En cuanto la joven de Málaga ha confesado la falsa denuncia de su violación, cientos, miles de machistas (los declarados abiertamente y los que se creen no serlo) han aprovechado las redes sociales para lanzarse como buitres contra los colectivos feministas y, por ende, contra las mujeres en general. Con un solo caso pretenden hacer prevalecer el criterio de que la mayoría de los abusos a las mujeres no son tales, sembrar la duda sobre si ellas en algún momento fueron responsables del daño que les causan y responsabilizar a las defensoras de la igualdad de promover este tipo de actitudes, con la teoría de que su lucha equivale a una guerra sucia o a una venganza contra el género masculino.
Leo que en España el porcentaje de denuncias falsas sobre violaciones apenas alcanza el 0,01 por ciento; y me pregunto qué interés existe en inundar los círculos de opinión con calificativos como “guarra”, “golfa” o “zorra”, todos ellos de clara connotación sexual peyorativa, pudiendo usarse contra esta chica el de “mentirosa” o “engañadora”.
Me espanta el hecho de que una sociedad consienta que uno de sus representantes municipales haya alcanzado cotas inconcebibles de celebridad y popularidad por convertirse en defensor de los desvalidos varones acosados por jovencitas en ascensores; y me asquea que, como él, miles de personas consideren únicamente a una mujer por su condición sexual.
Me escandaliza que este hombre lleve 20 años en la alcaldía de una ciudad importante a golpe de verborrea despreciativa contra las mujeres, y que otros muchos le hagan los coros con frases de “a ésta lo que le falta es un buen polvo” o “no hay quien se la folle” y otras lindezas que calan en el subconsciente de nuestros niños y jóvenes y que contribuyen a perpetuar la idea de que una mujer son dos tetas y un culo, que, encima, debe guardar celosamente para el varón que logre llevarla al altar.
Malas personas hay en todos los ámbitos. Los que denuncian un falso robo para cobrar un seguro, los que emponzoñan a un compañero para quedarse con su puesto, los que fingen una enfermedad para beneficirase de una baja, los que ocultan ingresos para cobrar una ayuda social. Y esos casos, mucho más numerosos que las falsas denuncias sexuales, no impiden que la ciudadanía censure los casos de fraude o mobbing laboral. Así que, por favor, no aprovechen una falsa denuncia, que no va a quedar impune, puesto que ya está en manos de los tribunales, para amparar los ataques contra las mujeres.
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