Recordando la pelicula Manhattan, Woody Allen se sorprende cuando la joven Mariel Hemingway le dice con cierta malicia: “¿Por qué no hacemos… cosas prohibidas?”. Piensa un instante su proposición erótica y responde: “Tendré que ir a por mi traje de buzo”.
Esta escena divertida nos ilustra sobre la importancia del sexo en nuestro imaginario, que últimamente ha crecido con la expansión de internet y todo lo que nos ofrece la navegación por internet y las redes sociales, como son imágenes, chats, sexo virtual, webcams en directo… En el año 1998 se podían ver 70.000 páginas web con la palabra sexo, y ya en 2006 aparecían ¡685 millones de páginas! si introducías este término. Es decir, que en sólo ocho años se multiplicaron por 10.000. Y esto sigue creciendo.
¿Qué ocurre con el sexo? Es tan natural en los animales como comer o descansar… ¿Cómo no hay los mismos millones de webs sobre la alimentación o el descanso nocturno? ¿Es verdad que muchos de nuestros pensamientos se dirigen hacia el sexo? Hace ya muchos años, Groucho Marx hacía bromas con esta cuestión. Recordemos uno de sus más conocidos diálogos, en el que se dirigía a una madre y esposa: “¿Por qué y cómo ha llegado a tener 20 hijos en su matrimonio?”. Ella le respondió: “Amo a mi marido”. Groucho: “A mí también me gusta mi cigarro, pero no lo tengo todo el día en la boca”.
No todos tenemos como centro de nuestros pensamientos el sexo, aunque la sensación es que siempre está presente, y nos puede arrebatar la voluntad en cuanto nos descuidemos. Pasan los días, y la rutina, más la falta de tiempo, hacen que creamos que la sexualidad es tan sólo una pequeña parte de nuestra vida. Como en muchos casos que veo en la consulta, cuando no funciona, vuelve a remarcar su importancia y reclama nuestra atención.
¿Como vivís el sexo? Hay muchas maneras de entender el sexo como personas y, salvando excepciones, es un acto libre en el que una o más personas deciden disfrutar de su intimidad como individuos. Los hay que lo viven de forma singular y no tienen por qué trabajar en películas porno. Está claro que el sexo es singular, porque se adapta a las fantasías y a las necesidades de la persona y la pareja.
La imaginación no conoce límites, nos quedaríamos sorprendidos si supieramos qué pasa en las casas de nuestros amigos o vecinos, y es que el sexo oculta lo convencional y exterioriza los propios deseos… Hay diferencias entre hombres y mujeres, y es que ellos obedecen a impulsos más primarios; sin embargo, nosotras somos más sofisticadas y más curiosas. Para ellos, la sexualidad muestra su virilidad; nosotras la vivimos como un acto de comunicación más profunda con la pareja. Los hombres no suelen hacer comentarios con sus amigos sobre su vida sexual, pero nosotras disfrutamos de la complicidad que significa compartir las experiencias vividas.
Hay personas a las que les gusta que otros las observen mientras disfrutan del acto sexual; otros practican fantasías complejas de dominación y sumisión, otras se entregan a las posturas del Kamasutra o prefieren estar en silencio, con la luz apagada y en la postura convencional. Y todo esto forma parte de la sexualidad y se hace difícil de clasificar.
Lo más importante es que lo tomemos como una diversión, que sea un vehículo de armonía con nuestra pareja, que sea una buena forma de comunicarnos con el otro por otros medios.
Algunas sensaciones y emociones sólo las podemos expresar a través del sexo, no con las palabras. Cuando un acto sexual acaba y es feliz, respiramos con profundidad y nos damos cuenta de que la vida es esto y poco más… Y como los ángeles, está siempre presente entre nosotros, pero es invisible. Tan sexual como espiritual es el ser humano. Y nuestra misión es integrar en la vida los dos aspectos para sentirnos completos y realizados.
Y es que el sexo es un gran maestro que nos enseña a procurar la armonía entre el cuerpo y la mente, entre las emociones y el espíritu.
Además, hay otras lecciones espirituales que nos enseña el sexo, como que hacer el amor mientras practicamos sexo no siempre es igual. Y que el sexo es diferente -ni mejor ni peor- en la madurez que cuando somos jóvenes; simplemente es diferente. Y que nadie nace sabiendo, hay que aprender y experimentar para llegar a ser un buen amante. Y que todos somos profundamente sexuales, incluso las personas que no practican el sexo. Y que tener buen sexo no asegura la felicidad, pero ayuda.
Autora del libro El sexo, magia para tu cuerpo
Tf.: +34 639 555 994
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