Los investigadores del Centro de Atención Integral al Autismo de la Universidad de Salamanca (www.infoautismo.es), dirigido por el profesor Ricardo Canal Bedia, trabajan en el desarrollo de un pionero dispositivo de detección precoz del Trastorno del Espectro Autista (TEA) por debajo de los 12 meses basado en biomarcadores.
La iniciativa es singular y única debido a que las investigaciones basadas en indicadores biológicos para detectar el autismo de forma fiable son escasas aún. Concretamente, en España “sólo el grupo de la Universidad de Salamanca tiene experiencia contrastada en detección precoz y tampoco nadie ha logrado, todavía, detectar sistemáticamente niños con TEA en edades inferiores a los 12 meses”, indica Canal Bedia.
El objetivo es que esta herramienta pueda ser usada “en los servicios de salud del país y que permita el diagnóstico en edades tempranas, reduciendo así los altos costes económicos y personales que hoy día tiene el diagnóstico del autismo en las familias”, añade el director.
Debido al interés creciente por implicar a la sociedad en los esfuerzos por avanzar en investigación y ciencia el proyecto se desarrolla a través del “Programa Precipita” de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), programa de “crowdfunding” en el que todo aquel interesado puede apoyar el estudio y colaborar con pequeñas o grandes aportaciones solidarias http://www.precipita.es/proyecto/biomarcadores-en-la-deteccion-precoz-del-autismo.html.
Cabe recordar que el grupo ya dispone de los equipos, conocimientos e infraestructuras básicas necesarias para desarrollar su propuesta investigadora. Así, si se llegase al mínimo de 4.500 euros se ayudaría a costear el diseño de un dispositivo de detección que utilizarán los servicios de salud para identificar niños con riesgo de TEA menores de 12 meses, lo que constituye un gran reto para la comunidad científica mundial.
Costear los materiales y recursos
Si la cantidad alcanzara los 25.000 euros se contribuiría a costear los materiales y recursos necesarios para entender la utilidad de determinados biomarcadores específicos para identificar el autismo. Asimismo, si se superara el objetivo óptimo, se ampliaría la muestra de la investigación y se crearía un programa de seguimiento y apoyo a las familias de los niños con diagnóstico de TEA.
El programa de investigación llevado a cabo desde hace años en la Universidad de Salamanca ha logrado bajar significativamente la edad de detección, siendo posible efectuarla hoy en día en torno a los 18-24 meses. El centro de atención de la Usal se ha convertido en referente nacional por su reconocida labor en el ámbito del diagnóstico e investigación del TEA y en sus instalaciones los expertos han llegado a procurar una asistencia regular anual en torno a los 3.000 niños con sus respectivas familias.
No obstante, identificar biomarcadores asociados al autismo, indicadores de riesgo por debajo de los 12 meses de edad, sería el primer paso para descender la edad de diagnóstico hasta el nacimiento. Como explica el profesor Canal Bedia, “el desafío es lograr bajar la edad de detección buscando el ideal de llegar a una fase neonatal, o prenatal si fuera posible, de identificación como se hace en otras alteraciones del desarrollo”, apunta.
Un biomarcador fiable
El hallazgo de un biomarcador fiable sería un hito tan importante para prevenir el autismo como el que se alcanzó cuando “se descubrió que un test tan simple como la prueba del talón en los niños recién nacidos previene una gran variedad de enfermedades metabólicas muy graves”, subraya Ricardo Canal.
El autismo es una alteración en el desarrollo del cerebro que afecta muy precozmente a la organización de las habilidades para la comunicación y la interacción social, llevando a que los niños con este trastorno y sus familias tengan que afrontar enormes retos a lo largo de su vida.
En los últimos años la prevalencia de casos de personas con TEA ha aumentado de forma exponencial, lo que justifica la necesidad de instrumentos que ayuden a los profesionales de la salud y la educación a la identificación y detección precoz.
Por lo que el gran reto de “nuestro grupo de investigación y todos nuestros esfuerzos se dirigen hacia una detección lo más temprana y eficiente posible de los TEA que permita iniciar una intervención más temprana, para alcanzar una calidad de vida mejor en el futuro tanto para el niño como para su familia”, concluye el responsable del grupo de científicos.
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