Decenas de miles de enfermeras de gran parte de España se han tenido que enfrentar en las últimas 72 horas a una emergencia meteorológica que se suma a una emergencia sanitaria sin precedentes como es la pandemia de COVID-19. Una vez más, las enfermeras y enfermeros han demostrado que su profesionalidad, su entrega y su vocación se sobreponen a la adversidad y demuestran que los pacientes que requieren sus cuidados son lo primero.
Los ciudadanos han podido comprobar a través de los medios de comunicación cómo las enfermeras han encadenado dobles y triples turnos ante la imposibilidad de un relevo por parte de las compañeras que estaban incomunicadas y no podían llegar a su centro de trabajo o incluso la asistencia de aquellas que estaban más cercanas a los centros de trabajo, a pesar de sus días libres.
La organización interna, a través de los grupos de WhatsApp, para cubrir todos los puestos y organizar relevos y transporte es, una vez más, un ejemplo de dedicación, entrega y compromiso social de las enfermeras y de ciudadanos anónimos que, sin duda, son héroes. Incluso se han podido recoger historias –que son ejemplo de coraje y tesón– de enfermeras caminando por la nieve grandes distancias para llegar a su hospital.
Sin embargo, el carácter vocacional de nuestra profesión y la responsabilidad de las enfermeras con sus pacientes no justifican que la Administración pública o las entidades privadas se aprovechen de ninguna forma del trabajo de decenas de miles de profesionales. Tras un año de lucha contra los estragos del coronavirus, las enfermeras españolas no pueden ver recompensado su trabajo solo con aplausos y reconocimientos públicos.
Lo agradecen, pero el Consejo General de Enfermería exige a todos los responsables políticos que los dobles y triples turnos, los días libres perdidos, las vacaciones canceladas y todo el esfuerzo sea remunerado en base al esfuerzo que lleva implícito, y sirva como ejemplo para que se mejoren las condiciones laborales de las enfermeras y enfermeros españoles, tanto a nivel salarial como en el tipo de contratación, dando la estabilidad y el reconocimiento que se merecen.
Son meses durísimos los que han transcurrido desde el inicio de la pandemia, casi un año presidido por la frustración, el agotamiento y el dolor. Las enfermeras no son máquinas, y su vocación no debe ser entendida como un cheque en blanco para gerencias, direcciones ni para las propias consejerías de Sanidad.
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