salud que han resultado afectados por el nuevo coronavirus, aunque ha destacado que su enfermedad, “en general, ha sido menos grave”, según reflejan los estudios de los casos registrados. Esto no quiere decir, ha añadido, “que no exista un número importante de personas que, tristemente, han podido resultar infectadas desarrollando su trabajo y han fallecido, por lo que es importante reconocer el esfuerzo y el costo que está teniendo la gestión de esta enfermedad en los centros sanitarios”.
El epidemiólogo ha apuntado que, en estos momentos, los servicios sanitarios son, precisamente, uno de los principales focos de transmisión del SARS-CoV-2, aunque también ha recordado que el personal sanitario tiene “un acceso más fácil” a los sistemas de diagnóstico una vez que inician síntomas, lo que podría explicar en parte que se registre un elevado número de positivos en este colectivo.
Una incidencia del 11% en grandes hospitales de Madrid y Cataluña
Durante su intervención, Simón ha hecho referencia a dos estudios realizados en grandes hospitales de Madrid y Cataluña, ambos “con una altísima presión asistencial” durante el periodo más duro de la epidemia, que sitúan la incidencia de la enfermedad entre su personal en torno al 11%, si bien en otras comunidades autónomas el porcentaje se reduce al 3%, lo que pone de manifiesto una importante “variabilidad”.
Sí es posible tener una mejor aproximación al perfil de los trabajadores de la Sanidad afectados por el coronavirus SARS-CoV-2 a partir del análisis de los datos disponibles hasta el momento. Ayer mismo, el Centro Nacional de Epidemiología (CNE), dependiente del Instituto de Salud Carlos III, publicó un informe sobre el impacto de la COVID-19 en el personal sanitario basado en los 30.660 casos notificados a la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE) mediante la plataforma informática SiViES (Sistema para la Vigilancia en España), gestionada por el CNE.
En él se recoge que los casos que se han producido entre los profesionales de la salud suponen el 22% del total de infecciones declaradas a la RENAVE. El 76% de los casos de COVID-19 en personal sanitario son mujeres, y la media de edad de los infectados es de 46 años, bastante menor que en la población general (60 años), resultados lógicos, como ha destacado el responsable del CCAES, teniendo en cuenta que, en este caso, se trata de trabajadores en activo y en un sector claramente feminizado.
También hay diferencias en cuanto a la gravedad de los cuadros: menos de 11% de los profesionales sanitarios contagiados han sido hospitalizados, frente al 46% de la población general –según la información recogida en otro informe correspondiente al mismo periodo– y un 1,2% ha precisado cuidados intensivos (el 6% de los casos notificados en el balance general). Igualmente, mientras que la letalidad en el colectivo profesional ronda el 0,1%, ésta alcanza el 7,8% en el análisis total, que muestra que el 86% de los fallecidos tenían más de 70 años.
Según los casos de COVID-19 en personal sanitario notificados a la RENAVE, los hombres presentan una mayor prevalencia de neumonía, enfermedades de base y un mayor porcentaje de hospitalización, admisión en UCI y ventilación mecánica que las mujeres.
Además, el 65% de los profesionales afectados presentaban como antecedente epidemiológico de riesgo el contacto con personas con infección respiratoria, y el 70%, el contacto estrecho con casos de SARS-CoV-2 probable o confirmado.
Los síntomas más frecuentes referidos por el personal sanitario infectado son tos, fiebre, escalofríos y dolor de garganta. Uno de cada tres pacientes presentó clínica digestiva (diarrea o vómitos), siendo más frecuente en mujeres, al igual que la disnea y el dolor de garganta, mientras que la fiebre fue más común en los hombres.
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