La primera entrevista de Teresa Romero concedida a una cadena de televisión me resultó más que decepcionante. Todavía no salgo de mi asombro cuando pienso qué llevo a Telecinco a desaprovechar de esa manera la oportunidad de charlar con la primera persona en el mundo infectada de ébola fuera de África y sanada.
Al principio culpé a la posible inoperancia de la presentadora, pero en un programa de televisión trabajan muchas personas, máxime cuando es prime time y ante tamaño personaje, así que el guion debía de estar más que requetepensado. En todo caso, y como nunca sabré los motivos de tal mamarrachada, aquí van algunas de las preguntas que me hubiera gustado que le plantearan y que quizá otro medio logre proporcionarme las respuestas.
Teresa, ¿te arrepientes de que tu foto despatarrada en un sofá junto a tu perro haya dado la vuelta al mundo? ¿Te hubiera gustado que se preservara tu intimidad como ha ocurrido con otros infectados por ébola en España y en Estados Unidos? ¿Pensaste alguna vez en la repercusión mundial de tu caso? ¿Eres consciente de que allí donde vayas te van a reconocer como la enferma del ébola y que no podrás dar un paso por la calle sin que se sepa quien eres?
Ya que no hay vuelta atrás, ¿cómo llevas haberte convertido en una persona famosa de la noche a la mañana? La pérdida del anonimato, ¿en qué ha afectado a tu vida? ¿Sigues haciendo lo mismo? ¿Te pesan las miradas y los murmullos a tu paso? ¿En todo este tiempo has pedido o te han prestado atención psicológica para afrontar determinadas situaciones?
Por cierto, ¿el ébola te dejará secuelas, o tras el periodo de convalecencia volverás a ser una mujer completamente sana? ¿Qué plazos te han dado los médicos para estar totalmente recuperada? ¿Cuándo podrás volver al trabajo, al gimnasio, a tener una vida normal? ¿Volverás? ¿Tienes ganas de volver?
Y ya que hablamos de trabajo, ¿qué motivos te impulsaron a presentarte voluntaria para atender al sacerdote enfermo? ¿Te has arrepentido alguna vez de haberlo hecho? ¿Crees que mereció la pena correr el riesgo? ¿Cuántas veces has repasado en tu cabeza los pasos y movimientos que hiciste mientras atendías al sacerdote, intentando buscar el momento en el que pudiste contagiarte?
Habías vivido en primera persona la mala evolución de otros enfermos de ébola que no superaron la enfermedad. ¿Cómo afecta eso desde el punto de vista del enfermo? ¿Te ayuda, te intranquiliza, te desanima?
Aseguras que te enteraste de tu diagnóstico a través de un periódico digital. ¿En ese momento ya estabas sola y aislada en el servicio de Urgencias de Alcorcón? Si así fue, ¿pudiste comunicarte con tu marido? ¿Pudiste compartir ese momento con alguien o encontrar apoyo o consuelo para afrontar la noticia? ¿Cuándo te quedas sin el móvil? ¿Cuándo lo recuperas? ¿Cuándo y por quién te enteras de que han ingresado a tu marido? Si los dos estáis en el hospital, ¿con quién te dicen que han dejado al perro?
¿De verdad que antes de trasladarte a otro hospital nadie te dice que has dado positivo en ébola y por eso te llevan al Carlos III? ¿Y tú no le preguntas a ninguno de los sanitarios por qué te llevan en una burbuja al hospital donde tú misma habías trabajado semanas atrás?
Las noticias informaron de una recaída y agravamiento de tu estado. ¿Fuiste consciente de ello? ¿Permaneciste consciente durante todo el proceso? ¿Temiste en algún momento por tu vida? ¿Te informaban de la evolución de tu marido y de las personas que habían estado en contacto contigo y que permanecieron ingresadas en aislamiento?
¿Has tenido la oportunidad de hablar con estas personas aisladas? Si es así, ¿qué os habéis dicho? En caso contrario, ¿qué les dirías? ¿Volverás a depilarte al mismo sitio?
¿Cómo fue el reencuentro con tu marido?
Sobrevivir al ébola es una historia lo suficientemente milagrosa y emocionante que no era necesario montar un circo para conseguir una audiencia asegurada. Superar un virus que en África ya ha matado a 7.000 personas permite prescindir en la primera aparición pública de debates políticos y peleas judiciales. Que la primera entrevista a Teresa Romero deje como titulares que no gritó al conocer el diagnóstico, que le han desaparecido las cafeteras caras y las bragas de los bikinis tras la desinfección de su vivienda y que no hay derecho a que maten a su perro es sencillamente lamentable desde el punto de vista periodístico.
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