Obtener el puesto número 14 en un examen al que se han presentado más de 14.400 graduados en Medicina no es una cuestión de suerte. Detrás hay dedicación, esfuerzo, mucho sacrificio. A cambio, la posibilidad de partir de una posición inmejorable para elegir la especialidad que desea ejercer.
En ese proceso se encuentra ahora Ignacio González Ginel, que ha logrado la 14ª mejor nota de todo el país en la prueba MIR, según los listados provisionales. Por las estimaciones de la academia en la que se ha preparado, sabía que podía colocarse en un rango alto, pero reconoce que no esperaba que lo fuera tanto, así que sintió “una gran alegría” cuando lo supo.
Desde niño le había atraído el mundo de la biología, así que cuando llegó el momento de decidir, lo tuvo “muy claro”. Titulado por la Universidad de Salamanca (USAL), Ignacio González Ginel es hijo de médicos, pero asegura que nunca se sintió “forzado” por eso al elegir carrera. Apenas pudo conocer a su madre, la inspectora médica Elena Ginel, porque un día de abril de hace justo 20 años, un paciente que ya la había amenazado porque no aceptaba recibir el alta se creyó dueño y señor de su vida y cumplió sus amenazas.
La historia de este joven médico es la muestra del impacto más brutal de un problema –las agresiones a sanitarios– pendiente todavía de mejores respuestas, pero también el ejemplo visible de los frutos que se pueden lograr a partir de la mejor y más solidaria expresión del corporativismo médico.
Desde el inicio, la familia contó con el apoyo de la Fundación para la Protección Social de la OMC (FPSOMC), desde la que se da respuesta a las necesidades de los miembros de la profesión y sus familias ante circunstancias que requieren especial protección social, entre ellas, las de los huérfanos de médicos en edad estudiantil, a los que se proporciona una prestación durante toda su etapa educativa.
En el caso de Ignacio González Ginel, este respaldo, junto con un trabajo incesante que le ha llevado a tener el mejor expediente de su promoción, se ha traducido en unos excelentes resultados que llenarían de orgullo a quien le faltó demasiado pronto. “Desafortunadamente, perdí a mi madre cuando tenía 4 años, apenas pude conocerla, pero sé que fue una gran persona y una excelente profesional, y no cabe duda de que eso ha sido para mí un faro, un modelo a seguir. A pesar de no haber podido estar y hablar con ella todo lo que hubiera querido, mi madre ha sido todo un referente para mí a lo largo de mi vida y en mi motivación para estudiar y para alcanzar todo lo que he logrado”, cuenta.
La Dra. Elena Ginel ha recibido varios reconocimientos; el centro de salud de Tejares lleva su nombre, y el Colegio de Médicos de Salamanca le concedió su mayor distinción, la Medalla de Oro de la corporación. Pero es indudable que el éxito de su hijo en el examen MIR y el prometedor camino que eso le pone ante sus ojos es el mejor homenaje que podría recibir como madre.
Su padre, Juan José González, también médico, sí ha podido estar a su lado durante toda su vida y su carrera, aconsejándole y apoyándole en los periodos más arduos, como han sido estos meses de preparación del examen de acceso a la especialidad. Por él ha sido siempre consciente de lo que ha supuesto para la familia la ayuda prestada desde la FPSOMC. “Gracias a este respaldo, que es el de los compañeros, he podido proporcionar a mis hijos un desarrollo personal y psicológico pleno, como su madre tenía planificado”, explicaba el Dr. González hace unos años, en una entrevista publicada en Salamanca Médica.
Ignacio González Ginel tiene un sentimiento similar. “Estoy muy agradecido a la Fundación, porque sé que siempre ha estado apoyándonos en los momentos difíciles que hemos pasado, y la verdad es que me siento muy afortunado, porque toda mi vida he sentido el apoyo del colectivo médico a través de esta organización; saber que están ahí es un impulso. Yo mismo, cuando tenga la oportunidad de colegiarme, no dudaré en colaborar con la FPSOMC, porque los colegiados, con sus aportaciones, están ayudando a muchas familias que necesitan apoyo en momentos complicados”, asegura.
La elección de plaza
Tras superar el examen MIR con una de las mejores notas del país, y olvidados ya los duros meses de preparación en un escenario de pandemia que le ha impedido “compartir inquietudes” y hablar cara a cara con compañeros que estaban en su misma situación, se encuentra inmerso en otra fase complicada del proceso: elegir destino.
“Siempre me han gustado las especialidades médico-quirúrgicas, y estoy planteándome Urología y Otorrinolaringología“, apunta. De momento, no lo tiene del todo claro, así que ha empezado a realizar una lista de preferencias y hospitales. “Ahora se abre un mundo de posibilidades y prefiero meditarlo con calma para elegir lo mejor posible, porque es una decisión que condiciona todo tu futuro profesional”, destaca.
Lo que sí parece seguro es que optará por una plaza fuera de Salamanca, probablemente en Madrid, porque está “cerca de casa” y porque allí tiene familia y amigos. “Estudié en la Facultad de Medicina de la USAL y a lo largo de toda la carrera me he sentido muy a gusto y muy bien formado, pero en esta nueva etapa de mi vida me gustaría cambiar de aires y explorar otras ciudades“, avanza este joven médico al que le gustaría desarrollar en el futuro los tres pilares de la Medicina: la asistencia, la docencia y la investigación.
Dice que todavía “falta mucho” para eso, pero lo cierto es que entusiasmo, vocación y capacidad de trabajo no le faltan. Bien lo ha demostrado en cada uno de los retos de su vida. “Siempre tengo como objetivo el de superarme a mí mismo y poder alcanzar el mejor conocimiento y la mejor formación para ayudar a otras personas, que al final es en lo que se basa la Medicina: en hacer que la persona que se sienta en tu consulta o te escucha en la cama de un hospital se sienta aliviada”.
La Fundación para la Protección Social de la OMC
La Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial, antes conocida como Patronato de Huérfanos, es el órgano de solidaridad colectiva con los médicos más necesitados y con los hijos de colegiados fallecidos que precisan apoyo. La entidad ha repartido en Salamanca cerca de 2,3 millones de euros en ayudas durante el periodo 2010-2020. Esto ha sido posible gracias a las donaciones de los colegiados salmantinos que son socios protectores, que aportan 23,77 euros al trimestre.
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