Periodista vocacional, visceral según de qué se le hable, elocuente, perfeccionista y amigo de los retos. Forma parte de la directiva de la Asociación Salmantina de Periodistas (ASPE) y es vicepresidente de Charrosfera, escribe en la revista digital Nosoprano y en la plataforma Nucleus Info para freelance, entre otras publicaciones. Y tiene un blog, claro.
Es muy activo en las redes sociales y siente “predilección” por las nuevas tecnologías, así que tampoco es difícil encontrárselo impartiendo cursos sobre ellas. Es, en definitiva, lo que suele llamarse un culo inquieto. También es cojo y peina algunas canas, características que no tendrían por qué mencionarse, si no fuera porque la primera justifica en parte la entrevista. En cuanto a la segunda, apuntarla, quizás, como un tópico símbolo de su experiencia. Al fin y al cabo, sobre tópicos también va esta conversación.
Periodista y con discapacidad. Doble papeleta para engrosar las listas del paro. Qué te condiciona más a la hora de acceder a oportunidades laborales?
En mi caso, es complicado, porque, por una parte, elegí una profesión que no vive su mejor momento y que es claramente vocacional y muy de estar en la calle… La imagen paradigmática es la del reportero que se va por ahí, y yo supe desde el primer momento que eso no podría hacerlo. Pero me gustaba la profesión y decidí que, dentro de mis posibilidades, iba a intentarlo. Ha sido un reto doble; por una parte, por tener que luchar contra o defenderte socialmente como podías, en tu entorno familiar, de amigos, en el desarrollo de la carrera con una discapacidad… Y, por otra, cuando ya te has licenciado y eres periodista, por aportar, aparte de la información general, una visión o un punto de vista que tenga cierta relación con eso, porque quizás tienes una sensibilidad más despierta en estos temas. Me ha tocado batallar por las dos vertientes, y no me arrepiento, porque creo que es necesario que la gente que tiene una discapacidad, sea intelectual o física, no renuncie a lo que quiere hacer. En mi caso, soy un privilegiado, porque mi familia me ha podido apoyar económicamente, pude irme de mi casa con 17 o 18 años, algo que para mis padres era impensable. Muchos años después de haber salido y de estar aquí asentadísimo, mis padres me reconocieron que durante sus momentos de bajón pensaban que yo iba a quedarme en mi casa, sin hacer nada, viviendo de las ayudas del Estado y vendiendo el cupón de la ONCE, porque era la imagen que en los los 80 y 90 había de la discapacidad.
Y casi estar encerrado en casa, porque la discapacidad tendía a ocultarse muchas veces.
Era un tabú. Yo tuve una suerte tremenda, porque por mi forma de ser nunca he escondido mi discapacidad. En el colegio no tuve ningún problema de aceptación o integración o, al menos, no muy grave, y mis amigos me han visto siempre como una persona totalmente normal. Y en la Universidad lo mismo. Pero sí es cierto que mucha gente tuvo problemas, porque la discapacidad todavía se ve como algo, de alguna manera, estigmatizante. “Uy, pobrecito, qué pena para su familia, o qué pena para él”. Eso lo oyes todavía hoy, en el siglo XXI, y a mí se me revuelven las tripas.
¿Has percibido alguna vez que no has tenido oportunidades profesionales como consecuencia de tu discapacidad?
Sí. Por por miedo y por desconocimiento. Todo son buenas palabras, la voluntad está, pero a la hora de la verdad, no te contratan.
Pero en tu caso, la discapacidad no afecta al desempeño diario del periodismo…
En ciertas cosas sí. Evidentemente, yo no podría ir corriendo a un sitio para una exclusiva, aunque el trabajo intelectual está. Pero alguien que no te conoce personalmente, que recibe un currículum y que ve el apéndice “tanto por ciento de discapacidad”… Como no te conoce y no sabe, dice: “Uy, un tullidito no, que me va a traer problemas; se va a dar de baja más tiempo que los demás, a lo mejor tengo que adaptar el puesto…” Hasta que no te ven físicamente e investigan tu trayectoria, si la tienes, no dan el paso de: “Bueno, me da igual, este chico seguro que vale para todo”. Hasta que no lo ven físicamente o por referencias externas no te dan la oportunidad. Ni a mí, ni a mucha gente.
