Desde la más pura heterodoxia que permite abrir los canales a la comunicación fluida, diversa, compleja, central y periférica, éste puede ser un buen momento para pararse a reflexionar y ser conscientes de que en la realidad existen muy diversos paradigmas y que, para llegar a conformar nuestro propio mapa de la realidad, es de ley investigar sobre todo aquello que se nos presenta sin tomar un modelo de la realidad como verdad absoluta, ya que esta actitud comporta el riesgo de la inmersión en el dogmatismo y la visión en túnel.
Desde un punto de vista social, la gran mayoría hemos sido adoctrinados para mantener un paradigma dogmático, haciéndosenos creer que constituyen la ABSOLUTA VERDAD paradigmas tales como la religión, la medicina alopática, la química como solución a los síntomas, la derecha o la izquierda, etc.
Prueba de madurez psicológica es la confrontación de nuestra propia visión de la realidad con aquellos modelos que se nos han impuesto desde la más tierna infancia, hasta llegar a una ética autógena, construida desde nuestro interior, desafiando las imposiciones exteriores…
Y dentro de este batiburrillo de creencias impuestas, de verdades absolutas, lo que me ocupa hoy es el paradigma de que nuestro bienestar físico y emocional depende de los fármacos, visión que nos priva de nuestro verdadero poder. Y sin tratar de herir susceptibilidades -y disculpándome de antemano si esto sucede- hago alusión al estamento médico que, en muchas ocasiones, cree ser poseedor de la verdad absoluta.
Sin minimizar la actitud de muchos pacientes que ponen en manos de dicho estamento la responsabilidad de su salud (cuando, cuanto más, la asistencia médica podrá ser algo en lo que el paciente pueda ser ayudado, sin dejar de estimar que el papel principal lo tiene él).
No obstante, un especial hincapié quiero hacer en la industria farmacéutica. Leía hace unos días con estupefacción la siguiente noticia, proveniente del director del Manual Diagnóstico Psiquiátrico IV, Allen Frances: “Las farmacéuticas están alertando ya a los médicos de que la depresión debe ser diagnosticada en personas que están pasando un duelo“.
Como experta en duelo, trabajando durante más de 18 años con personas que han perdido a seres queridos, me rasgo las vestiduras al leer semejante barbaridad. ¿Hasta dónde vamos a permitir que se nos doblegue?
La tristeza es la emoción por excelencia en un proceso de duelo. Aquella que indica que dicho proceso está siendo bien elaborado por el doliente. No hay fórmula que elimine la pena de haber perdido a un ser querido. Por el contario, sí hay anestésico que disfraza el dolor para sacarlo más adelante, con más virulencia y menos soportabilidad, pues el proceso natural de duelo ha sido desviado o cortocircuitado.
Y quiero hacer especial hincapié en las reacciones emocionales y sentimientos (descritos ya en un artículo anterior) NATURALES Y SANOS en un proceso de duelo: negación, rabia (hacia el mundo, el difunto, los médicos que le atendieron, el resto de la gente que sigue con su vida normal, ajenos a nuestro dolor), sentimiento de culpa (qué hice o qué dejé de hacer)…
Y todo ello es la más pura manifestación de nuestro universo afectivo, como reacción al acontecimiento más lacerante que puede sufrir un ser humano, la pérdida de un ser querido.
A sabiendas de esto… ¿por qué hay que buscar patología en dichas manifestaciones?
En su sabiduría interior, estimado lector, dejo la respuesta.
asantero7@hotmail.com
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