
La Sanidad es un servicio público que se financia con impuestos y constituye uno de los pilares fundamentales de la solidaridad entre individuos y también entre territorios. Quien más dinero tiene, sea persona física o jurídica, pública o privada, más paga (o más debería pagar) y con ese dinero que recauda el Estado se financian los servicios públicos y, entre ellos, la Sanidad.
Conviene recordar esto, ahora que durante la crisis económica (aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid) se está cuestionando si los que más tienen deberían pagar más, discutiendo un principio básico del progreso social y de la convivencia en paz. Ello no sólo afecta a las personas, afecta también a las empresas que se llevan sus beneficios a paraísos fiscales donde pagan menos impuestos y también a los territorios que se disputan sus balanzas fiscales para justificar una disminución de su aportación a la caja común. Es el triunfo de la insolidaridad como ideología.
Sin la solidaridad vía impuestos entre los más ricos y los que menos tienen no es posible mantener la Sanidad tal y como la conocemos ahora: pública, gratuita y universal. Cuestionar la necesidad de mantener unos impuestos indispensables para mantener los servicios sociales es cuestionar las bases de la convivencia.
El deterioro provocado por los recortes ha significado que grupos de población más desfavorecidos (por ejemplo, los inmigrantes, pero no sólo ellos) hayan perdido el derecho a la asistencia sanitaria y que, en gran medida, tengan que recurrir a instituciones como Cáritas o Cruz Roja para ser atendidos cuando enferman. Esta solidaridad social a través de este tipo de instituciones, con ser loable, no puede sustituir nunca a la solidaridad ejercida a través del propio Estado.
Lo que no puede permitirse de ninguna manera es retroceder más de cincuenta años y volver a tener una Sanidad para ricos (o para quienes se la puedan pagar) y una Sanidad de beneficencia (para quienes no pueden).
Ahora que se ha declarado ilegal el denominado céntimo sanitario, seguro que habrá quien cuestione la viabilidad de la financiación de la Sanidad pública sin él. No son necesarios impuestos finalistas; son necesarios impuestos justos. No es necesaria la beneficencia; es necesaria la solidaridad.
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