Esta característica puede ser voluntaria o no serlo y generar malestar y sufrimiento porque, en realidad, esa persona sí quiere relacionarse con los demás, pero siente que no dispone de las habilidades sociales necesarias para que esas relaciones se den con éxito. Cuando esto ocurre, empieza un proceso que puede generar inseguridad, mermar la autoestima y en el que la persona tiende al aislamiento social.
¿De qué manera se puede evitar este aislamiento y mejorar las habilidades sociales? Es importante revisar los pensamientos que se generan cuando se conoce gente nueva, de manera que si alguien cree que ha tenido un fracaso, esa idea no se convierta en miedo a que se vaya a repetir y ocurra siempre lo mismo. Es decir, hay que aprender a relativizar la importancia de lo ocurrido.
El rasgo más importante que hay que mejorar es el de inseguridad personal, la falta de autoestima o de no sentirse lo suficientemente preparado/a para relacionarse con otras personas. En algunos casos, hay quienes creen que no tienen “nada interesante que contar” o que se sienten aburridos para relacionarse con otros. A pesar de que existen múltiples causas que pueden estar en el origen de este tipo de dificultades, la trayectoria personal puede tener mucho que ver. Si desde niños nos hemos sentido integrados en los grupos de iguales, si hemos sentido apoyo o reconocimiento con nuestra forma de relacionarnos o, por el contrario, hemos experimentado rechazo, burla, menosprecio. Estas vivencias pueden arrastrarse a la época adulta.
Además del grupo de iguales, el entorno familiar también es importante. En algunas familias se deja espacio suficiente y protagonismo para que los niños y niñas se expliquen, cuenten o aprendan formas de relación que van más allá de la demanda de necesidades básicas. Estas acciones sirven de aprendizaje para incorporar habilidades de éxito o de fracaso en relaciones futuras. Lo que queda claro es que la gran mayoría de personas tenemos en nuestro haber situaciones desagradables y otras positivas y, debido a otros factores, les damos más valor a unas u otras y las convertimos en decisión de relación o de aislamiento.
La conducta social es aprendida, y eso supone que las habilidades se pueden entrenar y mejorar. Para mejorar la forma de relacionarnos con los demás, vale la pena pensar que no somos el centro del universo: seguramente los demás no le dan la misma importancia que nosotros a nuestros errores. No seas tan exigente contigo mismo y podrás no serlo tanto con los demás. Revisa tus expectativas cuando conoces gente nueva, no hay que esperar grandes cosas, ya ocurrirán. Ten una visión positiva de ti mismo, recuerda que tienes cosas interesantes que aportar a los demás. Déjate llevar, sin más: las sorpresas también pueden ser positivas.
*Catalina Fuster Bennasar es psicóloga y miembro de Saluspot
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