Cada semana, los neuropediatras del Complejo Asistencial de Salamanca diagnostican nuevos casos de niños con trastorno del espectro autista (TEA). Cada vez se detecta antes, de media a los 22 meses, pero la clave, según los neuropediatras, ha sido el programa de cribado implantado en las revisiones de Pediatría en Atención Primaria. Como apunta Aranzazu Hernández Fabián, la mayor parte de los niños que atiende procede de esa vía.
Esta neuropediatra forma equipo junto a Irene Yucar de la Vega e Ignacio Bermejo, de su misma especialidad e interés en actualizar las herramientas que permiten un diagnóstico precoz del autismo. En su consulta del Complejo Asistencial de Salamanca, cuyas paredes están llenas de dibujos de sus pacientes y de todas las herrramientas disponibles para facilitar la comunicación con ellos, la doctora Hernández Fabián confirma que atienden a los niños que tienen sospecha, y en ocasiones lo hacen junto a los especialistas en salud mental infanto juvenil.
¿Y en qué consiste su labor? En el diagnóstico etiológico, saber qué sucede, si existe alguna causa o buscar factores de riesgo. Para ello, subraya esta neuropediatra, se necesita un apoyo multidisciplinar, y cuentan con ese apoyo. “Los niños con TEA son muy diferentes entre ellos y requieren de una atención personalizada”, apunta. Los síntomas socioeducativos son los más precoces, como destaca, y los patrones insensibles, repetitivos, son más tardíos, “y a veces no te ayudan a diferenciar con los niños que tienen discapacidad”. Sin duda, en todo el proceso, la detección y el diagnóstico precoz son “importantísimos”, como aclara, que se sitúa entre los 22 a 25 meses de vida, y han demostrado que anticipando el diagnóstico, a la larga tienen mejores habilidades adaptativas, su capacitación, “y se trata de modificar esa evolución del desarrollo e intentar que se parezca a una trayectoria normalizada”.
El objetivo es ser funcionalmente capaz de hacer algo y eso se nota con el diagnóstico precoz, como argumenta la doctora Hernández Fabián, y es algo que beneficia tanto al paciente como a la familia. Respecto a los padres, esta neuropediatra destaca su función en este proceso, sobre todo en la detección de una serie de señales que pueden indicar un trastorno del espectro autista. “Si unos padres te dicen que están preocupados por el desarrollo comunicativo y social de su hijo, casi seguro que tiene TEA, son muy buenos observadores, en un estudio al respecto decía que en el 80% de los casos tenían razón”.
El programa de cribado
Uno de los avances ha sido gracias el programa de cribado, que se realiza en conjunto con Infoautismo, de la Universidad de Salamanca, con el cuestionario M-CHAT-R, que se pasa en la revisión de los 18 y 24 meses. “Ahora tenemos una herramienta informática que se está pilotando”, confirma. En el Complejo Asistencial de Salamanca, la mayoría de pacientes vienen del programa de cribado, y también de los pediatras tras una sospecha de los padres de algún problema. “Los padres comentan que sus hijos vienen con retraso del lenguaje o se dan cuenta de que su hijo no usa la mirada adecuadamente, no mira como los otros niños, no se interesa por ellos, está apático o irritable, y son cosas que les llama la atención”, describe la neuropediatra.
Un aspecto que destaca esta especialista es la intervención, que considera que hoy en día es un gran caballo de batalla. “La intervención del TEA es compleja y requiere capacitación de los profesionales, y creo que en ese aspecto hay que partir una lanza por ellos, porque no está muy respaldado”. El primer paso tras el diagnóstico es acudir al centro base de Servicios Sociales, a los equipos de Atención Temprana, para los niños de 0 a 3 años. Después de esa etapa, la doctora Hernández Fabián asegura que lo mejor es la educación inclusiva. “Ellos se benefician en cuanto habilidades comunicativas, aprendizaje, y los demás niños, van a saber relacionarse con personas que tienen dificultades, y cuando sean adultos tendrán una mentalidad más abierta y siempre se acordarán de ellos, por lo tanto, todo el mundo aprende en ese aspecto”, concluye.
Mejorar la accesibilidad
La doctora Hernández Fabián también insiste en que el autismo no es una enfermedad al uso, es una condición, de cómo es esa persona, qué dificultades específicas tiene, “y hay que ayudarle durante toda la vida en diferentes aspectos”. Otro problema que existe en la actualidad está relacionado con la accesibilidad, y como advierte esta neuropediatra, “los niños con trastorno del espectro autista es tan desconocido que le estamos restando recursos en su funcionamiento de la vida diaria”.
Esta especialista cree que este aspecto hay que mejorarlo mucho más en el hospital. En los últimos meses se han dado pasos, con la incorporación de pictogramas en las zonas de Urgencias Pediátricas, o con cuadernos con pictogramas que manejan los médicos para mejorar la comunicación con estos pacientes. “Hay que anticiparles todo lo que vas hacer, dónde está y qué va a pasar”, enumera. Para ellos, como para todos, el hospital es un lugar hostil: “Ellos se adaptan mal a los cambios, a los ruidos, a los olores o a la luz, por su hipersensibilidad.
Para esta neuropediatra es importante no dejarles solos durante la asistencia en el hospital, que siempre estén sus acompañantes, “para cogerles una vía o una prueba, que no estén solos”. Asimismo, en el Urgencias también tienen una sala de espera para ellos y se les aplica un nivel de prioridad 2 para que no tengan que esperar demasiado, “y evitar su irritabilidad”. Estas medidas considera que deberían de extenderse a otros servicios del hospital.
Otra dificultad para atenderles es su gran tolerancia al dolor y su falta de comunicación, “y se complica el diagnóstico de determinadas patologías, como por ejemplo, una apendicitis”.
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