El mercurio es un elemento tóxico que existe de forma natural en planeta, pero sus niveles se han disparado en los últimos años debido a vertidos procedentes de la quema del carbón para la producción de electricidad, incineración de residuos o su uso en la minería artesanal de oro.
Este elemento, que ha sido relacionado con neurotoxicidad y trastornos en el desarrollo fetal, puede llegar a los humanos a través del pescado en su forma más peligrosa, el metilmercurio. La temperatura del mar y los cambios en la estructura de la cadena alimentaria también influyen en los niveles del tóxico en el pescado.
Aunque las estrategias para reducir las emisiones han tenido éxito a nivel internacional, un nuevo estudio liderado por la Universidad de Harvard alerta de que el calentamiento de los océanos y la sobrepesca están produciendo un aumento de la concentración de esta neurotoxina, según informa la agencia SINC.
“Las emisiones de mercurio se han estabilizado en los últimos años, pero en este estudio demostramos que otros factores, como la temperatura del agua de mar y los cambios en la estructura de la cadena alimentaria, también influyen en los niveles del tóxico en el pescado”, comenta Amina Schartup, investigadora de la universidad estadounidense y una de las autoras principales del trabajo.
En el estudio, que se publica en el último número de la revista Nature, se utilizaron más de 30 años de datos sobre las concentraciones de mercurio en el ecosistema del golfo de Maine, en el noroeste del océano Atlántico. Los resultados revelaron un aumento hasta de un 23% en los niveles del tóxico entre los años 1970 y 2000.
Incremento de la actividad de los peces de sangre fría
Según los autores, entre las causas se encuentra el aumento de las temperaturas de los océanos producto de la crisis climática. Anteriormente se había estudiado cómo este factor afectaba a algunos peces, pero no se conocía en profundidad en peces salvajes.
“El calentamiento del agua de mar está incrementando la actividad de los peces de sangre fría, que consumen más alimentos y, por lo tanto, absorben más metilmercurio”, explica la investigadora.
En el caso de la especie estudiada, el atún rojo del Atlántico, el calentamiento del agua podría estar detrás de un aumento del 56% en la acumulación de mercurio.
En el trabajo también se observó que, en algunos casos, la sobrepesca provoca cambios en la dieta de los depredadores y hacen aumentar el nivel del neurotóxico. “Si un pez depredador consume normalmente una presa baja en mercurio pero está sobreexplotada, cambia a otra especie que puede tener una mayor acumulación. En este caso, veríamos un aumento de la carga de la neurotoxina en el depredador”, subraya Schartup.
Por ejemplo, actualmente, el bacalao tiene que depender en mayor medida del arenque y la langosta, que tienen mayores concentraciones de neurotoxina que otros peces de los que se alimentaba en la década de 1970.
Los investigadores subrayan que estos resultados ponen de relieve la importancia de estos cambios en la acumulación del mercurio y que deberían ser tomados en cuenta en las evaluaciones de las concentraciones y la toma de decisiones.
Necesidad de reducir las emisiones
Hemos demostrado que para continuar con la reducción de los niveles del tóxico en el pescado tenemos que presionar para que se produzcan reducciones más agresivas en las emisiones de mercurio y de gases de efecto invernadero”, concluye la autora.
Schartup recuerda que el panorama político actual en EEUU amenaza los progresos obtenidos en este ámbito “por la relajación de los límites de emisión de gases de efecto invernadero y de la quema del carbón”, principal fuente de mercurio. “Un cambio de política podría amplificar el calentamiento de las aguas y aumentar los niveles del tóxico”, advierte.
La tierra, un recurso crítico
Los resultados de este trabajo liderado por la Universidad de Harvard se hacen públicos en la misma semana en la que los expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) han presentado su último informe especial sobre cambio climático, desertificación, degradación y gestión sostenible de la tierra, seguridad alimentaria y flujos de gases de efecto invernadero en los ecosistemas terrestres.
