Se estima que se producen 350.000 paradas cardiorrespiratorias (PCR) o muertes súbitas cada año en Europa, de las cuales menos de un tercio, unas 100.000, reciben maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), y de estas solo llegan al hospital menos de 40.000 pacientes, y siendo solo un 25% las personas que salen del hospital (menos del 3% de todas las paradas cardiorespiratorias) con buen pronóstico, según la escala neurológica de CPC (Cerebral Performance Categories).
“Ante estas cifras queríamos averiguar el grado de conocimiento que tiene la población general en nuestro medio sobre la parada cardiorrespiratoria y si saben aplicar maniobras de reanimación cardiopulmonar básicas”, explica el doctor Jordi Bañeras del Hospital Vall d’Hebrón y uno de los autores de la investigación.
El estudio, en el que participarón más de 3.000 personas, consistió en la realización de una encuesta que se llevó a cabo de forma simultánea en diferentes centros de atención primaria, farmacias, centros deportivos, escuelas, centros de educación secundaria y universidades de la región Norte de Barcelona durante el Día Europeo de Concienciacion sobre el Paro Cardiaco (The European Restart a Heart Day) que se celebró el 16 de octubre del 2016.
De los encuestados, el 84,2% había oído hablar de la muerte súbita (64,5% en los medios de comunicación), pero sólo el 36,1% identificaría la parada cardiorrespiratoria como “no responde y no respira normalmente”. El 13,8% de los encuestados había presenciado alguna vez una parada cardiorrespiratoria y el 6,7% declaró haber efectuado maniobras de RCP (excluido el personal sanitario).
“Este dato del estudio es muy revelador ya que muestra que la muerte súbita es un problema frecuente y si tomásemos medidas y la mayoría de la población supiese hacer maniobras de reanimación cardiopulmonar, aumentaría el número de personas con buen pronóstico neurológico”, indica Bañeras.
La desfibrilación precoz y las compresiones torácicas de calidad son estrategias que aumentan la supervivencia en caso de una parada cardiorrespiratoria. Pero “las compresiones tienen que estar bien hechas: es necesario que el tórax se comprima al menos 5 centímetros de profunidad y no más de 6 cm, deben realizarse a una frecuencia entre 100 y 120 por minuto, y además hay que hacer una buena descompresión. Esto implica que se tiene que enseñar y recordar de forma totalmente práctica. Pensamos, tal y como se ha demostrado en otros países, que las escuelas son el lugar ideal para enseñar estas maniobras”.
En este sentido, el doctor Bañeras afirma que “estamos trabajando para saber la mejor manera de enseñar este tipo de maniobras a toda la población, pero pensamos que la enseñanza de RCP debe establecerse en los currículums escolares para que los alumnos terminen su educación sabiendo cómo se efectúa este tipo de maniobras y no las vayan a olvidar en su vida”.
En la encuesta también se preguntó por los desfibriladores externos automatizados (DEA). Un 78,8 % había oído hablar de ellos, y un 4,1 % lo había utilizado (excluido personal sanitario) El 84,3% pediría ayuda al 112 en caso de ser testigo de una parada cardiorrespiratoria. Finalmente, sólo el 32,7 % había recibido formación en maniobras de reanimación cardiopulmonar. Sin embargo, la gran mayoría (97,4%) lo consideró importante.
Atención en red en León
Los pacientes con infarto agudo del miocardio que llegan a los hospitales por medio del sistema de organización asistencial en red reciben el tratamiento antes que aquéllos que acuden a los centros sanitarios por sus propios medios, según demuestra un estudio realizado por el grupo del doctor Ignacio Iglesias Garriz, del Servicio de Cardiología del Hospital de León, también presentado en el Congreso Europeo de Cardiología.
Se sabe que el rápido acceso a la terapia de reperfusión -generalmente mediante angioplastia primaria- por parte de los pacientes que sufren un infarto de miocardio con elevación del segmento ST (STEMI) aumenta su eficacia y disminuye su morbilidad y mortalidad. Es por ello que las actuales directrices europeas recomiendan la creación de una red regional para el tratamiento temprano de estos pacientes.