¿Y cuando has formado parte del mercado laboral has sentido que te has tenido que esforzar más que los compañeros por el hecho de tener una discapacidad?
Es una pregunta complicada. Porque quizás yo me he esforzado más que el resto, pero porque mi forma de ser es así. Posiblemente, mi forma de desarrollarme como persona o de educarme sí me ha impreso una especie de sello indeleble de que tienes que luchar el doble para lograr lo que la gente consigue sin esfuerzo; eso sí es cierto, que he tenido que luchar más para conseguir ciertas cosas. Quizás me ha quedado ese marchamo y, como soy un perfeccionista enfermizo, a lo mejor he seguido esa corriente de forma automática, inconscientemente, de intentar dar el 200%. Pero no porque yo perciba un entorno hostil, ni mucho menos. Quizás es más un fallo mío que del entorno. Al revés, creo que a día de hoy he encontrado más facilidades que hostilidad.
Hablabas de lástima y, en este sentido, permanecen muchos tópicos en torno a la discapacidad y a las llamadas barreras mentales. ¿A ti qué es lo que te molesta realmente en el día a día cuando la gente se refiere a la discapacidad?
Primero, que se desconozca tanto, porque mucha gente que no vive la discapacidad de cerca, porque no tiene un familiar cercano o no conoce a nadie y habla de oídas o recurriendo a tópicos. Y para hablar de esto con conocimiento de causa hay que saber, conocer o investigar. Para mí, primero hay que ser rigurosos, incluso etimológicamente: es una discapacidad, no una minusvalía. Cuando a mí me llaman minusválido contesto: “Perdona, esto, etimológicamente, es una aberración; yo no valgo menos, yo tengo una dis-capacidad, es decir, no soy capaz de hacer ciertas cosas”. Es una lucha permanente.
Ha habido muchos cambios en relación al lenguaje en este sentido. Antes se hablaba de minusvalía, luego de discapacitados… Pero ahora también se considera que esa palabra es inapropiada, porque es como si definiera a la persona, y se hace hincapié en que se use el término personas con discapacidad. Como periodista, ¿qué opinas de esas precisiones?
Yo creo que hemos pasado al extremo contrario, que es a la corrección política en extremo. Se habla también de personas con capacidades especiales. ¿Perdona? ¿Que tú, por no tener discapacidad, no tienes capacidades especiales? O personas con diversidad funcional. Vamos a ver, vamos a ser claros. Yo soy cojo. Tengo una cojera como el pirata Patapalo. Yo soy cojo. Punto. No pasa nada por decirlo. La vía de la normalización empieza en la aceptación lingüística, laboral, económica, social, filosófica, intelectual… de todo tipo. Si no empezamos a tratar las cosas por su nombre, sin ningún tipo de miedo… Es verdad que no todo el mundo puede enfrentar esa batalla, porque hay quien no asume su discapacidad por diversos motivos. En mi caso, es una discapacidad de nacimiento, yo no conozco otra cosa. Pero hay gente que tiene una vida estándar, sufre un accidente de tráfico, se queda en una silla y se le viene el mundo abajo, así que le cuesta mucho enfrentarse a esa nueva realidad, verse en ese nuevo contexto y aceptarse a sí mismo, sus nuevas funciones, lo que antes podía hacer y ahora no… Entiendo que no todo el mundo puede afrontar con cierta naturalidad o sin reparos ni tópicos este tema. Pero en mi caso, que sí puedo, porque no conozco otra cosa, defiendo que es una de las vías para la normalización y la integración plena, que es un camino larguísimo y del que falta mucho, muchísimo, por recorrer.
¿Crees entonces que existe todavía la autodiscriminación?
