A quien aprecia la belleza de lo antiguo no le hace falta ser muy taurino para sentir cómo se le encienden las pupilas nada más entrar en la Enfermería de la plaza de toros de Salamanca. Es como dar un paso y encontrarse de pronto en medio de una película de principios del siglo XX, de esas en las que los enfermos se recuperan en camas de barrotes blancos, rodeados de azulejos verde claro y muebles metálicos, mientras contemplan el trajín de las enfermeras con cofia y delantal inmaculado que van de un lado a otro con sus bandejitas de instrumental esterilizado.
Es, sin embargo, sólo el escenario. Conservada su imagen a propósito como una especie de tributo a la historia, los quirófanos y la sala de recuperación de La Glorieta son antiguos en su estructura, pero no en su contenido. Un ordenador portátil instalado en un rincón para registrar cada dato y cada informe demuestra que tradición y modernidad no son incompatibles. Cada mes de septiembre, coincidiendo con el desenjaule, que marca el inicio del programa taurino de las Ferias y Fiestas de Salamanca, el equipo sanitario que dirige el doctor Luis Ortega Martín-Corral instala en esta Enfermería todo el aparataje y el material necesario para hacer frente a cualquier incidente que surja durante las tardes de toros.
“Aquí se quedará hasta el día 21 de septiembre. Nosotros siempre deseamos instalarlo, y no usarlo, pero siempre hay algún herido”, reconoce el prestigioso cirujano, que defiende con vehemencia la conservación de unas instalaciones que, aunque en su estructura permanecen sin apenas modificaciones “desde el inicio de la plaza de toros” -inaugurada en 1893-, cuentan “con todos los medios disponibles” para asegurar, en caso necesario, una asistencia en óptimas condiciones: equipamiento para la anestesia, oxigenadores, equipos de aspiración, electro, desfibrilador…
Uno de los quirófanos de la plaza.
“Disponemos de dos amplios quirófanos totalmente dotados para operar de forma simultánea, y todo se puede utilizar perfectamente: los lavabos, las mesas de operaciones, las lámparas… ¿Qué más da una pared lisa que una con azulejos verdes? Esto es histórico; instalaciones como ésta ya no se ven. Tenemos un quirófano circular, a la antigua usanza. Es algo que lleva aquí muchos años y no quiero que lo cambien. ¿O acaso se cambiaría algo de la Plaza Mayor sólo porque es antigua?”, plantea el doctor Ortega.
Tres décadas
Vinculado a la Enfermería de La Glorieta desde hace 30 años, cuando el doctor Joaquín Montero Gómez dirigía al equipo sanitario, el doctor Luis Ortega tomó las riendas en 1996. Seguirá, dice, “mientras físicamente esté bien y continúe con una actividad quirúrgica útil, sin cortapisas; y siempre y cuando, claro, la empresa diga que sí y mi gente también”. Su gente son los cirujanos Sánchez Rodríguez, Ingelmo Morín y Toledo, este último especialista en Cirugía Plástica; los doctores Estévez y Romero, anestesistas; la doctora Ortega Casanueva y la enfermera instrumentista Carmen Esteban, además de dos celadores que completan la cuadrilla sanitaria. A la hora de actuar, su compenetración es total. “Llevamos tal cantidad de años trabajando juntos que con la mirada nos entendemos”, afirma.
En estas tres décadas a pie de coso ha visto “heridas de todo tipo” y heridos muy diversos: grandes figuras del toreo, matadores más modestos, subalternos, picadores… También aficionados que asisten a las corridas de toros y que en ocasiones necesitan ser atendidos por distintos problemas de salud, como crisis hipertensivas e incluso urgencias cardiacas. De hecho, en su memoria guarda el caso del único fallecimiento del que pueden dar testimonio las históricas paredes de esta Enfermería, y que no se debió a una cornada, sino a un infarto.
