Aseguraba que se notaría la falta de respaldo del Sindicato Médico CESM y de SATSE, con los que él previamente había pasteleado, no sabemos qué, creyendo, ingenuo de él, que los dirigentes de estos dos sindicatos eran el centro de la Sanidad salmantina.
Pues bien, estas declaraciones son muy evidentes y revelan el talante y chulería, en estado puro, de un político mediocre que actúa como un auténtico pirómano, avivando un fuego que debería haber apagado si hubiera actuado con la responsabilidad que requiere su cargo.
Aunque el consejero ya nos tiene acostumbrados a discursos vacíos y carentes de veracidad, ahora intenta sorprendernos con la chulería. Debería analizar más cada una de sus palabras antes de pronunciarlas y no hablar con tanta ligereza. Las palabras de un responsable político son determinantes y requieren de rigor, sensibilidad y respeto. No es tolerable esa exhibición de arrogancia y sonrisa retadora que llega al sarcasmo del esperpento, intentando despreciar, con sus declaraciones, a los salmantinos y poniendo de manifiesto su empobrecimiento moral y ético.
La política sanitaria salmantina requiere de la prudencia que hoy está faltando. No se necesitan superhéroes, sino personas sensatas y equilibradas que hagan mejor uso de nuestros recursos sanitarios, y no trileros que manejen la información torticeramente, mezclando verdades y mentiras al mismo tiempo y haciendo de la improvisación y la chapuza la seña de identidad de la Consejería de Sanidad.
El consejero y sus palmeros caminan hacia el abismo. Siguen sin tomar el pulso de la verdadera gravedad de la situación sanitaria en nuestra provincia. Han perdido toda la credibilidad social como políticos y gestores. La tensión y crispación que se percibe en el hospital, tanto de trabajadores como de ciudadanos, se ha puesto de manifiesto en la movilización multitudinaria del domingo.
Cualquier político serio debería tomar nota, con la contestación que le han dado los ciudadanos, y debería ser suficiente motivo para dimitir, pero no seré yo quien pida su dimisión, pues ya he aprendido que en este país no hay nada peor que pedir la dimisión de un político para que se perpetúe en el cargo; por lo tanto, señor Herrera, siga confiando en su consejero, y si cree en Dios, que éste le proteja, porque su consejero no.
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