En muchos casos sí. En mis momentos de bajón, yo también lo hago. Yo llevo en paro mucho tiempo, y me digo: “Me encantaría buscarme la vida fuera de España”. Pero pienso: “Bueno, es que yo no soy como todos los demás”. Claro, yo tengo una serie de condicionantes físicos, urbanísticos… necesito ciertas comodidades que no en todas partes puedo encontrar, y a veces eso me coarta un poco o me limita. Yo mismo echo piedras contra mi propio tejado. Pero ya te digo que es en los momentos de bajón. Cuando asumes tu propia vida, echas la vista atrás y dices: “¿Qué he conseguido, por encima de condicionantes económicos, sociales…? A pesar de lo que tengo encima, he conseguido esto y esto”. Pero no para concederte méritos, sino para darte cuenta de que realmente has hecho lo que puede hacer cualquier persona. Ahí es cuando dices: “Bueno, tan mal no vamos”. Pero claro, hay veces que te cuesta aceptar que hay ciertos aspectos que te pueden autolimitar y te puedes autodiscriminar. Es inevitable, porque nadie es perfecto, nadie está en un momento anímico álgido permanentemente…
Hablábamos hace un momento del lenguaje. A veces da la sensación de que quienes mandan lo utilizan para convencerse o convencernos de que se está haciendo algo en defensa de la discapacidad. ¿Lo consiguen?
Vamos a ver, si hablamos del Partido Popular, que es el que está ahora en el Gobierno, yo creo que es el partido o la Administración más lesiva con la discapacidad que yo recuerde en los últimos 20 o 30 años. Porque se ha cepillado toda una rama legislativa y de ayudas que la gente estaba necesitando, y que todavía necesita. Y lo ha hecho sin ningún tipo de cortapisas, ni de reparo moral, incluso, porque ha recortado todo lo recortable en aras de la recuperación, de que está todo muy mal, de que no hay dinero… Zapatero tampoco es que fuera la panacea, pero al menos planteó la necesidad palpable de que había que ayudar a mucha gente. Yo en ese momento vi las puertas abiertas; sabía que a mí no me iba a tocar, porque yo no soy un gran dependiente, no soy una prioridad, pero a mucha gente sí. Esa gente que se subió a ese carro con ilusión y con la esperanza de que iba a mejorar su vida y que, al final del Gobierno Zapatero y con el que tenemos ahora, ha visto que eso se acabó. El Gobierno ha acabado con las esperanzas de vivir bien, o de vivir dignamente, de muchísimas personas. Es inasumible y vergonzoso que haya personas que legalmente tenían reconocida una ayuda y hayan fallecido esperándola. Eso es inadmisible. En España y en cualquier país normal, y nadie hace nada.
Castilla y León presume de que es una de las Comunidades que mejor aplica la ley de dependencia. La Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades ha afirmado, incluso, que los dependientes pueden llegar a percibir hasta 1.000 euros mensuales más que en otras regiones…
(Risas) Pues invito a la consejera a que se tome un café conmigo y hablamos un rato de integración y de ayudas. Es una falacia absoluta, y ahora en elecciones, mucho más. Quien vive la discapacidad día a día sabe que eso no es verdad. Pero no es verdad ni con las grandes palabras de los políticos y las grandes cifras, ni con los detalles pequeños. No se respetan ni la accesibilidad urbana ni urbanística, ni las plazas de aparcamiento son como deberían ser, ni la integración laboral es tal, porque quien hace la ley hace la trampa. Yo escribí en mi blog hace tiempo sobre esto, y es que es así; muchas empresas, grandes y pequeñas, se cubren las espaldas para evitar la sanción y quedar más o menos bien y limpiarse la moral con el “yo he hecho lo que he podido”. Pero es que realmente no lo hacen por integrar, lo hacen para evitar una sanción. Y yo conozco un caso en concreto en el que me han reconocido implícitamente que preferían pagar una sanción, la que le correspondiese, a contratar a alguien con discapacidad -no era yo- y tener que adaptar el puesto de trabajo, etcétera.