El estudio observacional prospectivo analizó datos de los pacientes atendidos en el Hospital de León, entre febrero de 2015 y septiembre de 2016, que cumplían tres criterios: dolor en el pecho, menos de 12 horas desde el inicio de los síntomas y elevación del segmento ST en al menos 2 derivaciones contiguas en el electrocardiograma. En total se incluyeron en el estudio 334 enfermos y se pudo comprobar que el 59% por ciento de ellos utilizó la Red de Infarto de Miocardio para llegar al hospital.
Según los resultados del trabajo, los pacientes que usaron la red asistencial eran más jóvenes (64 ± 14 vs 69 ± 14 años), con mayor prevalencia de tabaco (85% vs 45%,) y una menor prevalencia de diabetes mellitus (16% vs 23%). La diferencia entre el tiempo transcurrido desde la aparición de los síntomas hasta la introducción de la guía en la arteria coronaria fue de 36 minutos entre los pacientes atendidos por medio de la red asistencial respecto a los pacientes que acudieron a los hospitales por sus propios medios, con una mediana de 209 minutos frente a una mediana 245 minutos. La diferencia es aún más significativa en el tiempo desde la llegada al hospital hasta la introducción de la guía: 40 minutos frente a 75 minutos entre ambos grupos.
Los pacientes que llegaron al hospital a través de la Red de Infarto de Miocardio tuvieron una mejor supervivencia a medio plazo. Sin embargo, en el análisis multivariable el método utilizado por el paciente para llegar al hospital no se asoció con diferencias significativas en la mortalidad total.
“Aunque la mortalidad a los 30 días difiere entre los 2 grupos a favor del grupo que accede con el sistema organizado, esta diferencia no se detecta cuando se tienen en cuenta las diferencias basales entre grupos. El estudio, por lo tanto, no demuestra un beneficio en mortalidad a corto plazo inducido por el sistema de organización”, explica el doctor Ignacio Iglesias Garriz.
A su juicio, aunque esta mejora en tiempo de atención no parece ser suficiente para reducir la mortalidad de forma significativa a corto plazo, “debemos seguir aceptando el principio de que el tiempo desde el inicio de los síntomas hasta la reperfusión coronaria es un factor que impacta en el pronóstico de los pacientes, tanto en los que reciben tratamiento fibrinolítico como en los que se someten a angioplastia primaria”.
A su juicio, son necesarios futuros estudios en esta dirección, con un mayor seguimiento de los pacientes, para valorar el impacto real que tiene este sistema organizativo en la supervivencia de los enfermos tanto a corto, como a medio y largo plazo.
La telemedicina reduce a la mitad el coste global sanitario
También en el ámbito de la prevención, se ha demostrado que la incorporación del uso de la telemedicina a la atención multidisciplinar de pacientes con insuficiencia cardiaca (IC) no solo reduce a la mitad los costes sanitarios, sino que además mejora el pronóstico debido a la disminución de ingresos hospitalarios de este tipo de pacientes, según se desprende de un subanálisis del estudio ICOR (insuficiencia cardíaca de optimización remota), presentado en el Congreso Europeo de Cardiología.
El estudio ICOR fue coordinado por el doctor Josep Comín Colet en colaboración con el Institut Català de la Salut, la Fundación Gol de Investigación en Atención Primaria y el Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques (IMIM).
El subanálisis del ensayo clínico incluyó a 116 pacientes elegidos al azar con dos subtipos de insuficiencia cardiaca: 27 personas con fracción de eyección intermedia (HFmrEF) y 89 fracción de eyección preservada (HFpFE), para este grupo que no hay fármacos que hayan demostrado mejorar la tasa de supervivencia. El grupo de control, formado por 66 pacientes, recibió un seguimiento de atención habitual, es decir, el encuentro cara a cara con el médico y el otro grupo, integrado por 50 pacientes, fue atendido mediante telemedicina.
Para calcular los costes se basaron en la asignación del coste total para evaluar los gastos directos de la actividad clínica. De esta manera, el grupo de telemedicina experimentó una significativa disminución neta media en los costes directos de 3.170 euros por paciente por cada 6 eses de seguimiento. Esta reducción estaba impulsada principalmente por la dismunicón relativa del 55% en el gasto asociado a las rehospitalizaciones.
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