Responsabilidad y afición
No obstante, reconoce que las lesiones son “mucho más frecuentes” entre los taurinos, que en los quirófanos de La Glorieta y en su personal encuentran la más inmediata y completa asistencia cuando las cosas se tuercen en la arena. “Aquí se opera todo. Con mayúsculas, negrita y subrayado. Si es necesario, el herido se traslada luego, una vez intervenido, pero tenemos incluso varias camas para su recuperación”, recalca Luis Ortega, para quien su faceta como cirujano taurina es, además de una responsabilidad, una afición.
El doctor Ortega (centro), con parte de su equipo.
“Todos tenemos nuestro trabajo en el hospital o en la Universidad de Salamanca -entre otras áreas, es especialista en Cirugía Bariátrica en el complejo asistencial salmantino-, pero para estar en la Enfermería de la plaza de toros hace falta ser aficionado y conocer bien el oficio, que tiene sus peculiaridades. Aquí se presta una atención casi siempre de urgencia y las lesiones son muy específicas. Como yo digo, nuestro trabajo es como el de los aviones Harrier: estás en la pista, te elevas en vertical y empiezas a funcionar. Siempre desde la tranquilidad al fragor de la batalla. Tiene que gustarte y, sobre todo, tienes que estar muy preparado y formado, porque esto puede ser un examen diario”, sostiene.
En estas salas de La Glorieta que transportan al visitante a los inicios del siglo pasado el equipo que lidera el doctor Ortega Martín Corral ha tratado toda clase de emergencias, muchas de compromiso vital, “desde heridas de la arteria iliaca a lesiones pericárdicas o pulmonares”. Hasta el momento, todas han podido solventarse con éxito.
Respecto a los riesgos, el cirujano jefe de la plaza de toros de Salamanca niega que exista algún elemento de predicción relacionado con la bravura de las ganaderías o con las diferentes jornadas del programa taurino. “El peligro ni siquiera depende de la cornamenta del animal. Nosotros hemos llegado a tratar una grave herida causada por una becerra que le abrió el tórax a una persona durante un festival nocturno de Zamora”, recuerda.
Eso sí, cuando se produce una cogida, “todo el mundo sabe lo que tiene que hacer”, incluso si es necesario realizar dos intervenciones quirúrgicas simultáneas, como ha ocurrido en alguna ocasión. Si se da el caso, el doctor Ortega asume “la de mayor riesgo o responsabilidad”, siguiendo el protocolo establecido.
Mientras tanto, en cada tarde de toros el personal observa lo que sucede en la arena desde el burladero reservado al servicio médico. La mayoría de las veces, y gracias a su experiencia, estos profesionales intuyen el alcance de los incidentes en el instante en que se producen. “El empresario de la plaza siempre me dice: Luis, cuando hay una cogida yo os miro para ver vuestra reacción; depende de cómo sea, me quedo tranquilo”.
Buena forma física
Pese a todo, este especialista señala que hay algunas circunstancias que favorecen el buen pronóstico de los heridos por asta de toro. “Todos son atendidos a los tres minutos, la posibilidad de infecciones aquí es mínima y todos son atletas y están en muy buena forma física”, resalta, aunque también aclara que la evolución depende mucho de la lesión.
Después de tantos años, también hay toreros que entran en la Enfermería de La Glorieta sin precisar asistencia. “Algunos son amigos nuestros y vienen a saludarnos o a estar tranquilos aquí antes de salir al ruedo”, comenta el cirujano, que en la primera tarde del cartel, pocos minutos antes del desenjaule, expresaba su deseo para esta feria de 2014: “Ver los tendidos llenos y ninguna lesión”.
Hasta ahora, la suerte ha sido, en general, favorable. Falta una sola jornada, la del domingo, que cerrará el programa taurino e 2014 en la capital salmantina y apagará por un tiempo las luces de estos evocadores quirófanos de azulejos verdes que bien podrían imaginarse en blanco y negro.
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