Quizás si contaran con suficiente respaldo para adaptar el puesto de trabajo no sería un condicionante, ¿no?
Pero es que lo hay; hay ayudas fiscales y en las cotizaciones, hay subvenciones que deberían favorecer la contratación de personas con discapacidad, pero no se utilizan, y creo que no se van a utilizar, porque no es una prioridad.
¿Estás a favor de que se reserven porcentajes para el acceso de las personas con discapacidad al mercado laboral?
Todo ayuda. Evidentemente, si reservas un porcentaje abres una puerta que de otra forma estaría cerradísima, porque competirías en desigualdad de condiciones. Es bastante evidente que hay que intentar echar una mano. Pero se trata de echar una mano, no que sólo por el hecho de ser un discapacitado tengas que cubrir un puesto. Si yo, por una discapacidad, accedo a un puesto público, por ejemplo, pero soy un negado, estoy haciendo un flaco favor a la Administración y a mí mismo. En ese sentido, muchos de los políticos y de la gente que decide no tienen conocimiento real, cosa que me parece lamentable. Porque una cosa es que no se molesten en acercarse a la discapacidad de verdad, sin miedo, sin tabúes, sino que, por estadística pura, quien manda tiene que tener muy cerca a alguien con una discapacidad, un familiar o un amigo; no somos rara avis, somos miles de personas en España las que tenemos una discapacidad, grande o pequeña. Obviar eso, ocultar eso bajo la alfombra me parece un error político.
De hecho, sorprende que las personas con discapacidad prácticamente no estén llegando a puestos de responsabilidad o poder…
Es que es cierto. Yo no tengo nada que ver con Podemos, pero valoro Echenique, alguien con una gran discapacidad que, además, es muy visible, tenga cierto apoyo mediático, cierta visibilidad. Porque se le valora por su intelecto y por lo que tiene que aportar, no por su silla de ruedas. También hay medios que se han acercado a la figura de Echenique explicando cómo es su vida, que tiene que llevar un asistente, cómo es el día a día de un gran dependiente… Pero valoro el hecho de que tenga cierta visibilidad mediática y se le tenga en cuenta por lo que intelectualmente puede aportar, estés de acuerdo con su ideología o no. Haría falta, ya no te digo un presidente del Gobierno, pero sí alguien con una discapacidad que pueda ser visible y que demuestre que somos capaces de hacer cualquier cosa.
A las instituciones se les llena la boca diciendo que hacen todo lo posible por eliminar barreras arquitectónicas. ¿Tienes motivos para cerrársela?
Ahora mismo no, porque no tengo datos en la mano para rebatir. Y tampoco es mi función. Pero esto se rebate con datos, con estadísticas reales. Sí hay que tener cierto cuidado cuando se habla de adaptación urbanística apropiada, porque no se trata de poner una rampita en un sitio. A mí no me vale de nada que un edificio de uso público tenga una rampa de acceso si ésta tiene una pendiente del 23%. Que la rampa está, pero es impracticable para cualquiera que vaya en silla de ruedas, salvo que tenga un piolet y una cuerda para escalar. Hay que ser rigurosos con la normativa. “Estamos haciendo todo lo posible”. De acuerdo. Pero la normativa sobre accesibilidad creo que es del año 95 o 96, es obsoleta y no se aplica tampoco. ¿Estamos haciendo todo lo posible? ¿Con qué legislación? ¿La has adaptado a los nuevos tiempos? ¿Está siendo efectiva? ¿Estás realizando los cambios que hay que realizar como marca la ley? Por eso creo que sería ideal que en estos temas, en lo que atañe al ámbito urbanístico, hubiera un técnico, uno, que tenga discapacidad y sepa de lo que está hablando, aunque sólo sea por experiencia propia: “Mira, para esto es mejor un suelo antideslizante, esta pendiente hay que respetarla, este aparcamiento reservado hay que hacerlo de esta forma o más allá, por el motivo que sea…”. Que haya un técnico o un asesor -que hay tantos para todo- con discapacidad y que, además, conozca la ley y la pueda aplicar de forma real y efectiva, puede ser valiosísimo para este Ayuntamiento o para cualquier organismo público.
