El Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP) es un trastorno endocrino que afecta a un gran número de mujeres a lo largo de toda su vida reproductiva. Se calcula que están afectadas entre el 6% y el 10% de las mujeres de países desarrollados. Es de complejo diagnóstico, especialmente durante la adolescencia.
“Afecta no sólo a que las mujeres tengan problemas reproductivos, sino que condiciona el buen funcionamiento de varios órganos del cuerpo como el páncreas, el cerebro, la masa muscular o el tejido adiposo”, señala María Teresa Martín Pescador, en su trabajo de fin de grado de Nutrición y Dietética en la Universidad Isabel I.
Este síndrome se describió por primera vez en 1935 por Stein y Leventhal en una serie de casos de mujeres que presentaban ovarios con una morfología poliquística asociados a la amenorrea (falta de periodo menstrual), hirsutismo (exceso de bello facial) y obesidad. Un ovario poliquístico es aquel que presenta 12 o más folículos en un ovario, con un diámetro de 2 a 9 milímetros o un aumento del volumen ovárico mayor de 10 milímetros.
En el caso de las adolescentes, las irregularidades en los ciclos ovulatorios pueden confundirse con las propias del proceso de maduración reproductiva de la edad. “No obstante, que las irregularidades en los ciclos ovulatorios persistan pasados unos años desde la menarquia es predictor de la enfermedad”, explica la autora del trabajo.
Altos niveles de testosterona
Alrededor del 60% de las pacientes padecen hirsutismo (pelo excesivo en la cara), aunque depende de la raza y la obesidad. El acné aparece en un tercio de las afectadas y la alopecia, aunque no es muy habitual, causa la pérdida de cabello en la zona central del cuero cabelludo.
Las mujeres con este síndrome tienen niveles de testosterona y de otro tipo de hormonas elevados. Estas alteraciones provocan cambios en su cuerpo apareciendo rasgos de tipo masculino, lo que se conoce como androgenismo.
“La herencia genética en esta enfermedad es un factor de riesgo importante que fomenta el riesgo de resistencia a la insulina. Los estudios revelan que aproximadamente un 70% de estas mujeres tienen alteraciones en el metabolismo de la glucosa y son propensas a sufrir diabetes tipo 2, especialmente cuando se suma a la ecuación la obesidad”, explica la investigadora.
Los hábitos de vida no saludables (tabaco, sedentarismo o mala alimentación), estrés y el bajo nivel económico y social también pueden relacionarse con esta dolencia.
A las alteraciones fisiológicas se suman también las psicológicas, “especialmente cuando las mujeres sufren de exceso de bello facial y obesidad. Estas mujeres son propensas a tener baja autoestima, ansiedad y depresión por una imagen corporal negativa, comenzando ya estos problemas” argumenta María Teresa Martín Pescador.
Aunque el tratamiento prioritario recomendado hoy en día son las intervenciones en el estilo de vida, se desconoce cuál es la composición óptima de la dieta. El trabajo de investigación ha comparado los marcadores clínicos de distintas intervenciones dietéticas en la mejora de los efectos físicos de esta enfermedad, sin tener en cuenta otros factores como la actividad física, los suplementos, los medicamentos o los tratamientos psicoterapéuticos.
Resultados del estudio
El trabajo de investigación bibliográfico le ha llevado a analizar ocho artículos. De su lectura y revisión crítica, se puede concluir que “la dietas con bajo aporte de hidrato de carbonos y alto en proteínas mejoran los marcadores hormonales. Estas dietas confirman la pérdida de peso corporal. Además, las dietas con un aporte de hidratos de carbono de bajo y con un control de los azúcares a través de los alimentos consiguen mejorar los marcadores metabólicos. Igualmente, se puede concluir que promover un reparto de calorías para que la mayor parte se consuman por la mañana, mejoran los marcadores hormonales y metabólicos”.
La investigación se ha centrado en el estudio de 350 mujeres entre 13 y 50 años distribuidas en 8 proyectos. Las mujeres se han sometido en los últimos 7 años a controles clínicos o revisiones de su estado de salud. Estos controles clínicos han medido sus marcadores hormonales, controlado su peso y analizado su resistencia a la insulina. Del estudio se excluyeron las mujeres embarazadas o aquellas que tomaban medicación o suplementos alimenticios antes de comenzar la investigación.
Dietas aplicadas
Gran parte de las dietas aplicadas a estos estudios consistían en ser ricas en frutas, vegetales, cereales integrales y lácteos desnatados, así como bajas en grasas saturadas, colesterol, cereales refinados y azúcares. Otras siguieron estrategias basadas en la reducción del porcentaje de hidratos de carbono ingeridos a niveles del 40% y/o utilizando alimentos de bajo índice glucémico. También hubo dietas en las que se tenía en cuenta el momento del día en el que se tomaban los alimentos y las cantidades de los mismos.
Estas dietas facilitan la pérdida de peso corporal y reducen la cantidad de testosterona. Además de mejorar la resistencia a la insulina, los suplementos o alimentos ricos en calcio y potasio colaboran en la reducción de la hormona masculina, cuando se combinan con suplementos o alimentos ricos en magnesio, zinc y vitamina D. La receta beneficiosa para las mujeres con Síndrome de Ovario Poliquístico se completó al presentar estas dietas “una mayor cantidad de fibra, lo que aumentó la saciedad y disminuyó el hambre, para conseguir alcanzar el objetivo de una dieta saludable y agradable de seguir”, señala María Teresa Martín Pescador.
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