Los resultados del análisis, en el que han participado 107 expertos de 52 países, se expusieron este jueves en Ginebra, y ponen de manifiesto la necesidad de un cambio del modelo alimentario para combatir la crisis climática por la que atraviesa el planeta.
En este sentido, el informe refleja que una mejor gestión de la tierra puede contribuir a combatir el cambio climático, si bien no es la única solución. La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de todos los sectores es esencial para mantener el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C, si no es de 1,5 °C, el compromiso que adoptaron en 2015 los gobiernos que respaldaron el Acuerdo de París para fortalecer la respuesta global al cambio climático.
Los expertos recuerdan que la tierra debe seguir siendo productiva para mantener la seguridad alimentaria a medida que aumenta la población y aumentan los impactos negativos del cambio climático en la vegetación.
“La agricultura, la silvicultura y otros tipos de uso de la tierra representan el 23% de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, los procesos naturales de la tierra absorben dióxido de carbono equivalente a casi un tercio de las emisiones de dióxido de carbono de los combustibles fósiles y la industria”, señaló Jim Skea, copresidente del Grupo de trabajo III del IPCC.
Por ello, en el documento Cambio climático y tierra se muestra cómo la gestión sostenible de los recursos de la tierra puede ayudar a abordar el cambio climático. “La tierra ya en uso podría alimentar al mundo en un clima cambiante y proporcionar biomasa para energía renovable, pero se requiere una acción temprana y de gran alcance en varias áreas. También para la conservación y restauración de ecosistemas y biodiversidad”, añadió Hans-Otto Pörtner, copresidente del Grupo de Trabajo II del Panel.
Seguridad alimentaria
Según los expertos que asesoran a la ONU, la acción coordinada para abordar el cambio climático puede mejorar simultáneamente la tierra, la seguridad alimentaria y la nutrición, además de ayudar a acabar con el hambre. Sin embargo, el informe destaca que la seguridad alimentaria “se verá cada vez más afectada por el cambio climático futuro a través de la disminución del rendimiento, el aumento de los precios, la reducción de la calidad de los nutrientes y las interrupciones de la cadena de suministro”, tal y como apuntó Priyadarshi Shukla, copresidente del Grupo de Trabajo III del IPCC.
En este sentido, el análisis registra que aproximadamente un tercio de los alimentos producidos se pierden o desperdician. Reducir estos datos disminuiría las emisiones de gases de efecto invernadero y mejoraría la seguridad alimentaria.
“La tierra ya en uso podría alimentar al mundo
en un clima cambiante y proporcionar biomasa para energía renovable,
pero se requiere una acción temprana y de gran alcance”
“Algunas opciones dietéticas requieren más tierra y agua y causan más emisiones de gases que atrapan el calor que otras. Las dietas equilibradas con alimentos de origen vegetal, como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras, y alimentos de origen animal producidos de manera sostenible en sistemas con bajas emisiones de gases de efecto invernadero presentan grandes oportunidades para adaptarse y limitar el cambio climático”, subrayó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II.
“Las políticas que apoyan la gestión sostenible de la tierra aseguran el suministro de alimentos para las poblaciones vulnerables y mantienen el carbono en el suelo al tiempo que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero son importantes”, dijo Eduardo Calvo, copresidente del Grupo de Trabajo sobre inventarios nacionales de gases de efecto invernadero.
“Hay cosas que ya estamos haciendo. Estamos utilizando tecnologías y buenas prácticas, pero es necesario ampliarlas y utilizarlas en otros lugares adecuados en los que no se están utilizando ahora. Existe un potencial real mediante un uso más sostenible de la tierra, reduciendo el consumo excesivo y el desperdicio de alimentos, eliminando la tala y la quema de bosques, evitando la sobreexplotación de leña y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, ayudando así a abordar el cambio climático relacionado con los problemas de la tierra”, resaltó Panmao Zhai, Copresidente del Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC)
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