Volviendo al periodismo, ¿crees que los medios y los periodistas, en general, demuestran sensibilidad social?
No, salvo casos concretos. Los grandes medios generalistas tiran de lo de siempre: del paternalismo, del tópico, del niño con síndrome de down con una discapacidad muy visible, del niño en silla… Son muy paternalistas, normalmente, y acuden mucho a los tópicos; creo que no tienen esa sensibilidad para tratar estos temas. El País, en sus años buenos, sí tenía una sección dedicada a lo social que era muy potente, pero creo que eso se ha desvirtuado muchísimo. Y con los nuevos medios, muchísimo más.
¿Te molesta ver determinados contenidos relacionados con la discapacidad?
Hay veces que me ofendo, sí. Por lo que te digo, por el uso descuidado del lenguaje, por la imagen paternalista que se proyecta y que, a su vez, retroalimenta y afianza una imagen de la discapacidad que no es real… A veces me molesta mucho. Lo que pasa es que yo solo no puedo luchar contra eso. Es algo que tiene que ser una prioridad en la educación de los niños para integrar de verdad, que es un debate larguísimo, y daría para otra entrevista. Para que un niño se integre bien a una edad temprana tiene que tener mucha suerte o estar muy bien cobijado por su familia, por el centro educativo… Es muy complicado que un niño pequeño, de 8, 10 o 12 años vea la discapacidad como algo normal. De principio, porque los niños son muy cabrones, y segundo, porque hay que saber explicar bien, y ahí es donde radica el problema, que educativamente no hemos sabido explicar bien de qué va esto. En mi caso, mi familia ha sido capital para llegar donde he llegado, porque han sido sufridores, batalladores, y me han educado en la inclusión desde el primer momento. Cuando yo llegué al colegio con 4 o 5 años tenía un aspecto mucho más llamativo que ahora, no había pasado por cirugías, llevaba unas botas muy llamativas… Y eso, evidentemente, llama la atención a los críos y a las religiosas que regentaban el colegio. En su momento, mi madre notó que me trataban diferente, que tenían especial cuidado, y tuvo que sentarse con la dirección y decir: “Si a mi niño le tratan de forma diferente, lo saco del colegio mañana mismo. Mi hijo es uno más y exijo que se le trate como uno más, salvo en las clases de gimnasia o en temas muy concretos, claro”. En ese sentido tuve mucha suerte.
Claro, es que en este camino tienen que participar muchos actores, los padres, los educadores…
Muchísimos, es lo que comentaba al principio. El tema de la discapacidad es tan desconocido y se le tiene tanto miedo porque es realmente complejo. Cada persona con discapacidad es diferente, y cada caso individual es un mundo en sí mismo, y llegar a un equilibrio entre lo que cada una de esas personas necesita y quiere de forma que sea económicamente viable y socialmente aceptable es muy complicado. Como se dice en mi tierra, yo entiendo que no es soplar y hacer botellas, evidentemente que no, pero si no se hace el esfuerzo vamos a ir cada vez más para atrás, y en los últimos cuatro años hemos sufrido una regresión muy grande.
¿La has percibido realmente?
Mucho. Pero no por la discapacidad en concreto, sino por una gran falta de sensibilidad a nivel social. Decía no sé quién en un vídeo promocional del PP algo así como: “Nos ha faltado piel”. ¿Qué piel? Os falta cerebro. Siéntate con alguien que sepa de esto de verdad, con una asociación, que hay mil; pregunta de verdad qué necesitan y trata de adecuar eso a lo que tú puedas ofrecer. Yo entiendo que es complicado, pero es la única forma de salvar este escollo, siendo valiente. Diciendo: “Vale, hay que incluir a esta gente, porque vota como los demás, paga impuestos como los demás y puede aportar mucho a una sociedad”. Y en ese sentido, estamos todavía en el Medievo, hay sociedades mucho más avanzadas en ese aspecto.
