Me dispongo a coger el metro para un rato medio largo. Me doy cuenta de que todavía no he enviado el artículo. ¡Vaya! En un día de emociones que asemeja al tiempo atmosférico de hoy (nevaba de mañana, al tiempo que brillaba el sol), me doy cuenta de qué era lo que estaba acechando bajo tanto cambio repentino. Algo que no se si es emoción o actitud, la ‘desconfianza’.
De repente, se me hacen muy presentes todas las consecuencias de los momentos, de mayor o menor duración, en los que a lo largo del día la desconfianza se instaló en mí o en aquel o aquella con quienes interaccionaba y, en el peor de los casos, en ambos al tiempo.
Sin saber por qué muy bien, mi mente comienza a asociar lo escrito con una lectura de la mañana sobre la aparición del lenguaje. No se sabe muy bien si apareció antes o después de la música ni exactamente qué necesidad vino a satisfacer. Quizá ni siquiera había necesidad específica a ser satisfecha. Algunos dicen que nuestros primeros antepasados eran plenamente capaces de comunicarse antes de que el lenguaje apareciera. Es decir, que el lenguaje es excelente y, no obstante, no es requisito necesario para percibir y dar sentido a lo que esté ocurriendo.
Con esto en mente, regresemos a la desconfianza, pues. Un evento prácticamente sin importancia. En el gran esquema de las cosas, realmente sin importancia. Y a pesar de todo, antes de que alguien pronunciara unas palabras, yo ya sabía que había duda. No podía describir sobre qué con precisión alguna, pero sí sentir la duda.
De inmediato me hice de nuevo consciente, como en la última ocasión en la que acudí a clase, de llevar un tiempo no largo en el que me costaba acudir a aquellas clases de martes, antes tan esperadas. Nada significativo había cambiado; el lugar era el mismo (algo más incómodo en invierno); los compañeros también (de vez en cuando alguno no venía o no iba yo… nada fuera de lo común, en cualquier caso); el profesor… ¿el mismo?… ¿Y yo? ¿También la misma? No, lo cierto es que no. Yo no era la misma y para mí el profesor tampoco era ya exactamente el mismo. Ahora hasta en alguna ocasión veía también a mis compañeros de forma diferente. ¿El origen?, la desconfianza. Una desconfianza que se había ido instalado progresivamente, a través de pequeños gestos, y que aun pudiendo bien no responder a nada real y ser una mera interpretación, allí se encontraba, cómodamente instalada.
Cierto es que siempre me he considerado desconfiada; en parte, imagino, por tener ancestros gallegos, renombrados desconfiados. También he pensado a menudo que ser desconfiada era útil para ser más cauta. Me temo que estaba en un error. Desconfiar no sólo no disminuye la probabilidad de error, engaño o autoengaño, sino que puede llegar a ser de lo más contraproducente. Precisamente por todo aquello que no se habla, pero sí se expresa.
Y de este modo, hoy, al hilo de una pregunta con toda probabilidad inocente y sin intencionalidad alguna que me molestó de manera excesiva, me di cuenta de que mi malestar procedía de la desconfianza generada. Sentir que mi profesor no se fiaba de mí, ni yo de él, y que la desconfianza presente era responsable de que nos hiciéramos daño sin saberlo (lo que percibimos, aunque no haya palabras, guía nuestra acción). Es solo cuestión de tiempo que alguno realice un movimiento que acreciente aún más la brecha. O no, si alguien toma conciencia y endereza.
El evento de hoy me hace pensar en las múltiples situaciones similares en las que nos encontramos cada día, sin ser conscientes de ello, que culminan en tantas otras brechas. Si además contamos con la suerte de trabajar en equipos y/o tener que liderar a alguno, caldo de cultivo excelente para múltiples desencuentros. Al tiempo, también pienso en lo útil que podría ser prestar atención a eso que sentimos cuando desconfiamos, indagar y ponerle palabras para así poder tomar la acción adecuada, en lugar de reaccionar o dañar la relación.
Lo de hoy es un pequeño reflejo de lo que acontece a mucha mayor escala en el día a día de todos, en mayor o menor medida. Qué privilegio poderlo ver para intentar algo distinto.
Y desde esta reflexión, y de momento hasta tener certeza (y no sólo sospecha), creo que continuaré yendo a las clases del martes.
Feliz semana.
Posdata:
Impacto de la desconfianza: Facebook pierde hasta la fecha más de US$60bn en el escándalo de Cambridge Analytics.
Y en otro registro, murió Sudán. El 20 de Marzo de 2018. Con su muerte desaparece el último rinoceronte blanco macho que quedaba en la tierra.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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