La música que escuchamos es captada y codificada por nuestros oídos. Esas señales eléctricas llegan a la corteza auditiva en el cerebro, que las reconoce y distribuye en los centros que procesan el lenguaje, otorgándoles un significado. Resumiendo: el oído recoge el estímulo y el cerebro lo interpreta.
Los centros de la audición están situados en los lóbulos temporales; para que te hagas una idea, a la altura de tus sienes. La percepción musical involucra a los procesos sensoriales, emocionales, cognitivos y motores, pero es bueno aclarar que no sólo podemos percibir la música mediante los oídos, sino también a través de la conducción ósea -mediante del tacto-.
Algunos de los neurocientíficos basan sus investigaciones en el campo de la neurofisiología de la música, midiendo la actividad eléctrica y química del cerebro. Han llegado a la conclusión de que escuchar o ejecutar música estimula zonas que se utilizan para otras funciones concretas, como las cognitivas y las motoras. Por lo tanto, si una persona tiene algún trastorno cerebral a estos niveles, podría ayudarle en su recuperación.
Por ejemplo: la enfermedad de alzheimer está relacionada con un daño en el lóbulo temporal; en este caso, la música estimula los recuerdos y las experiencias sonoras vivenciadas por el paciente. Otro ejemplo es la enfermedad de parkinson, que destruye los ganglios basales; el estímulo musical acciona regiones cerebrales que ayudan a mejorar a controlar y coordinar los movimientos.
Cuando escuchamos nuestra música preferida, el cerebro estimula la secreción de dopamina (una hormona y neurotransmisor que reacciona cuando hacemos actividades placenteras), también de endorfinas (un opiáceo natural relacionado con la felicidad) y de serotonina (otra hormona que influye en el humor y regula el sueño, entre otras funciones).
Ese sonido lleno de información llega a zonas concretas de la estructura cerebral, como por ejemplo:
– Las letras de las canciones son interpretadas por el área de Wernike y el área de Broca, situadas debajo del lóbulo frontal; el córtex visual se activa cuando puedes imaginar el contenido del mensaje, y si notas que alguna parte de tu cuerpo se mueve al compás, es debido a la estimulación que se produce en el córtex motor.
– El ritmo de cualquier melodía revela activaciones en el córtex frontal y parietal izquierdo y también en el cerebelo derecho.
– La tonalidad se percibe en el lóbulo temporal, en el cerebelo y el córtex prefrontal, que está íntimamente relacionado con casi todas las regiones principales del cerebro y su función es la de atender o inhibir los estímulos, según se advierta si son relevantes o no para determinado momento.
El cerebro se divide en dos hemisferios (izquierdo y derecho), éstos tienen diferentes formas de elaborar y procesar la información. Los investigadores han demostrado que el derecho percibe la música melódica, los tonos, el volumen, el timbre, la entonación de la voz, está relacionado a la expresión y comprensión de las emociones. Observaron también que la música que nos gusta estimula la producción de ondas alfa (energía creativa) y theta (asociada con el aprendizaje y la relajación). Por su parte, el hemisferio izquierdo identifica el ritmo, razona el contenido semántico de la palabra y memoriza.
Como podemos ver, la música activa un amplio conjunto de neuronas; por eso la podemos utilizar para ejercitar nuestro cerebro, restaurar conexiones neuronales, desarrollar ideas creativas y mejorar los procesos de aprendizaje.
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