Hablabas antes de lo que te molesta leer en los periódicos, pero ¿qué te gustaría encontrar en los medios en relación a los contenidos relacionados con lo social, con la discapacidad…?
Me gustaría que no hubiera que especificar que es un tema especial que habla de discapacidad, que fuera una cosa totalmente anecdótica, o ni siquiera citarlo. Porque el hecho de diferenciar implica que hay un hueco que salvar todavía; si ese hueco no existe, es porque la integración se ha llevado a cabo de manera correcta. Si hablan de una persona que ha subido al Annapurna a pesar de su discapacidad… No, no, perdona, este señor, fulano de tal, ha subido al Annapurna en equis tiempo. Punto. Si quieres decir, como anécdota, que tiene una discapacidad, bueno, vale. Pero no le aporta mas valor por ser discapacitado; el esfuerzo es mayor, tu lucha puede ser más emotiva o tocar la fibra, de acuerdo. Pero es que, periodísticamente hablando, no hay que ser tramposo con las emociones, hay que normalizar.
¿Crees que se tiende al extremo: de generar lástima a todo lo contrario, a destacar el hito?
Claro, a mí me fastidia mucho el paternalismo, la discriminación positiva y que se resalte algo que no tiene por qué ser resaltado. O sea, yo no tengo más valor que tú o que cualquier compañero que se dedique al periodismo por tener una discapacidad, no tiene por qué.
Pero es que entonces no se podría reflejar la discapacidad en los medios. ¿Cómo hablar de ella sin mencionarla?
Claro, es complicado, y en estos momentos es la única forma, porque, según mi criterio, todavía hay una barrera muy grande e insalvable. Es, digamos, un mal necesario. Pero creo que habría que optar por que hacerlo explícito sea algo cada vez más anecdótico. ¿Que es una utopía? Posiblemente.
¿Qué te gustaría conseguir, como periodista y como persona?
Como persona, me gustaría vivir en una sociedad que me ofrezca oportunidades. Actualmente tengo la sensación de que para la gente de mi generación no hay ningún tipo de futuro. Ni futuro ni esperanza, y eso, para una sociedad democrática, es muy peligroso. Que la gente no perciba que tiene la oportunidad de disfrutar de un futuro mejor, tenga discapacidad o no, me parece democráticamente peligroso. Como periodista, trabajar. Y trabajar como me gustaría a mí, no como se están haciendo las cosas, aquí y fuera de aquí. Y como discapacitado, quizás que la Ciencia avance un poquito más para ofrecernos una oportunidad médica de mejorar un poco. En mi caso particular, por mi discapacidad, no es muy viable a día de hoy, pero para la gente que está como yo, o peor que yo, me gustaría que se invierta en Ciencia de verdad y que en el futuro la Medicina pueda aportar una solución a las personas que lo están pasando mal.
Recordamos que SALUD A DIARIO es un medio de comunicación que difunde información de carácter general relacionada con distintos ámbitos sociosanitarios, por lo que NO RESPONDEMOS a consultas concretas sobre casos médicos o asistenciales particulares. Las noticias que publicamos no sustituyen a la información, el diagnóstico y/o tratamiento o a las recomendaciones QUE DEBE FACILITAR UN PROFESIONAL SANITARIO ante una situación asistencial determinada.
SALUD A DIARIO se reserva el derecho de no publicar o de suprimir todos aquellos comentarios contrarios a las leyes españolas o que resulten injuriantes, así como los que vulneren el respeto a la dignidad de la persona o sean discriminatorios. No se publicarán datos de contacto privados ni serán aprobados comentarios que contengan 'spam', mensajes publicitarios o enlaces incluidos por el autor con intención comercial.
En cualquier caso, SALUD A DIARIO no se hace responsable de las opiniones vertidas por los usuarios a través de los canales de participación establecidos, y se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso cualquier contenido generado en los espacios de participación que considere fuera de tema o inapropiados para su publicación.
* Campos obligatorios