Uno de los objetivos de esta columna, al igual que otras parecidas, es recordarles a ustedes que la discapacidad es real, que las personas con discapacidad —«extraterrestres» en este rincón, ya saben— tenemos entidad corpórea. Y también derechos y deberes, como el resto de seres humanos. Que tenemos una vida que merece atención y respeto.
Otra de las metas de este espacio es servir de llamada de atención a compañeros y compañeras profesionales de los medios de comunicación: la discapacidad forma parte de la realidad de la que se supone que debemos informar. En un alto porcentaje de las ocasiones, las urgencias políticas, los condicionantes económicos, las decisiones editoriales y —reconozcámoslo— la desidia e incluso la estética nos hacen mirar para otro lado, para cubrir noticias infinitamente menos importantes para el colectivo social y la conciencia global que compartimos.
Reconocer que no hay un único culpable de esta situación es lo más honesto. Como también es necesario admitir que las y los profesionales de la comunicación que aúnen discapacidad y conciencia; que cuenten simultáneamente con formación y voluntad para abordar estos temas, para luchar por una mayor y mejor concienciación sobre nuestras realidades e historias, no abundan.
Por una mera cuestión estadística, las y los periodistas «extraterrestres» escasean. Y, como es lógico, no siempre tenemos las facilidades, oportunidades ni espacios para contar lo que queremos como queremos.
Aunque lo ideal es que un comunicador o comunicadora hable de discapacidad con verdadero conocimiento de causa, la condición de persona con discapacidad no es indispensable ni excluye a otras personas profesionales de los medios para hacerlo. Apañados estaríamos si así fuera.
Pero el hecho de que estos asuntos —siempre complejos y sensibles— los traten profesionales no especializados o sensibilizados conlleva sus riesgos. De la discapacidad pueden extraerse buenos y malos mensajes, en función de su tratamiento mediático. Por desgracia, de los últimos casos hay muchísimos ejemplos. Ya trataré de hablar de algunos de ellos en otra ocasión. Pero también hay atinados y muy positivos acercamientos, lo que es una excelente noticia que merece todo el reconocimiento.
Uno de los que me tiene más «conquistado» recientemente es el que hacen en el late late night de Movistar+ La Resistencia, presentado por David Broncano y responsabilidad, en última instancia, de El Terrat, la «factoría» de Andreu Buenafuente. Siguiendo la estela del humor irreverente de Broncano, del que ya hace gala en otros programas de audiencia masiva, como La Vida Moderna o A vivir que son dos días, se habla de todo sin prácticamente filtro alguno.
Y eso a la discapacidad le viene de escándalo. Mezclar humor, naturalidad y discapacidad es sinónimo de una senda pavimentada hacia el éxito de la integración y la normalización. Los más claros ejemplos de esto —por citar sólo dos recientes— han sido las entrevistas al nadador español Enhamed Enhamed o a la atleta Desirée Vila, ambos deportistas de élite con discapacidad.
Especialmente en el último caso, el carisma de entrevistada y entrevistador y el buen rollo generalizado crearon un clima de normalidad que, probablemente, ha hecho más por la integración de la discapacidad y su tratamiento en los medios que décadas de sesudos ensayos y simposios.
Otro de los aspectos muy positivos a tener en cuenta es el público objetivo al que va dirigido este programa en particular: el millenial. Los códigos y las referencias que propone Broncano y que comparte con su público —en estas entrevistas y en otras— no tienen ningún sesgo. Se puede uno reír de la discapacidad sin miedo, hablar sin cortapisas, preguntar lo que no se sabe y responder con naturalidad y frescura.
El más potente efecto de este desenfado es la aceptación generacional de la diferencia. La interiorización de los más jóvenes de una realidad distinta sobre la que se puede y se debe indagar. Y de la que se pueden extraer mensajes y enseñanzas positivas, sin edulcorantes ni paternalismos.
¿Quiere decir todo lo anterior que el trabajo ya está hecho? En absoluto. Las personas con discapacidad y con formación en comunicación tenemos mucha tarea pedagógica por delante aún. Pero la «lucha», si me permiten el término beligerante, no es con esta generación precisamente. O no tanto.
Lo es más bien con las generaciones precedentes que, esas sí, aún ocupan puestos de responsabilidad en instituciones, en organizaciones sociales y políticas y en entidades financieras. Contra esas mentalidades y prejuicios aún hay que presentar mucha batalla. Como con muchísimos otros elementos de la sociedad civil.
Pero que cundan ejemplos como el personificado por David Broncano, personaje público y cómico en alza actualmente, además de en su equipo de trabajo en La Resistencia, es una excelente noticia que permite mirar al futuro con esperanza. Y con una sonrisa, qué cojones. Que la discapacidad es una putada pero hay cosas peores, también.
@CesarBritoGlez
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